
¿Con qué rimaba mi temeridad de entonces para osar una continuación del Don Juan de Molière y del Don Giovanni de Mozart? ¿Cuáles eran mis motivaciones para lanzarme a una obra resueltamente clásica, no solo por su lenguaje, demasiado rico o demasiado demostrativo, sino también por su respeto de las tres unidades de lugar, de tiempo, y de acción? Ya no lo sé muy bien. Me acuerdo de que había leído otras continuaciones: el Saint Don Juan de Delteil me había encantado; el Miguel Mañara de Milosz me había decepcionado; la novela de Mérimé, Las Almas del Purgatorio me había abierto nuevas perspectivas. Creí que todavía había espacio para intentar algo, en el que la conversión no fuese el fin de la comedia, sino el comienzo de lo trágico. Del post-scriptum de Fabrice Hadjadj Año 1600. El Oro del Siglo comienza a ennegrecer. En una noche en que la Media Luna brilla por encima de las cruces de nuestras iglesias, cual presagio del fin de la cristiandad triunfante de los Austrias, amenazada gravemente por su desmoronamiento interno desde la crisis protestante y por la amenaza turca, se reúnen casualmente en Salamanca, en el claustro de un convento carmelita, los seis protagonistas de la obra. La conversión de Don Juan de Mañara, el burlador de Sevilla, su ingreso en los carmelitas descalzos y la dignidad sacerdotal recibida no deja indiferente a ninguno de ellos, quienes le creían muerto desde hacía una década. ¿Será esta conversión un siniestro augurio del paso de una cristiandad triunfante a un cristianismo místico? ¿Será verdadera esta conversión, o una nueva estrategia del mujeriego para atrapar nuevas presas? Y si fuese sincera ¿aguantaría las tentaciones de una de sus antiguas víctimas que busca revancha?
La llamada universal a la santidad que brota de labios de Jesús, «sed perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto» (Mt 5,48); y que recupera el Concilio Vaticano II, «todos los fieles cristianos […] son llamados por el Señor, cada uno por su camino, a la perfección de aquella santidad con la que es perfecto el mismo Padre» (LG 11), se ha convertido en este tiempo en una misión urgente para la Iglesia y para cada cristiano.
La santidad es la meta común de la vida cristiana, pero cada vida cristiana tiene su camino para alcanzarla. Ese camino personal está trazado por Dios desde antes de la creación del mundo, y se hace patente en la vocación, una llamada personal, concreta, que cada uno recibe a su tiempo y según su modo.
No obstante, aunque Dios llama como quiere y cuando quiere, la historia de la Iglesia ha ido visibilizando seis rutas comunes hacia la santidad: la de los fieles laicos, que da comienzo en el bautismo; la del matrimonio; la del sacerdocio, al servicio de las anteriores; la de la vida consagrada, que tiene también formas muy diversas, como la vida religiosa o el orden de las vírgenes. A cada una de ellas dedica el cardenal Fernando Sebastián unas páginas de este libro, para mostrar su belleza y su grandeza, sus límites y dificultades, sus retos y posibilidades. En cada vocación hay, pues, una misión para el cristiano, un camino seguro por el que alcanzar, al fin, la santidad.
El ser humano es libre, a pesar de las posibles circunstancias adversas, y tiene el derecho y el deber de ejercitar esa libertad en un mundo sutilmente tiranizante. La autora nos ofrece un canto a la esperanza.
Conocer a Jesucristo, hacerlo conocer y llevarlo a todas partes. Esto conforma nuestra identidad de cristianos. Un conocimiento que nos lleva al amor. Y un amor que, con su gracia, nos conduce a imitarlo. El cristiano que procura seguir de cerca los pasos de Jesús se convierte a los ojos de sus contemporáneos en una persona atractiva, porque sabe querer, y así hace conocer a Cristo.
Nuestra misión es llenar el mundo de esperanza, hacer felices a los demás y contribuir a que el mundo sea mejor. Los cristianos no hacemos apostolado, sino que somos apóstoles, porque buscamos en todo lo que hacemos y somos que nuestros coetáneos conozcan a Jesucristo y tengan amistad con Él.
A través de estas páginas descubriremos, como dice Mariano Fazio en el prólogo, la fantástica aventura de ser instrumentos en las manos de Dios para abrir a nuestros contemporáneos horizontes de amor, de belleza y de verdad.
Jaime Sanz Santacruz. Sacerdote. Doctor en Derecho, con 25 años de experiencia en centros de enseñanza y escuelas deportivas en Madrid y Barcelona.
Actualmente es capellán de la Sede de Posgrado de la Universidad de Navarra en el Campus de Madrid y colabora en la parroquia de San Manuel González, de San Sebastián de los Reyes (Madrid).
Autor de Reilusiónate. Claves para recuperar el sentido de tu llamada (PALABRA, 2021) y Aprender a querer. No endurezcáis vuestro corazón (PALABRA, 2022).
Orar con los sentidos nos abre cinco ventanas para dirigirnos mejor a Dios, que se esconde detr√°s de todo.
A veces, la oración no va más allá de unas cuantas palabras apresuradas. Pero si en alguna de esas ocasiones centramos la atención en lo que vemos o en lo que escuchamos, o intentamos penetrar en la realidad a través de los otros sentidos –palpando, oliendo o gustando–, tendremos cinco ventanas abiertas para descubrir a Dios, que se esconde detrás de todo.
Orar con los sentidos no es sino consecuencia de los atributos divinos de Infinitud y Omnipresencia. Orar así es un ejercicio de contemplación. Este libro ofrece reflexión y consejo para dirigirse a Dios aprovechando cada uno de ellos, de la mano del Evangelio.
Ricardo Sada Fernández, sacerdote mexicano de la Prelatura del Opus Dei, es ingeniero informático y doctor en Teología. Ordenado en 1981 y con una larga experiencia como predicador y director espiritual, es autor de varios libros, y conocido por su página www.medita.cc, que publica diariamente meditaciones en audio.
Presentación de mons. Antonio Cañizares Llovera.
Bajo la gruesa capa de ceniza de nuestro cato­licismo hay todavía un rescoldo vivo, unas brasas que hay que avivar, recuperando y agra­deciendo el sentido de nuestra unción bautismal.
Preguntémonos de qué manera podemos re­novar e intensificar nuestra presencia en el mundo y nuestra misión evangelizadora porque, aunque por la edad disminuyan las tareas, el encargo de Jesús (cf. Mt 28,19) permanece siempre, impul­sándonos a vivir de manera estimulante esta eta­pa que la sociedad contemporánea llama tercera y cuarta edad. Podemos ser personas mayores, pero no viejos de corazón. Hemos de admirar y agradecer a tantas perso­nas anónimas que, en la sencillez de su entorno, en el silencio y en el anonimato, continúan es­tando a pie de obra, cuidando al enfermo, atendiendo al necesitado, acompañando al abandona­do, acercándose al excluido.
Jubilados o no pero, hasta el último día, llama­dos a vivir en la perspectiva de quienes quieren entender el mundo y la historia desde Jesús Siervo.
Joan Piris Frígola (Cullera, Valencia, 1939) es Li­cenciado en Pedagogía (Roma 1967) y en Filosofía y Letras (Valencia 1971), y Diplomado en Catequéti­ca (Roma 1968). Además de algunos artículos sobre pastoral familiar y pastoral urbana, ha publicado: Ca­sarse en la fe de Jesús. Encuentros de preparación al matrimonio (Valencia 1983); Para que tengan vida. Sugerencias de vida cristiana y propuestas pastorales (Valencia 1996); Abrir Horizontes. Un modo ilusio­nante de entender la vida (Madrid 2018).
José es el padre que falta en la actualidad. Él mismo acogió, protegió y alimentó al mismo Dios y a su madre, María.
Para que Dios recobre el lugar que le corresponde en el centro de la vida de la Iglesia y del cristiano, el Cardenal Robert Sarah nos guía con su característica fuerza misionera por la auténtica senda: la vuelta a los orígenes, al evangelio y los siete sacramentos.
"Creo que el eclipse de Dios en nuestras sociedades posmodernas, la crisis de los valores humanos y morales fundamentales y sus repercusiones incluso en la Iglesia -en la que se constata la confusión en torno a la verdad divinamente revelada-, la pérdida del auténtico sentido de la liturgia y el desdibujamiento de la identidad sacerdotal exigen con urgencia que los fieles cuenten con un "catecismo de la vida espiritual" en forma de itinerario espiritual jalonado por los sacramentos de la Nueva Alianza".
Este libro puede parecer un resumen de toda la fe cristiana, sin embargo, se trata más bien de un camino de vida interior que señala las principales vías para entrar en la vida espiritual.
Robert Sarah nació en Guinea en 1945. Sacerdote desde 1969, en 1979 fue nombrado Arzobispo de Conakri, con 34 años de edad. En 2001 Juan Pablo II lo llamó a la Curia romana, donde desempeñó sucesivamente dos altos cargos. Benedicto XVI lo creó Cardenal en 2010, y en 2014 Francisco lo nombró Prefecto de la Congregación para el Culto divino y la disciplina de los sacramentos, donde ha estado hasta junio de 2020. El 8 de mayo de 2021, el Papa Francisco lo nombró miembro de la Congregación de las Iglesias Orientales.
Una guía completa, amena y sólidamente teológica, desde la primera amistad hasta el día de la boda. El itinerario entre la primera amistad y el día de la boda tiene mucho de inolvidable, pero también de accidentado. Para los jóvenes católicos que apuestan por un compromiso fel, el noviazgo requiere conocimientos específicos sobre la moral, los matices del amor, las conductas en los momentos de diversión, la relación castidad-felicidad, el modo de afrontar futuras crisis de pareja, etc. Esta guía, entretenida y con solidez teológica, ha resultado de gran ayuda para numerosas parejas católicas que buscan un camino mejor, más frme y también más feliz.
El pasaje de la hemorroísa pasa muchas veces desapercibido en nuestras lecturas bíblicas. Hasta ahora no se había interpretado como un sendero de profunda sanación, tanto física como espiritual. Es lo que ofrece el autor en este espléndido libro.