Tras la predicación apostólica la Iglesia cotinuó su camino de la mano de los Padres. Estos santos e insignes escritores de los primeros siglos han dejado, como testigos privilegiados de la Tradición vivificada por el Espíritu Santo, una profunda y original huella de fe y vida cristiana para siempre.
Recibir la herencia de los Padres, conocer y estudiar sus escritos, su vida y sus enseñanzas, constituye una extraordinaria fuente de riqueza cultural, espiritual y apostólica para el cristiano del siglo XXI.
Los escritos de este obispo de Alejandría han marcado de manera decisiva la interpretación de un período crucial en el desarrollo de la enseñanza cristiana, en especial de la cristológica y de la teología trinitaria.
Junto a la narración y a la interpretación de las décadas que siguieron al gran Concilio de Nicea, Sobre los sínodos transmite además una amplia serie de documentos, citados por Atanasio, que permiten entrar en contacto directo con otros protagonistas de la controversia. Entre ellos se destacan la carta de Arrio a Alejandro de Alejandría, algunos fragmentos de las obras de Dionisio de Alejandría y de Asterio de Capadocia, y más de quince documentos sinodales entre fórmulas de fe, cartas y cánones.
Sobre los sínodos de Rímini, en Italia, y de Seleucia, en Isauria fue redactado por Atanasio cuando se encontraba escondido en algún lugar de Egipto, durante el año 359, justo después de la celebración de estas dos asambleas sinodales.
En términos generales, la obra se divide en tres partes: la descripción de los sínodos de Rímini y Seleucia (cc. 1-14); la colección comentada de documentos arrianos (cc. 15-32) y, finalmente, la sección teológica, cuya primera parte está dedicada a combatir a los homeos y anomeos (cc. 33-40) y la segunda, a atraer a los homoiousianos.
A partir de la negativa de un soldado cristiano a ceñirse la corona de laurel, Tertuliano redactó estos tres escritos. En La corona prueba la carga idolátrica de la corona en una sociedad dominada por la idolatría y examina si un cristiano puede enrolarse en el ejército. Al defender a aquel soldado disidente, muestra una espiritualidad de ruptura, que entiende la vida cristiana como preparación al martirio. En su carta A Escápula, procónsul de África, le informa de cómo afrontan los cristianos la persecución y suplica su benevolencia para con ellos. Con La fuga en la persecución condena toda huida, explica cómo celebrar la eucaristía dominical en plena persecución y se despide apelando al Paráclito, algo muy propio del montanismo. Esta trilogía da a conocer la situación tan difícil en que vivían los cristianos del siglo III, con una reflexión teológica que intenta explicarla y ayuda a soportarla.
El cristianismo del siglo IV, que finalmente había salido del anonimato social de las catacumbas, se acomodó rápidamente a la sociedad pagana por la que ahora se extendía. El estilo de vida evangélico se iba desvirtuando. Como reacción a todo esto, surge un modo de vida austero y solitario. Un buen número de hombres y mujeres acuden a los desiertos de Egipto, Palestina, Arabia y Persia para vivir su fe más radicalmente. Alejándose de un mundo que los absorbe y los separa de Dios, buscan un lugar tranquilo donde encontrarse a solas con el Absoluto de sus vidas. En sus muchas horas de silencio y meditación aprendieron una sabiduría que en modo alguno resulta hoy desfasada. Aquellas circunstancias de su época, similares en algunos aspectos a nuestra vida vertiginosa en las grandes ciudades, siguen siendo hoy un reclamo para la paz interior, la relativización de las mediaciones y el encuentro con el único Absoluto. En esta pequeña obra se recoge una breve muestra de aquella gran enseñanza.
Segunda edición bilingüe revisada. Traducción de Miguel F. Lanero y Enrique Eguiarte Bendímez, OAR. Índices de Pío de Luis, OSA.
Las Enarrationes in Psalmos pueden verdaderamente ser catalogadas como una «enciclopedia del pensamiento de san Agustín», ya que son el fruto de más de treinta años de trabajo y predicación del Obispo de Hipona, y en ellas ha quedado recogido su pensamiento espiritual y teológico. Por esta razón pueden considerarse, junto con Las confesiones y La ciudad de Dios, como las obras más significativas del Hiponense Por la densidad escriturística, teológica y ascética de estos comentarios, por la claridad y unción con que se explican en ellos el sentido literal y las aplicaciones espirituales del texto sagrado, por la actualidad de la orientación práctica que imparten, esta obra de san Agustín ofrece al lector moderno valores extraordinarios.
Volúmenes Salmos: 1-32 (vol. XIX); 33-60 (vol. XX);[vols. XIX y XX nueva numeración de salmos]; 76-117 (vol. XXI); 118-150 (col. XXII).
A veces se habla de los primeros cristianos como un ejemplo adecuado para los cristianos corrientes de nuestros días: por su naturalidad, su testimonio de fe fuertemente contagiosa, su vida ordinaria en la familia y en el trabajo, como el resto de la gente de su tiempo... En este breve volumen el autor nos descubre cómo era un día corriente en la Roma antigua y cómo vivían su fe aquellos primeros seguidores de Jesucristo, llevando a cabo la hospitalidad cristiana, el trabajo propio de su condición, el descanso y la liturgia, la catequesis y la asistencia social, etc. El texto da a conocer cómo eran los lugares de culto, y dedica una mención especial al papel de la mujer cristiana.
Jerónimo Leal es profesor ordinario de Patrología y director del Departamento de Historia de la Iglesia en la Pontificia Università della Santa Croce (Roma). Colabora también, en calidad de invitado, con el Instituto Patrístico «Augustinianum». Entre sus publicaciones en castellano cabe destacar Tertuliano, A los paganos. El testimonio del alma y Actas latinas de mártires africanos (ambas publicadas por Ciudad Nueva).
Contiene tres escritos de Tertuliano. El tratado La paciencia responde a las necesidades de un tiempo de persecución y de mártires. Prolonga una tradición de la literatura parenética y filosófica del mundo pagano (con Séneca a la cabeza), y abre a la vez un camino nuevo en el campo de la moral y la teología de la Iglesia.
Con el opúsculo El testimonio del alma, se pasa al campo de la apologética y aporta la novedad del punto de partida: la existencia de Dios.
Con la carta A los mártires, nuestro autor deja de ser un pensador distante y se acerca, como hermano en la fe, a unos cristianos que están penando en la cárcel a la espera del juicio. La carta, al mismo tiempo que consuela y exhorta, describe las duras circunstancias de aquel lugar. Es, pues, un documento para la historia.
Edición bilingüe con el texto latino de la edición crítica leonina.
Traducción y anotaciones por una comisión de PP. Dominicos presidida por Francisco Barbado Viejo, OP.
Este undécimo volumen comprende: Tratado del Verbo encarnado, versión Francisco José Ayala, OP; introducciones Manuel Cuervo, OP.
Reimpresión de la edición de 1960.
En este libro son narrados el virtuoso ascetismo, el admirable modo de vida y las palabras de los Santos y Bienaventurados Padres, a fin de estimular y de instruir a aquellos que deseen, imitándolos, practicar con éxito la vida celeste y quieran recorrer el camino que lleva al Reino de los Cielos (Libro de los Ancianos).
Desde cualquier punto de vista que se considere a Gregorio de Nacianzo (a. 330-390), se trata de un personaje complejo. El corpus literario que nos ha dejado abarca la gama completa de las formas retóricas griegas que estaban en uso durante la segunda mitad del siglo IV de nuestra Era.
Así, han llegado hasta nosotros 45 Discursos, cuidadosamente elaborados, que incluyen sermones para las grandes fiestas litúrgicas, panegíricos sobre algunas de las grandes figuras del cristianismo antiguo, oraciones fúnebres dedicadas a los amigos y a sus familiares más directos, discursos polémicos contra sus enemigos, tratados doctrinales e incluso apologías de su propia vida personal y sobre el desempeño de su ministerio pastoral.
También conservamos muchas de sus Cartas, con variedad de argumentos: unas con tono familiar, otras con materias sobre distintos servicios, otras muy corteses y cuidadas, pero todas escritas con la brevedad y elegancia tan características de la época que le tocó vivir y propias de un autor bien entrenado.
Finalmente han llegado hasta nosotros 17.000 versos que incluyen Poemas en lenguaje y estilo homérico, amplias narraciones de la «epopeya» de su propia vida, exposiciones didácticas sobre las virtudes clásicas y cristianas, oraciones personales para distintos momentos y circunstancias, algunas reflexiones sobre la enfermedad, la ancianidad y otros avatares humanos y, finalmente, epitafios para personas de su propia familia y otros amigos.
En este primer volumen se ofrecen los quince primeros Discursos, según la numeración adoptada por los monjes benedictinos de san Mauro en la edición de J. P. Migne, y que presentan una buena selección de los aspectos doctrinales que preocupaban al Nacianceno. La mayoría de ellos se publican por primera vez en la lengua castellana.
La Facultad de Teología de la Universidad de Navarra y la Editorial Ciudad Nueva de Madrid unen sus esfuerzos para la edición y publicación de estas páginas. Ambas instituciones desean contribuir así al homenaje al prof. Marcelo Merino Rodríguez en su 70 Aniversario, con motivo de su Jubilación Académica.
San Zenón ocupa el octavo lugar entre los obispos de Verona, según tradición de esta Iglesia. La época de su pontificado cabe situarla entre los años 360 y 380 aproximadamente. También según tradición de la misma Iglesia, san Zenón procedía de África, razón por la cual en la Basílica a él dedicada se le representa como un hombre de raza negra.
La fuente principal para conocer a este Santo Padre está en sus propios sermones, redactados con fuerza y elegancia –según expresión de Newman–. En ellos se revela la fuerte personalidad y el carácter apasionado de un verdadero pastor, preocupado por alimentar a sus fieles con la auténtica doctrina de Cristo. Especialmente emotivas son sus palabras cuando que se dirige a los neófitos.
Esos mismos sermones ponen de manifiesto que su autor era hombre culto, conocedor de los escritores eclesiásticos, sobre todo latinos (Tertuliano, Cipriano, Lactancio, Hilario, Gregorio de Elvira), y familiarizado con los clásicos paganos (Virgilio, Horacio, Ovidio, Cicerón, Séneca, Apuleyo); sus conocimientos, por lo demás, –sin olvidar la filosofía– se extendían también a otros ámbitos muy diversos.
El sermonario zenoniano lo componen 94 tractatus (u homilías), testimonio vivo de la actividad pastoral de un obispo extraordinario. Se advierte en ellos una especial preocupación por explicar al pueblo pasajes del Antiguo Testamento –preocupación que comparten también otros obispos del siglo iv, como san Ambrosio y san Gregorio de Elvira–. La convergencia en Cristo de toda la Escritura, Antiguo y Nuevo Testamento, preside siempre la hermenéutica zenoniana. Los Testamentos son dos –dice–, pero uno solo el testador. El testador es Cristo, a quien aplica las figuras del pez, de cuya boca han salido dos denarios, esto es, los dos Testamentos; del padre de familia, que saca de sus tesoros cosas nuevas y antiguas; de la pluma de escribano, que ha sido cortada y tiene dos vértices en su punta con los que dibuja un sola letra, un solo Cristo, Hijo de Dios… los cuales no pueden ser útiles uno sin el otro, porque, así como el nuevo [Testamento] da fe del antiguo, del mismo modo el antiguo ofrece testimonio del nuevo, como está escrito: Una sola vez ha hablado el Señor y estas dos cosas hemos oído (Sal 61, 12).
A la riqueza doctrinal que ofrecen los tratados de Zenón, tanto en el ámbito dogmático como en el de la teología moral, añádase la singular importancia que adquieren los sacramentos de la iniciación cristiana. El bautismo es tema central en estos sermones, en los que aflora con abundancia la doctrina de san Pablo:
«Porque vuestro hombre viejo (Col 3, 9) ha sido felizmente condenado, para ser absuelto, habiendo sido sepultado en el agua de un mar sagrado, de modo que, vivificado en el nido del sepulcro, disfrutara de los derechos de la resurrección».
Y, junto al bautismo, la eucaristía:
«…después de que vuestras almas nacieran a la esperanza de la inmortalidad por el lavacro de vida de la blanca fuente, de la que, quienes erais de diversa edad y de diversa nación, salisteis de inmediato como auténticos hermanos, como niños engendrados al mismo tiempo, a vosotros os exhorto a celebrar la fiesta de un nacimiento tan grande con un gozoso convite…, con una comida celeste, pura, saludable y eterna; recibidla con hambre para que podáis estar siempre saciados y ser felices.
»El padre de familia [Dios Padre] os da de su mesa el pan y el precioso vino de sus frutos».
Relato de la vida de San Agustín desde dentro y vista por él mismo. Es el recorrido de su alma hasta encontrarse con Dios, una conversión que tarda años.
Es el relato de la vida de San Agustín desde dentro y vista por él mismo. Es el recorrido de su alma hasta encontrarse con Dios, una conversión que tarda años. Manifiesta sus tentaciones, el dejarse llevar por la pasión, su afición al estudio de la filosofía para descubrir la verdad; cuenta la amistad que le une a sus compañeros... Agustín se gana al lector, que se siente cercano a él y a quien le interesan todos los detalles de su vida apasionante. Han pasado más de quince siglos y esta emocionante aventura sigue sin envejecer y no envejecerá, porque es verdad.