«Orígenes (185-253), san Agustín y santo Tomás son las tres torres-fortaleza del pensamiento cristiano» (Hans Urs von Balthasar). Como el iceberg muestra a la superficie una novena parte del bloque colosal, así Orígenes, cuyos geniales escritos apenas han llegado hasta nosotros: biblia, teología, pastoral, catequética... Todos animados por el anhelo de «amar a Dios de todo corazón». Los mismos errores de los que se le acusó son sencillamente excesos del amor sin límites. En nuestro tiempo, H. Lubac, J. Daniélou, H. Crouzel, el cardenal Newman, W. Wölker y J. Quasten nos han venido desvelando el rostro fulgurante de Orígenes, plenamente espiritual, que desborda incluso el sentido literal de las Sagradas Escrituras, impregnándolo de sentido espiritual. De su vivencia ofrecemos aquí la Homilía XXVII sobre los Números, el Prólogo al Cantar de los Cantares, Exhortación al martirio y el tratado Sobre la oración, lo más espiritual de sus escritos. Con ellos gozará toda persona de fe viva.
Las cartas de Pablo a los Gálatas, Efesios y Filipenses han dejado una huella imborrable en la tradición y piedad cristianas. Las doctrinas sobre Cristo, la salvación y la Iglesia ocupan un lugar central en estas cartas, y también el misterio de la Trinidad encuentra una referencia muy significativa en la alabanza que el Apóstol dirige a Dios, quien está "sobre todos, por todos y en todos" (Ef 4,6).
Para los Santos Padres -que poseían una insaciable curiosidad respecto al misterio de Dios- estas cartas constituian una fuente de profundos conocimientos, raramente captados hoy en día.
Las Cartas de Pablo a la Iglesia en Corinto han dejado su impronta en la Sagrada Escritura de una forma que supera todo lo previsible. Los temas pastorales de aquella comunidad cristiana del siglo primero destacan de manera relevante.
¿Cómo podía configurarse con identidad propia aquella comunidad en una ciudad "llena de oradores y filósofos" y que "se enorgullecía... sobre todo de su gran riqueza", como afirma el Crisóstomo? ¿Cómo iba a mantenerse la unidad de la Iglesia en un ambiente donode algunos fieles destacados, tergiversando la verdad y los principios de la moral en beneficio propio, dividían el Cuerpo de Cristo? He aquí un desafío para el apóstol Pablo. Los Padres se maravillan ante sus escritos y comentan la sabiduría pastoral del apóstol de los gentiles.
Entre los comentaristas de este volumen sobresale Juan Crisóstomo, que dedica setenta y siete homilías a las dos Cartas a los Corintios: un verdadero tesoro de exposición y aplicación pastoral. Los escritos de Dídimo el Ciego y Severiano de Gábala aportan muestrs de la exégesis griega, tanto de la tradición alejandrina como de la antioquena. La obra de Teodoro de Mopsuestia siempre ha sido muy estimada en la Iglesia, así como los comentarios de Teodoreto de Ciro. Debemos reservar un puesto de honor al Ambrosiáster. Su excelente comentario a las dos Cartas a los Corintios no está traducido todavía al castellano, y por ello se incluye con mayor amplitud en el presente volumen.
Estos comentarios de los Padres ofrecen un alimento espiritual e intelectual a cuantos desean leer de nuevo a Pablo, con corazón y mente abiertos. En ellos encontramos la sabiduría paulina de la cruz, como herencia fecunda para una auténtica interpretación de la vida cristiana.
El libro presenta un momento crucial del crecimiento de la Iglesia: su primer encuentro con un mundo no judío, con una cultura desarrollada que dominaba el universo conocido. Los Padres de la Iglesia –escritores cristianos de los primeros siglos- fueron quienes llevaron a cabo el diálogo con ese mundo en todas sus vertientes: filosófica, moral y cultural, sin perder la sustancia del mensaje evangélico con el que se identifican. En este primer diálogo va a surgir una cultura nueva, ya impregnada con los principios de la fe. Este volumen se centra en los Padres Latinos; es decir, en aquellos que desarrollaron su actividad literaria en esa lengua y que serán los fundamentos de la cultura del Imperio Romano de Occidente de la cual procede nuestra cultura Occidental. En siete capítulos repasa de modo ágil e incisivo los principales personajes que han jalonado esta historia: Cipriano, Lactancio, Ambrosio, Jerónimo, Agustín y Boecio.
Juan XXIII confesaba que este libro es el más precioso código de la acción pastoral después del Evangelio y de las Cartas de los Apóstoles para la santificación de las almas sacerdotales y la dirección de los fieles.
Escrita entre el 591-592 como respuesta al obispo de Rávena, se inserta en la misma línea que la "Oratio secunda ad fugam" de Gregorio de Nacianzo o el "De sacerdotio" de Juan Crisóstomo, que ante la responsabilidad pastoral optaron por la huida.
Desde su composición ha servido como libro de formación pastoral para sacerdotes. Así lo aconsejaron los concilios de Reims, Magnuncia, Tours, y Chalon-sur-Saone (813).
Juan Pablo II, ha recordado la perenne actualidad de esta obra: Será sumamente útil y oportuno tomar de nuevo en la mano este libro verdaderamente áureo; para sacar del mismo enseñanzas todavía válidas e indicaciones prácticas de experiencia pastoral y, diría, los secretos mismos de un arte que es indispensable aprender para poder ejercerlo después.
La Iglesia primitiva valoró el Evangelio de Marcos por considerarlo como la auténtica buena nueva narrada por el apóstol Pedro. Pero la antigua Iglesia de los Padres comentó muy rara vez dicha narración.
Este breve y vivaz evangelio, tan apreciado por los lectores de hoy en día, quedó encubierto en la mente de los Padres por la magnitud de los Evangelios de Mateo y Juan.
Sin embargo en nuestros días se han recuperado numerosos comentarios intercalados en medio de diversos textos patrísticos de homilías, cartas, comentarios, tratados e himnos teológicos.
Las reflexiones de Agustín de Hipona y Clemente de Alejandría, de Efrén de Nisibi y Cirilo de Jerusalén se unen en este Comentario para formar una polifonía de voces exegéticas de la Iglesia oriental y occidental, que va del siglo segundo al octavo.
El Evangelio de Marcos despliega el poder evocador de toda una historia, con metáforas y emociones que iluminan una brillante exhibición de discernimiento teológico y sabiduría pastoral.
Este Comentario abre al lector un amplio camino -tantas veces olvidado por las áridas y escarpadas interpretaciones críticas de la post-Ilustración-, que le conduce al fértil y soleado valle de la interpretación teológica y espiritual.
En estas páginas nos adentramos en ese gran mundo de los comentarios bíblicos, que durante siglos nutrió a los grandes pastores, teólogos y santos de la Iglesia.
La Carta de san Pablo a los Romanos ha sido considerada siempre como el gran escrito teológico del Nuevo Testamento. La antigua Iglesia también la valoró desde esta perspectiva, y por ello los Santos Padres nos han legado un gran número de importantes comentarios sobre esta Carta.
Los textos de este volumen recogen lo mejor y más representativo de las homilías y comentarios patrísticos sobre dicha Carta, y ofrecen un valioso material que hasta ahora no estaba disponible en castellano.
Entre estos autores sobresale "Ambrosiaster", nombre dado al desconocido comentarista latino de finales del siglo IV, cuya perdurable validez es evidente para todo el que lo lee. Asimismo, el importante comentario de Orígenes se presenta en estas páginas frecuentemente y por extenso, traducido por primera vez al castellano. Junto a ellos encontramos otras grandes figuras como Juan Crisóstomo, Teodoro de Mopsuestia, Agustín de Hipona, Teodoreto de Ciro y autores como Diodoro de Tarso y Dídimo el Ciego de Alejandría, entre otros.
Estos comentarios sobre la Carta a los Romanos proporcionan una oportunidad poco frecuente para encontrarse con la conocida exposición paulina sobre la justicia divina, conforme resonaba en los grandes pensadores y comunidades cristianas de la Iglesia primitiva.
Sinopsis: El Octavio, único escrito del autor que ha llegado hasta nosotros, es uno de los primeros testimonios de la apologética cristiana escritos en latín.
Se trata de una obra breve en forma de diálogo que presenta interesantes peculiaridades. En primer lugar, se apoya en modelos de la tradición clásica pagana y elabora un discurso culto, muy cuidado desde el punto de vista literario. Es, pues, un valioso testimonio del proceso de recepción de la tradición cultural grecorromana que tiene lugar en el seno del cristianismo y que constituye uno de los primeros ejemplos de la inculturación.
Por otra parte, a lo largo del diálogo no se cita literalmente ningún texto de la Sagrada Escritura, caso único en la apologética cristiana, aunque sí se encuentran referencias indirectas a algunos pasajes, sobre todo del Nuevo Testamento. Esta actitud obedece al deseo de acercar el mundo pagano culto al cristianismo, haciendo ver que la religión cristiana es algo razonable.
Ireneo de Lyon (siglo II) es un autor de primer orden en la tradición patrística, pero es también un autor difícil que debe ser comprendido dentro del contexto polémico en que vive. Este contexto nos explica la elección de sus perspectivas y los caminos que él privilegia en el estudio de las Escrituras. Su concepción de profecía, en su más rico significado, se integra armónicamente en toda la revelación trinitaria como una clave de lectura de las Escrituras y con relación al sentido último del destino humano.
La obra que ahora ofrecemos ha aprovechado bien el amplio campo de investigaciones ireneanas para hacer resaltar, bajo una nueva luz, la grandeza y profundidad que tiene para Ireneo la dimensión profética de la primera alianza. Es un estudio detallado y juicioso sobre un aspecto central de la tradición escriturística que hasta ahora no había sido tratado de manera sistemática en toda su complejidad.
Sinopsis: El presente volumen ofrece una edición bilingüe de las siete cartas ignacianas, con una amplia introducción en la que se ha tratado de presentar el estado actual de la investigación sobre Ignacio.
El texto griego de las cartas va acompañado de un doble aparato de notas: el primero recoge las variantes más importantes que se observan entre los diversos editores; el segundo, las citas bíblicas, tanto explícitas como implícitas. La traducción castellana se acompaña de notas en las que el lector puede encontrar, bien textos paralelos del mismo Ignacio o de otros autores, bien explicaciones o referencias que ayuden a comprender el pensamiento del mártir Ignacio.
Por su relación, el epistolario ignaciano se edita junto a la carta que Policarpo escribió a los filipenses.
Asimismo se recoge en el presente volumen el comúnmente llamado Martirio de Policarpo que, en realidad, no es sino la carta que la iglesia de Esmirna escribió a la iglesia de Filomelio poco depués del martirio de Policarpo. Los criterios para la edición de estos escritos policarpianos son idénticos a los reseñados para las cartas de Ignacio.
El volumen se cierra con índices bíblicos, onomástico y temático.
Sinopsis: Sus Cartas ofrecen información de primera mano tanto a historiadores como a teólogos, ya que describen la vida de la Iglesia del siglo V y presentan una explicación del misterio de Cristo. Son respuestas desde la fe a las cuestiones cristológicas de ayer y de hoy.
Con la firma del "Tomus ad Flavianum", León Magno se ha consagrado como el "teólogo de la unión hipostática", el que mejor ha podido explicar cómo se aunan en una única Persona las dos naturalezas -humana y divina- de Jesucristo. El "Tomus" -en palabras de Juan Pablo II- fue como la premisa del Concilio de Calcedonia, que resume el dogma cristológico de la Iglesia Antigua.
También santo Toribio de Liébana, obispo de Astorga (España), fue el destinatario de una extensa carta en la que le presenta una acabada síntesis de la fe católica, a la vez que va sacando a la luz cada uno de los errores del priscilianismo. Le instó a la convocatoria de un concilio general, a la postre el segundo de los que se celebrarán en la ciudad de Toledo (447).
Sinopsis: San Gregorio, obispo de Elvira durante la segunda mitad del s. IV, era conocido en la antigüedad como Gregorio Hispánico o Gregorio Bético. De él dice san Jerónimo: "Gregorio Bético, Obispo de Illiberis, compuso hasta edad muy avanzada varios tratados en estilo sencillo y un elegante libro sobre la fe. Vive todavía según dicen (De uir. ill. 105)".
Los tratados en estilo sencillo son homilías de carácter exegético, fruto de su predicación a la comunidad, mientras que el libro sobre la fe, que san Jerónimo califica de elegante, tiene un carácter doctrinal. Se trata éste de un escrito breve en extensión, pero rico en contenido teológico, que nace como reacción a lo sucedido en Rímini (año 359), donde el emperador Constancio impuso una fórmula de fe filoarriana; Gregorio refuta todos los sofismas acumulados por lo arrianos contra el homoousion y hace una defensa vigorosa de la fe de Nicea.
La obra acredita a su autor como teólogo -cuya doctrina trinitaria, en opinión del cardenal Newman, se acerca a la enseñanza definitiva- y como polemista que sigue las huellas de Tertuliano. Constituye una de las mejores aportaciones de Occidente a la controversia antiarriana.
Junto al De Fide ofrecemos en este mismo volumen tres profesiones de fe, de especial interés en la historia de los símbolos, que, según los estudios de G. Morin y A. Wilmart, hay que atribuir a Gregorio de Elvira.