La relectura de este importante documento de Pablo VI es siempre útil. Se hace eco del Vaticano II, con unas normas que Juan Pablo II ha confirmado repetidamente.
La relectura de este importante documento es siempre útil. Se hace eco del Vaticano II, con unas enseñanzas y normas que Juan Pablo II ha confirmado repetidamente. El Papa pide que el celibato sea presentado y explicado en su plena riqueza bíblica, teológica y espiritual.
Este Directorio tiene la finalidad de orientar y, en algunos casos, prevenir de abusos y desviaciones las diversas devociones que han ido surgiendo a lo largo de los siglos en el seno de la Iglesia. En este sentido, ofrece una serie de orientaciones para los ejercicios de piedad centradas en la historia, la teología y la liturgia, al tiempo que brinda sugerencias prácticas sobre el tiempo, el lugar, el lenguaje y otros elementos para armonizar las acciones litúrgicas y los ejercicios de piedad.
Esta nueva carta apostólica de Juan Pablo II, en la que se proclama el año que va de octubre de 2002 a octubre de 2003 Año del Rosario, ofrece unas importantes reflexiones sobre el tradicional rezo del Rosario, oración contemplativa que, a través de la Virgen María, permite al orante cristiano ahondar en el misterio salvífico de Cristo: «El Rosario, en efecto, aunque se distingue por su carácter mariano, es una oración centrada en la cristología [...] En él resuena la oración de María, su perenne Magnificat por la obra de la Encarnación redentora en su seno virginal. Con él, el pueblo cristiano aprende de María a contemplar la belleza del rostro de Cristo y a experimentar la profundidad de su amor», comenta el Papa al comienzo de la introducción. El documento aporta también la contemplación de un nuevo ciclo de cinco misterios que podrían llamarse «luminosos», y que, vinculados al jueves en el ciclo semanal, desgranan la vida pública de Jesús: su bautismo, su autorrevelación en las bodas de Caná, su anuncio del Reino de Dios, su transfiguración y la institución de la Eucaristía.
La Carta Apostolica del sommo Pontefice Giovanni Paolo II all'episcopato, al clero e ai fedeli del Santo Rosario.
La paz es uno de los mayores anhelos de la humanidad, siempre presente en los corazones humanos. A lo largo de estas páginas hemos tratado de recoger las enseñanzas de este mensajero incansable del Evangelio y de la paz que es Juan Pablo II. Grandes y continuos han sido, y son, sus desvelos de Pastor universal de la Iglesia en favor del don de la paz. A lo largo de sus años de pontificado ha dejado un inmenso y valiosísimo patrimonio doctrinal a la Iglesia y a la humanidad, que busca anhelante esa paz. Además está su testimonio y compromiso personal. Todas esas enseñanzas del Pontífice se recogen en distintos capítulos centrados en la dimensión antropológica y social de la paz, además de su vertiente moral y teológica. Se cierra la exposición apuntando a su logro desde la perspectiva del nuevo milenio recién estrenado.
La carta apostólica Novo millennio ineunte, firmada por el papa Juan Pablo II el 6 de enero de 2001, con ocasión de la clausura de la Puerta Santa, es el documento conclusivo del Año Jubilar. Interpreta la exigencia de una Iglesia que, tras un año de intensa experiencia espiritual, se siente llamada a «ir mar adentro» ?según la orden que Jesús dio a Pedro (Lc 5, 4)? afrontando los desafíos del mundo.
La carta se articula en cuatro capítulos, con un hilo único conductor, Cristo: «El encuentro con Cristo, herencia del Gran Jubileo»; «Un rostro para contemplar»; «Caminar desde Cristo», y «Testigos del amor».
La Puerta Santa se cierra, pero queda más abierta que nunca la «puerta viva», Cristo Jesús, simbolizado en la Puerta Santa. La Iglesia, después del entusiasmo jubilar, no vuelve a una cotidianidad anodina. Por el contrario, le espera un nuevo impulso apostólico, animado y sostenido por la confianza en la presencia de Cristo y en la fuerza del Espíritu.
En los círculos académicos teológicos y en los ámbitos eclesiales el P. Cándido Pozo, S.J., no necesita ser presentado. Es por todos bien apreciada su colaboración en las distintas colecciones de la Biblioteca de Autores Cristianos, sus reconocidas investigaciones acerca de la teología del Siglo de Oro español, sus aportaciones sobre el método teológico, la labor desarrollada como profesor en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma y en la Facultad de Teología de Granada y como miembro de la Comisión Teológica Internacional y de la Comisión Teológica Asesora de la Comisión Episcopal para la Doctrina de la Fe. Muchos son los alumnos que han sido favorecidos por su magisterio y no pocas las iniciativas teológicas, dentro y fuera de los límites hispánicos, que han encontrado en él aliento y apoyo.
El P. Pozo, cercano a las más importantes figuras de la teología católica de la segunda mitad del siglo XX, atento a los grandes acontecimientos de la Iglesia en los últimos decenios, presta un gran servicio eclesial al ofrecer la más completa y acabada edición en lengua española de todos los documentos de la Comisión Teológica Internacional. Es un privilegiado conocedor de la elaboración de cada uno de los documentos publicados desde 1969 hasta 1996. Todos y cada uno de los documentos constituyen, sin lugar a dudas, un favor y un acontecimiento teológico capaz de iluminar el camino de la Iglesia en este final del siglo XX. Ninguna de las grandes cuestiones debatidas, dentro y fuera de la Iglesia, ha quedado fuera de las preocupaciones de la Comisión Teológica Internacional, y sus documentos quieren ser una respuesta fiel al sentir de la Iglesia en este momento histórico (EUGENIO ROMERO POSE, Obispo Auxiliar de Madrid).
En la Bula de convocatoria del Año Santo del 2000, Incarnationis mysterium, Juan Pablo II señalaba, entre los signos «que oportunamente pueden servir para vivir con mayor intensidad la insigne gracia del jubileo», la purificación de la memoria. Esta purificación cabe entenderla como un proceso de liberación de la conciencia personal y común de todas las formas de resentimiento o de violencia que la herencia de culpas del pasado puede haber-nos dejado. ¿Cómo afrontar este reto? Mediante una valoración renovada, histórica y teológica, de los acontecimientos implicados que conduzca a un reconocimiento correspondiente de la culpa (si la hubo) y a un camino real de reconciliación.
A este fin, la Comisión Teológica Internacional ofrece ahora a toda la Iglesia el servicio del presente documento, fruto de intensos estudios y numerosos encuentros mantenidos entre 1998 y 1999. El texto resultante ha contado con la aprobación del Presidente de la Comisión y Precepto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, el cardenal J. Ratzinger.
Juan Pablo II sintetiza lo esencial del mensaje cristiano: en Jesucristo se da la plenitud del encuentro del hombre con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Juan Pablo II ha centrado sus catequesis, durante la celebración del gran jubileo de los dos mil años del nacimiento de Jesucristo, en los temas capitales de la fe cristiana para impulsar la vitalidad de la Iglesia. En Jesucristo se da la plenitud del encuentro del hombre con Dios, y también el pleno descubrimiento de Dios como Padre, Hijo y Espíritu Santo.
Traducción del texto original francés (Le second souffle de Vatican II) por Bartolomé Parera Galmés.
Después de algo más de treinta años, el Concilio Vaticano II sigue estando presente en muchas de nuestras discusiones. La experiencia muestra que tanto los que lo rechazan como los que lo enarbolan tienen un punto en común: no han leído sus textos. Muchos se limitan a algunos temas, en los que fundan el «espíritu del Concilio», lo cual es una noción de geometría variable. Por esta razón, meditar los grandes textos del Concilio en la coyuntura actual significa confiar en un segundo aliento, en un nuevo impulso. Y así, esta modesta contribución no tiene otra finalidad que dar qué pensar y avivar la mente, para inscribirse en esta tradición viva de la Iglesia, en su reflexión y en su plegaria.
Gérard Defois nació en 1931 y fue ordenado sacerdote en 1956. Es doctor en Teología. En 1990 fue nombrado Arzobispo de Sens, Obispo de Auxerre y en 1995 Arzobispo de Reims; fue, también, Secretario de la Conferencia Episcopal Francesa.