Los escritos de este obispo de Alejandría han marcado de manera decisiva la interpretación de un período crucial en el desarrollo de la enseñanza cristiana, en especial de la cristológica y de la teología trinitaria.
Junto a la narración y a la interpretación de las décadas que siguieron al gran Concilio de Nicea, Sobre los sínodos transmite además una amplia serie de documentos, citados por Atanasio, que permiten entrar en contacto directo con otros protagonistas de la controversia. Entre ellos se destacan la carta de Arrio a Alejandro de Alejandría, algunos fragmentos de las obras de Dionisio de Alejandría y de Asterio de Capadocia, y más de quince documentos sinodales entre fórmulas de fe, cartas y cánones.
Sobre los sínodos de Rímini, en Italia, y de Seleucia, en Isauria fue redactado por Atanasio cuando se encontraba escondido en algún lugar de Egipto, durante el año 359, justo después de la celebración de estas dos asambleas sinodales.
En términos generales, la obra se divide en tres partes: la descripción de los sínodos de Rímini y Seleucia (cc. 1-14); la colección comentada de documentos arrianos (cc. 15-32) y, finalmente, la sección teológica, cuya primera parte está dedicada a combatir a los homeos y anomeos (cc. 33-40) y la segunda, a atraer a los homoiousianos.
En este volumen, dedicado a sus cuatro Discursos consolatorios, aparecen diferentes facetas de la biografía de san Ambrosio de Milán (340- 397) y su extraordinaria personalidad. Los dos primeros están dedicados a llorar la muerte de su hermano Sátiro, venerado aún hoy como santo en la capital ambrosiana. El De excessu fratris fue pronunciado en los primeros meses del año 378 ante su tumba, el día del entierro. En él vierte todo su dolor ante la pérdida de ese ser querido con quien le unían lazos de afecto que iban más allá de los de la sangre. El desconsuelo del obispo se desborda en un tono dramático, que convierte esta pieza oratoria en un texto siempre actual. El segundo, compuesto para una ceremonia que tuvo lugar siete días después, es conocido con razón por el nombre De resurrectione mortuorum, porque presenta rasgos de un verdadero tratado sobre ese tema, aunque no falten en él elementos propios del género consolatorio. Sólo el dato de que la simple lectura del texto habría durado unas dos horas, nos apercibe de que, antes de publicarlo, el autor lo sometió a una profunda revisión en la que demuestra su profundo conocimiento de los recursos de la retórica. Catorce años más tarde, cuando la figura de Ambrosio había trascendido los límites de la diócesis emiliana para convertirse en una personalidad de más peso público que el obispo de Roma, la muerte prematura del joven y desventurado emperador Valentiniano II (375- 392) le brindó la oportunidad de componer una histórica oración fúnebre. En ella se presenta a sí mismo como un hombre que ha sabido asumir sus responsabilidades públicas y al mismo tiempo como un pastor que se desvela por la salvación de las almas que le han sido confiadas. Apenas tres años después, el 17 de enero de 395, también en Milán, que gracias a él se había convertido en la capital fáctica del imperio romano, tuvo ocasión Ambrosio de mostrar ante el mundo la alta significación política que había adquirido su cargo. Ante el cadáver del gran Teodosio (379- 395), conjura el prelado a los militares presentes para que mantengan la fidelidad a la dinastía, a la vez que presenta al difunto como ideal de emperador cristiano. El conjunto de estos escritos ofrece en perspectiva, como ningún otro de su amplia producción literaria, las dimensiones familiar y social de este Padre de la Iglesia.
El presente volumen ofrece las tres obras de Clemente de Alejandría (h. 150-215), que faltaban de editar en la presente Colección. Son tres obras que han sido consideradas por la tradición literaria como escritos menores del Alejandrino, pero que reflejan a la vez su personalidad cristiana y científica, de igual manera que lo hacen los otros escritos más importantes salidos de su pluma. A pesar de ello, en los últimos años las voces de los investigadores del autor paleocristiano no han dejado de proclamar que los Excerpta, las Eclogae y las Adumbrationes constituyen la cima literaria de nuestro Autor. El título del primer trabajo: Extractos de los escritos de Teódoto y de la llamada escuela oriental en el tiempo de Valentín, no identifica con exactitud el carácter variado de la obra, pues algunos comentarios son originarios de Teódoto, según el Alejandrino, otras explicaciones son del mismo Clemente y, finalmente, otras son atribuidas a los discípulos de Valentín, tanto de la escuela oriental como de la occidental. A pesar de la complejidad y carácter fragmentario que encierran los Extractos y que precisamente acentúan la oscuridad del texto, los fragmentos de Teódoto son de una importancia fundamental para el conocimiento de la gnosis valentiniana y su influencia en el pensamiento cristiano de la época. Las Éclogas son unas breves reflexiones bíblicas que a Clemente le sirven para explicar el progreso de la vida espiritual del fiel cristiano, desde el momento mismo de la recepción del bautismo hasta alcanzar la meta final. El interés científico de este escrito ocupa un lugar destacado en la historia de la doctrina cristiana, pues el teólogo puede contemplar los temas más importantes que discurren desde la protología hasta la escatología. El discurso al que se refiere la tercera obra de Clemente, que se traduce ¿Qué rico se salva?, es un comentario al conocido pasaje evangélico del joven rico, transmitido en Mc 10, 17-31. Tiene una importancia excepcional en la literatura patrística por ser pionero en enderezar un problema de múltiples resonancias morales, como era el de la posesión y el uso de las riquezas materiales. Clemente expone su juicio valorativo sobre la omnipotencia de Dios y la existencia de los bienes materiales, y cuál debe ser el comportamiento del cristiano frente a dichas realidades. En las obras que se han editado de Clemente de Alejandría en esta misma Colección, y cuyos textos se han puesto en manos de los lectores de habla castellana, el Alejandrino menciona otras obras salidas de su pluma de las que sólo se conocía el título. No obstante, algunas autoridades antiguas nos han transmitido diversos fragmentos de algunas de ellas. Estas fracciones literarias, junto con las descubiertas por los críticos modernos, son las que el presente volumen ofrece en último lugar bajo el título genérico de Fragmentos.
Sinopsis: El Pastor de Hermas es una obra enigmática y sugerente en la que se entrecruzan elementos apocalípticos, parenéticos, alegóricos y autobiográficos. Aunque tradicionalmente se ha recurrido al Pastor para ilustrar los orígenes de la penitencia segunda, es decir, la remisión de los pecados posteriores al bautismo, la obra interesa también por su eclesiología, sus intentos por expresar la trascendencia y misión del Hijo, y sus enseñanzas morales y espirituales.
El Pastor gozó de gran prestigio e influencia en los primeros siglos hasta el punto de ser considerado libro canónico, y diversos autores recogieron ampliamente la parte moral de la obra.
Sinopsis: La figura de Ticonio ha de entenderse a la luz del Cisma donatista con su pretensión de ser la verdadera Iglesia de Cristo que había permanecido firme en la persecución con una actitud martirial que los legitimaba como la Iglesia pura y santa, no comprometida con el pecado de los que durante la persecución habían entregado los Libros Sagrados. Con estos planteamientos pensaron que la verdadera Iglesia de Cristo había quedado reducida a la comunión configurada por los donatistas en el Norte de África.
En la segunda mitad del siglo IV, desde las filas mismas del Donatismo, se alzará la reflexión eclesiológica de Ticonio para mostrar que la existencia histórica de la Iglesia no se puede explicar sin la presencia del mal en ella, siendo uno de sus elementos constitutivos durante su caminar en el tiempo. Desde el seno del Donatismo surgía una crítica agudísima del mismo, de la que luego se serviría ampliamente san Agustín en la controversia antidonatista. El Obispo de Hipona lo consideraba un hombre dotado de agudísima inteligencia y palabra fácil, estudioso de la Escritura, que escribió de manera irrefutable contra los donatistas a favor de la Iglesia Católica, aunque nunca logró comprender cómo no se incorporó a la misma.
El Libro de las reglas de Ticonio ha sido caracterizado como «una de las más secretas bellezas durmientes de la época patrística». San Agustín de Hipona, que tanto debe al pensamiento de Ticonio, presentó las Reglas de Ticonio como llaves que permiten abrir los misterios de la Sagrada Escritura. Desde entonces ha sido habitual mostrar el Libro de las Reglas como el primer manual de exégesis que ofrecía una serie de reglas que, aplicadas sistemáticamente, buscaban eliminar las oscuridades de la Escritura. Pero no era ese el propósito de Ticonio. Las Reglas son más bien siete grandes principios de la Historia de la Salvación o, si se quiere, del actuar de Dios en la historia, que evidentemente tienen consecuencias hermenéuticas importantísimas.
De la notabilísima recepción de las Reglas de Ticonio son testigos, además de Agustín, Euquerio de Lyon, Casiano, Quodvultdeus, Juan el Diácono o Casiodoro y su círculo. Más aún, personajes como Isidoro de Sevilla o Beda ligaron a la posteridad epítomes de las Reglas, sobre las cuales se compusieron incluso unos hexámetros latinos con el fin de que pudieran ser fácilmente memorizadas. De esta manera, bien conocidas directamente, bien a través de alguna de estas mediaciones, las Reglas de Ticonio se han dejado sentir a lo largo de la Edad Media y el Renacimiento en autores como Hincmaro, Godescalco, Pascasio Radberto, Hugo de San Víctor, Inocencio III, Nicolás de Lira o Erasmo, por citar algunos.
Llama la atención a propósito de Ticonio que, aun afirmando su afiliación al Donatismo o incluso su heterodoxia, aunque nadie sea capaz de probar esta última, no se haya dudado en acudir a su obra. Se le crítica y, a la vez, se le acoge con enorme favor.
Sinopsis: Se recoge en este volumen una selección de Actas de los mártires redactadas en África que, desde el punto de vista histórico, abarcan desde el año 180 hasta el 304, en que se emanan los cuatro edictos de Diocleciano que marcarán el fin de las persecuciones.
La elección ha sido principalmente geográfica, por lo que se encuentran escritos de diferentes épocas y tendencias doctrinales, incluyéndose también algunas actas que han sufrido reelaboraciones donatistas.
La selección, por tanto, incluye la Passio Marcelli y la Passio Felicis.
La literatura latina cristiana nació en África, puesto que allí se hicieron las primeras versiones latinas de la Biblia; allí surgieron, de la mano de Tertuliano, los primeros tratados teológicos en la lengua de Roma; y allí se escribieron, antes del final del segundo siglo, los primeros documentos martiriales en latín: las Actas de los mártires escilitanos.
Es lógico, por tanto, emplear el criterio geográfico en una selección como ésta.
El martirio, concebido como testimonio cruento en favor de la fe, representa, en todas las actas, la forma suprema de perfección cristiana, el modo más sublime de imitación de Jesucristo.
Esta concepción es el resultado de un lento progreso en el que se unen testimonio del Evangelio y muerte cruenta.
Antes de esta fusión, el testimonio por Cristo ya había asumido con san Pablo un carácter de participación en los sufrimientos y pasión del Redentor, y en los escritos joánicos la muerte de Cristo está en íntima relación con el testimonio que ha venido a dar al mundo.
Este testimonio es una prerrogativa de la comunidad porque es la misma existencia de la comunidad la que desencadena la persecución.
La Passio Perpetuae constituye la obra maestra de la literatura hagiográfica, por su patetismo y amplitud de miras, la obra más bella y original de toda la literatura cristiana de los primeros siglos, el arquetipo de todas las demás obras de este género.
La influencia de esta passio en las posteriores es un hecho claro que habla del gran valor que se ha dado siempre a esta obra.
Sinopsis: La obra de Clemente de Alejandría (h. 150-215) que ofrece el presente volumen constituye una invitación personal a la conversión. En la tradición cultural clásica un protréptico era, en sentido estricto y originario, un discurso de propaganda académica; por ello el autor cristiano adopta esta fórmula para presentar la primera tarea pedagógica del Logos divino, antes de presentarlo como Pedagogo y Maestro. Siguiendo un orden de prioridad, Clemente despliega su magisterio demostrando, en primer lugar, que el Logos de Dios es protréptico, porque exhorta e incita al cambio de vida y a la búsqueda de la verdad y de la salvación. Se trata de su primera obra literaria en la que ensalza a Cristo como intérprete y maestro del nuevo orden de realidades que establece el cristianismo. Utilizando el mismo método de los primeros apologistas cristianos, dibuja un cuadro de sombras y claros que descansa en la inmoralidad y necedad de los cultos, fábulas y misterios paganos por una parte, y, por otra, en la verdad y auténtica sabiduría de Cristo-Logos. Las exhortaciones transmitidas, llenas de piedad y optimismo, son válidas para el hombre de cualquier época. Se trata de la obra más sobria y mejor compuesta por el Alejandrino, donde aparecen todas sus mejores artes como escritor y moderador entre la cultura pagana y la cristiana. El resultado es un hermoso canto a la revelación divina. Con la publicación de este volumen se concluyen las tres obras más importantes de Clemente de Alejandría. Un autor de los primeros siglos del cristianismo que tiene mucho que decir a los lectores de nuestros días. En palabras del papa Benedicto XVI, Clemente de Alejandría «puede servir de ejemplo a los cristianos, a los catequistas y a los teólogos de nuestro tiempo» (Discurso del 18 de abril de 2007). Ciertamente su diálogo con la cultura de su tiempo puede marcar las pautas de la inculturación contemporánea.
Sinopsis: Tito Flavio Clemente nació probablemente en Atenas, de padres paganos, a mediados del siglo II de la era cristiana.
Pertenecía a una familia pagana y recibió una primera y esmerada educación también pagana.
Aunque ignoramos las circunstancias de su conversión, sabemos que hacia el año 190, Panteno –su maestro– le asocia a la enseñanza en la Escuela Catequética de Alejandría; y que diez años después le sucede en el magisterio y, tal vez, en la dirección de la misma.
Probablemente murió antes del año 215.
Durante los tres siglos posteriores a su muerte son numerosos los testimonios de estima y reconocimiento de su ciencia, ortodoxia y santidad.
Sinopsis: Sobre Victorino de Petovio son pocas las noticias de la antigüedad llegadas hasta nosotros. San Jerónimo en el De uiris illustribus le dedica estas líneas: “Victorino, obispo de Petovio, no conocía tan bien el latín como el griego. Por eso sus obras, excelentes en cuanto al contenido, aparecen menos valiosas en cuanto a la composición literaria. Son éstas: Comentarios al Génesis, al Éxodo, al Levítico, a Isaías, a Ezequiel, a Abacuc, al Eclesiastés, al Cantar de los Cantares, al Apocalipsis de Juan, Contra todas las herejías, y otras muchas. Al final, alcanzó la corona del martirio” (De uir. illus. 74). La ciudad de Petovio estaba situada en la Panonia Superior (hoy Ptuj en Eslovenia), lugar fronterizo entre la parte oriental y occidental del Imperio Romano donde convivían el latín y el griego. Victorino fue obispo de Petovio en la segunda mitad del siglo III, y murió mártir el año 304, durante la persecución de Diocleciano. El De uiris illustribus le atribuye un importante patrimonio literario, especialmente de carácter exegético; por desgracia, de todos los comentarios a los libros de la Escritura allí citados, sólo el último ha llegado íntegro hasta nosotros. Se trata, por cierto, del más antiguo comentario al Apocalipsis, que conocemos, lo que le confiere un valor histórico añadido al exegético. En la obra asoman los grandes temas teológicos, sobre todo, cristológicos y escatológicos, a los que, de modo especial, se presta el libro sagrado. Y de las otras obras, que san Jerónimo no especifica, únicamente conservamos el tratado De fabrica mundi, un escrito breve en extensión, aunque de no escaso interés teológico. A Victorino hay que reconocerle el mérito de ser el primer exegeta en lengua latina, propiamente dicho; antes que él ninguno de los Padres de occidente ha abordado la tarea de comentar, en su totalidad, alguno de los libros de la Escritura. Confluyen en sus escritos las dos tradiciones teológico-exegéticas: la asiática, propia de Ireneo y Tertuliano, y la alejandrina, representada por Orígenes.
El P. Antonio Orbe ha consagrado toda su vida al estudio de los primeros siglos cristianos. Sus numerosas y decisivas obras han descubierto dimensiones insospechadas en la teología y exégesis primitivas. Ha sabido ahondar, como ningún otro estudioso, en los escritos de los heterodoxos y de los eclesiásticos.
Esta es una de sus últimas investigaciones, y en ella afronta los más importantes temas de la teología primera, desde los trinitarios a los escatológicos. El P. Orbe adelanta que de ordinario la crítica ha impuesto pesadamente orientaciones y categorías que han impedido descubrir lo que los autores, heterodoxos y ortodoxos, han querido decir. El P. Orbe desentierra cuestiones de transcendencia dogmática que todavía hoy pueden esclarecer aspectos fundamentales de la revelación. Muestra con todo vigor que en el siglo II queda mucho terreno por roturar y mucho espacio para la reflexión teológica.
El lector podrá descubrir los caminos seguidos por la más pristina reflexión cristiana y el nacimiento de los má antiguos espequemas teológicos a la par que se le ofrecen infinidad de aspectos susceptibles de futuras investigaciones.
San Ireneo, al final de sus días, dedica esta obra, la Demostración Apostólica o Epideixis, a un amigo suyo que le demanda la exposición del auténtico cristianismo.
El Obispo de Lión, iglesia de mártires, cumple los deseos del amigo y pone por escrito, haciendo gala de finura y cercanía humanas poco comunes, lo que conservó en su memoria como verdades fundamentales del ser cristiano y de la predicación recibida.
Es una especie de promemoria en la que presenta, con sencillez y profundidad, la historia de la salvación: desde la Creación hasta la manifestación de Dios en carne humana, desde la plasmación del hombre como obra de Sus manos, y el destino final al que esta llamado, hasta la aparición de la Iglesia.
Con razón la Demostración Apostólica de san Ireneo, el principal representante de la teología asiática, puede ser tenida como el más antiguo Catecismo de adultos.
Sinopsis: Los dos libros de los Stromata de Clemente de Alejandría (h. 150-215) que comprenden este volumen ofrecen nuevos argumentos de algunos temas ya estudiados en los libros precedentes del maestro Alejandrino. No obstante, también aparecen nuevas cuestiones: el cristiano debe sentirse libre de cualquier atadura mundana; igual que los mártires paganos, el cristiano que da testimonio con su muerte puede merecer toda clase de alabanza, al tolerar el sufrimiento, la pobreza y toda contradicción. Este es el auténtico valor del martirio cristiano, imitando así a Cristo mismo, que también experimentó el martirio en su propia carne.
El contenido principal del libro cuarto está destinado a desmontar dos falsas concepciones de los heterodoxos: el martirio es el justo precio por el pecado cometido por el ser humano, y todavía la más sofisticada idea de que el hombre es inmortal por+ naturaleza pero desea morir para aniquilar la muerte misma. Clemente argumenta con la vida misma del Salvador: si entre los hombres existe un linaje elegido que ha venido para destruir la muerte, entonces no fue Cristo quien la destruyó, a no ser que se admita -afirma nuestro autor- la consusbtancialidad de Cristo con ese linaje humano elegido. Precisamente en la semejanza con Cristo reside la perfección del verdadero cristiano.
Cuatro son los temas principales que se abordan en el libro quinto de los Stromata y que dan origen a las cuatro partes en que se puede dividir el mismo: la relación entre fe y gnosis, el género simbólico, el misterio de Dios y el latrocinio de los griegos. Clemente, si nos atenemos a la extensión que dedica a estas partes, se olvida una vez más de su propósito primero, que es el de exponer las relaciones entre fe y gnosis, y desarrolla con más amplitud las partes segunda y cuarta. Incluso la parte cuarta de este libro quinto, dedicada al hurto de los griegos, necesitará una más amplia explicación en el libro sexto, que se ofrecerá en el próximo y úlitmo volumen de esta obra magna del maestro Alejandrino.
Sinopsis: El presente volumen ofrece una edición bilingüe de las siete cartas ignacianas, con una amplia introducción en la que se ha tratado de presentar el estado actual de la investigación sobre Ignacio.
El texto griego de las cartas va acompañado de un doble aparato de notas: el primero recoge las variantes más importantes que se observan entre los diversos editores; el segundo, las citas bíblicas, tanto explícitas como implícitas. La traducción castellana se acompaña de notas en las que el lector puede encontrar, bien textos paralelos del mismo Ignacio o de otros autores, bien explicaciones o referencias que ayuden a comprender el pensamiento del mártir Ignacio.
Por su relación, el epistolario ignaciano se edita junto a la carta que Policarpo escribió a los filipenses.
Asimismo se recoge en el presente volumen el comúnmente llamado Martirio de Policarpo que, en realidad, no es sino la carta que la iglesia de Esmirna escribió a la iglesia de Filomelio poco depués del martirio de Policarpo. Los criterios para la edición de estos escritos policarpianos son idénticos a los reseñados para las cartas de Ignacio.
El volumen se cierra con índices bíblicos, onomástico y temático.
Sinopsis: San Gregorio, obispo de Elvira durante la segunda mitad del s. IV, era conocido en la antigüedad como Gregorio Hispánico o Gregorio Bético. De él dice san Jerónimo: "Gregorio Bético, Obispo de Illiberis, compuso hasta edad muy avanzada varios tratados en estilo sencillo y un elegante libro sobre la fe. Vive todavía según dicen (De uir. ill. 105)".
Los tratados en estilo sencillo son homilías de carácter exegético, fruto de su predicación a la comunidad, mientras que el libro sobre la fe, que san Jerónimo califica de elegante, tiene un carácter doctrinal. Se trata éste de un escrito breve en extensión, pero rico en contenido teológico, que nace como reacción a lo sucedido en Rímini (año 359), donde el emperador Constancio impuso una fórmula de fe filoarriana; Gregorio refuta todos los sofismas acumulados por lo arrianos contra el homoousion y hace una defensa vigorosa de la fe de Nicea.
La obra acredita a su autor como teólogo -cuya doctrina trinitaria, en opinión del cardenal Newman, se acerca a la enseñanza definitiva- y como polemista que sigue las huellas de Tertuliano. Constituye una de las mejores aportaciones de Occidente a la controversia antiarriana.
Junto al De Fide ofrecemos en este mismo volumen tres profesiones de fe, de especial interés en la historia de los símbolos, que, según los estudios de G. Morin y A. Wilmart, hay que atribuir a Gregorio de Elvira.
Sinopsis: El objetivo primario del maestro Alejandrino consiste en la explicación de los principios más importantes del cristianismo.
Clemente se sirve de la cultura griega para demostrar que la verdad que desean alcanzar los filósofos paganos no está muy distante de la que han alcanzado los cristianos mediante la virtud de la fe. Con otras palabras: la fe constituye un sólido conocimiento, tan verdadero como el de las argumentaciones de los filósofos.
Clemente analiza en las primeras páginas del libro segundo de los Stromata las relaciones entre fe y gnosis, a la vez que manifiesta la necesidad de un Dios revelador y la disponibilidad humana a dicha revelación. De esta simbiosis divino-humana nace la fe, y con ella todo el cortejo de virtudes cristianas: penitencia, temor de Dios, lealtad, confianza, etc., incluso la gnosis misma. El estudio de estos valores del cristiano creyente constituye el otro gran argumento del Alejandrino y que tiene como objetivo final la identificación con Dios.
El contenido del tercero de los Stromata se desenvuelve en el ámbito de la moral matrimonial, con especial atención a la virtud de la continencia. ¿Es mala por naturaleza la sexualidad del ser humano? Clemente responde con argumentos teológicos, escriturísticos y filosóficos, a las doctrinas heréticas que defienden principios de rigorismo excesivo o laxismo moral en el ámbito de la sexualidad humana. El maestro Alejandrino, frente a los falsos representantes de la gnosis, se erige como abanderado de la doctrina verdadera sobre el matrimonio cristiano.
Este volumen pues, presenta los dos aspectos doctrinales más queridos de Clemente: el gnoseológico y el ético. Ambos caminos son imprescindibles para el hombre que desee acercarse un poco al que es la Verdad y la Vida.
Sinopsis: Este volumen presenta los últimos libros de los Stromata de Clemente de Alejandría (h. 150-215), una de las obras más originales y profundas de los primeros siglos de la literatura cristiana. Siguiendo la mejor transmisión editorial, se incluye también estas páginas el llamado libro octavo, aunque este escrito presente contenidos y metodología distintos al resto de los libros que componen la obra magna del escritor Alejandrino.
Tanto el libro sexto como el séptimo ofrecen al lector «el discurso ético», como le gusta decir al Autor paleocristiano; es decir, el modo de vida del auténtico cristiano, aunque cada escrito lo enfoca desde perspectivas diferentes. En el libro sexto Clemente se referirá al comportamiento o vida del cristiano en sus relaciones con los demás hombres, mientras que en el libro séptimo expone la conexión del cristiano con Dios. Ambos aspectos, ya tratados someramente en los libros anteriores, son los que delinean los trazos más importantes del programa del cristiano perfecto, del gnóstico verdadero, conforme al vocabulario clementino. Así en el libro sexto se completa el tema del plagio iniciado en el anterior escrito, la cuestión del origen de la filosofía y finalmente la actitud gnóstica fente a la contemplación, la ciencia, la Escritura, etc. En el libro séptimo Clemente señala la tarea del cristiano con los objetivos que éste debe alcanzar, explicando con detalle algunos aspectos importantes de la vida cristiana como son, por ejemplo, la oración, el trato con Dios, los grados de perfección, etc.
Respecto al libro octavo de los Stromata llama la atención su contenido, tan diferente del que aparece en el resto de los libros. El que se ofrece en los otros libros es fundamentalmente teológico, mientras que estas páginas presentan un tema filosófico, y más concretamente sobre materia de lógica: la necesidad de investigar para lograr la verdad, la incongruencia del escepticismo y la última parte sobre las distintas clases de causas.