
El abandono de Dios es, con mucho, el acontecimiento fundamental de estos tiempos de indigencia en Occidente. Teresa de Lisieux, expresión simplificada sublime del espíritu de San Juan de la Cruz, se solidariza con este abandono de Dios, pasando por la prueba de la «noche espiritual», como Jesucristo en la cruz, y nos enseña el camino de la «fe desnuda», el camino de la «simple y amorosa confianza» en Dios. Como «mística del sufrimiento ajeno a causa de Dios», Teresa de Lisieux nos muestra un camino evangélico de gran simplicidad, en medio de los avatares de nuestro mundo: «El abandono en las manos de Jesús para que éste nos lleve al amor misericordioso del Padre».
Introducción de Juan Esquerda Bifet.
El siervo de Dios José María García Lahiguera nació en la villa de Fitero (Navarra, diócesis de Tarazona) el 9-3-1903 y falleció en Madrid el 14-7-1989. La mayor parte de su existencia transcurrió en Madrid, en cuyo Seminario diocesano estudió y del que fue después director espiritual. En Madrid recibió, el 29-5-1926, la ordenación sacerdotal y, el 29-10-1950, la consagración episcopal. Fue obispo de Huelva (1964-1969) y arzobispo de Valencia (1969-1978). En su personalidad resaltan dos pasiones fundamentales. En primer lugar, la pasión por el sacerdocio y, en segundo, la pasión por la vida consagrada. Por eso destacó en su vida como promotor de vocaciones sacerdotales desde la dirección espiritual en el Seminario de Madrid y como fundador de la Congregación de Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote.
Con este libro el autor trata de adentrarse en el alma de don Miguel de Unamuno. Siguiendo la búsqueda de Dios como hilo conductor de sus escritos, se van identificando sus ansias constantes y quemantes de inmortalidad, sus vivencias interiores, su drama personal. La figura de este hombre agónico se perfila como la de alguien sometido por la mano divina a una noche oscura y cerrada, en la que deambula y rema «proa al Infinito». No se da tregua en su afán por vivir la que llamaba 15.ª obra de misericordia: despertar al dormido, rompiendo su somnolencia religiosa. Desde esta vocación hay que medir la amplitud de su apostolado laico, sus denuncias profetisas, su tarea de inquietar con su propia Inquietud al indiferente por los valores trascendentes de la existencia. Tan famoso por «sus cosas», lo grande de Unamuno, lo que lo eleva sobre la actual indiferencia y frivolidad religiosa es su búsqueda sincera y los tonos ardientes con que expresa, en prosa y en verso, sus ansias de Dios.
José Vicente Rodríguez, carmelita, se ha dedicado con ahínco al estudio de la vida y la obra de San Juan de la Cruz. Por ello, ahora ha intentado iluminar la noche oscura y angustiosa de Unamuno con las luces del doctor místico, al que don Miguel definía como «el místico castellano hondo, sentido, profundo, austero, elevado».
Biografía de Santa Edith Stein
Reflexión sobre los desafíos de los sacerdotes ante un mundo cambiante. "El sacerdote no se pertenece, porque es total y absolutamente de Dios y de los hermanos" (F. Sheen). Se trata de una frase algo retórica, pero sería trágico si el presbítero no aprendiese cada vez más a reconocerse hombre de Dios, elegido y llamado por El, y sobre todo buscado y probado por El. Además, el sacerdote pertenece a los hombres y, por tanto, está llamado a soportar sus cargas y sus preguntas, sus dudas y sus luchas con respecto a Dios. Lo humano y lo divino se mezclan en él, además de otras polaridades conflictivas: creyente y no creyente, solo y de todos, hombre de carne "pero prolongado en el misterio" (F. Fuschini)..., en una síntesis jamás terminada pero luminosa.
Los monjes han desempeñado un papel decisivo en la concepción de la vida espiritual en las Iglesias de Oriente. Desde su origen la vida monástica fue la imagen de la vida cristiana auténtica. Su valiente huida del mundo, su ascesis rigurosa, su trabajo, todo esto tiende hacia la meta misma del bautismo: purificar en el hombre la imagen de Dios para vivir en Cristo por obra del Espíritu hasta alcanzar la plena divinización. El Monacato en el Oriente Cristiano forma parte, junto con la Espiritualidad del Oriente Cristiano y la Oración en la tradición del Oriente Cristiano, de la trilogía de P. Spidlík sobre la espiritualidad del cristianismo oriental.