A la esposa - Exhortación a la castidad - La monogamia
El presente volumen presenta lo que se podría llamar la trilogía de Tertuliano sobre el matrimonio, constituida por los escritos A la esposa, Exhortación a la castidad y La monogamia. El hecho de que Tertuliano escribiera tres obras dedicadas al mismo argumento atestigua que se trataba de un tema que, además de la importancia de la que gozaba en la civilización romana, estaba en el candelero en el ámbito cristiano. Y es que se trataba de una institución de la vida cotidiana en la que se ponía en juego la propia comprensión de la fe, en un contexto de polémica entre las distintas corrientes cristianas y en contraste con los usos del mundo pagano. En particular, tres cuestiones resultaban problemáticas: el valor del matrimonio en sí mismo, de la procreación y de la familia; la licitud y oportunidad de las segundas nupcias, una vez que uno de los cónyuges había fallecido; y la licitud de los matrimonios mixtos. El itinerario personal de Tertuliano se refleja en la composición de los tres escritos. Mientras que A la esposa pertenece a la época católica de Tertuliano, Exhortación a la castidad se suele situar en su período de transición, cuando ya en contacto con el montanismo, no ha roto todavía con la católica. Por fin, La monogomia supone el culmen de la trayectoria de Tertuliano, ya inserto plenamente en la Nueva Profecía. Progresivamente el Africano extrae todas las consecuencias rigoristas que en su primera obra estaban en cierta medida todavía implícitas o en germen. La argumentación de Tertuliano despliega, además de sus habituales recursos retóricos, una amplia exégesis escriturística, por medio de la cual desea fundamentar su enseñanza con el sello de la palabra divina, en particular del testimonio apostólico y, sobre todo, de san Pablo.
A partir de la negativa de un soldado cristiano a ceñirse la corona de laurel, Tertuliano redactó estos tres escritos. En La corona prueba la carga idolátrica de la corona en una sociedad dominada por la idolatría y examina si un cristiano puede enrolarse en el ejército. Al defender a aquel soldado disidente, muestra una espiritualidad de ruptura, que entiende la vida cristiana como preparación al martirio. En su carta A Escápula, procónsul de África, le informa de cómo afrontan los cristianos la persecución y suplica su benevolencia para con ellos. Con La fuga en la persecución condena toda huida, explica cómo celebrar la eucaristía dominical en plena persecución y se despide apelando al Paráclito, algo muy propio del montanismo. Esta trilogía da a conocer la situación tan difícil en que vivían los cristianos del siglo III, con una reflexión teológica que intenta explicarla y ayuda a soportarla.
Contiene tres escritos de Tertuliano. El tratado La paciencia responde a las necesidades de un tiempo de persecución y de mártires. Prolonga una tradición de la literatura parenética y filosófica del mundo pagano (con Séneca a la cabeza), y abre a la vez un camino nuevo en el campo de la moral y la teología de la Iglesia.
Con el opúsculo El testimonio del alma, se pasa al campo de la apologética y aporta la novedad del punto de partida: la existencia de Dios.
Con la carta A los mártires, nuestro autor deja de ser un pensador distante y se acerca, como hermano en la fe, a unos cristianos que están penando en la cárcel a la espera del juicio. La carta, al mismo tiempo que consuela y exhorta, describe las duras circunstancias de aquel lugar. Es, pues, un documento para la historia.
Tertuliano es un autor que abre caminos: lo mismo que fue el primero en elaborar una teología del bautismo y del sacramento de la penitencia, lo fue también en redactar un tratado de psicología desde la fe cristiana.
Su tratado De anima tiene una estructura ordenada, a la manera de los tratados de la época: comienza con una presentación del alma, sujeto del estudio, y concluye indagando en su destino final más allá de la muerte. En la estructura se intercalan a veces ciertas digresiones sobre temas (la metempsicosis, los sueños) que tenían un particular interés para la gente de aquel tiempo.
La obra es a la vez didáctica y polémica, pues tiene siempre presentes a los herejes gnósticos, que eran muchos y combativos. Tras los herejes descubre siempre a los filósofos, que los aprovisionan de ideas y argumentos.
Como él mismo confiesa, quiso acercarse a los filósofos paganos, que tanto habían discutido sobre el alma, llevándoles las preguntas de un creyente cristiano de aquel tiempo (siglo ii-iii). No menos de veinte filósofos –desde el presocrático Tales de Mileto hasta el medio-platónico Albino– van pasando por sus páginas; todo lo cual demuestra que Tertuliano vivía su fe en constante diálogo con la razón.
Para defender sus tesis suele ofrecer como argumento final el testimonio de la Biblia; en su búsqueda de la verdad no podía no tener en cuenta el libro que, desde su conversión, era para él la revelación de la verdad.
No podemos pretender que nuestro autor se comporte como un intelectual cristiano de hoy que, mientras investiga, pone en cuestión su fe; eso habría sido en él un anacronismo.
Esta obra puede prestar un servicio a los estudiosos de la primera Patrística, así como a cuantos estén interesados por conocer la aportación del cristianismo al pensamiento y a la lengua de entonces.
Esta obra, preparada por Salvador Vicastillo en edición bilingüe, quiere prestar un servicio a los estudiosos de la primera Patrística, así como a cuantos estén interesados en conocer la relación entre la filosofía y la primera cultura cristiana.
Durante los años que van de 198 a 206, Tertuliano tuvo probablemente a su cargo, como «doctor», la instrucción de los catecúmenos en la comunidad cristiana de Cartago. Sus lecciones han quedado recogidas en varios tratados breves, entre los que se cuenta este que aquí se ofrece –el De paenitentia (La penitencia)–, redactado entre 200 y 206. De la penitencia tenía que hablar tanto a los catecúmenos que se preparaban para el bautismo como a los bautizados que habían pecado gravemente. La Iglesia comenzaba entonces a enfrentarse con el problema del pecado en sus miembros, y Tertuliano es un testigo de todo ello. A través de este tratado conocemos el plan de acción de la Iglesia, sus objetivos, sus temores, sus exigencias, su praxis penitencial y, por encima de todo, su doctrina. Años más tarde, entre 217 y 222, Tertuliano vuelve al tema redactando otro breve tratado, que también se ofrece aquí, el De pudicitia (La pudicicia), pero el enfoque es completamente distinto, porque en ese momento se ha adherido ya al montanismo, un movimiento carismático de restauración que lo empuja a posiciones de rigor. El tratado está concebido desde la polémica con los católicos de la «magna Iglesia», acusados de laxismo. A través de la polémica van apareciendo temas fundamentales de la teología penitencial: Dios y el pecado, tipos de pecados, interpretación de las parábolas evangélicas de la misericordia (Lc 15), el rigor de san Pablo con los adúlteros, posibilidades de perdón para los pecados más graves en la Iglesia, sus ministros, el puesto de Pedro, el perdón de la Iglesia y el perdón de Dios, los mártires y el perdón de los pecados. Se está buscando ahora recuperar el sacramento de la penitencia –o de la reconciliación–, que se encuentra exangüe; pero, para lograrlo con más sentido y profundidad, convendría volver a las fuentes, y Tertuliano es una muy destacada: lo mismo que fue el primero en elaborar una teología del bautismo, fue también el primero en elaborar una teología del sacramento de la penitencia.
Tertuliano, San Cipriano y San Agustín.
Los escritos de los tres autores coinciden en el modo de tratar la virtud de la paciencia, y señalan su estrecha relación con virtudes como la humildad, la fortaleza o la caridad.
Es Dios quien primero vive esta virtud, tolerando los pecados e injurias de los hombres. La paciencia reside en Él, y de Él proviene. Jesús, como Hombre y como Dios, enseña a los hombres a ser pacientes con su ejemplo, su Pasión y su muerte en la Cruz.
Los autores incluidos en este libro son:
Tertuliano : nació en Cartago y vivió un tiempo en Roma. Se convirtió al catolicismo por el ejemplo de los mártires, y escribió numerosos libros. Acabó adhiriéndose a la secta montanista y murió fuera de la Iglesia.
San Cipriano : también se convirtió por el testimonio de los cristianos. Fue ordenado sacerdote y más tarde consagrado obispo de Cartago. Escribió obras apologéticas y pastorales. Murió mártir.
San Agustín: influyeron sobre él las oraciones y el ejemplo de su madre, santa Mónica, y el encuentro con san Ambrosio. Fue ordenado presbítero y, años después, obispo de Hipona. Llevó una vida cenobítica y luchó contra sectas heréticas. Escribió numerosos sermones y cartas, apologías y textos sobre moral. Falleció a los 76 años.
Sinopsis: El Apologeticum es su obra maestra y la más sólida apología en lengua latina.
Va dirigido a los gobernadores de las provincias romanas y se ocupa insistentemente de rebatir los dos delitos principales que les imputaban a los cristianos: el de lesa religión (contra la veneración a los dioses romanos) y el de lesa majestad (contra la prescrita veneración a los emperadores).
Tertuliano habla con el corazón en la mano.
En el texto se encuentran afirmaciones muy hermosas que se han convertido en clásicas y que muestran su profundo sentimiento religioso y su ardiente deseo de sinceridad.