La resurrección de Jesús es uno de los temas nucleares del cristianismo. El profesor Brambilla se ocupa en este extenso estudio de mostrar la exactitud de esta tesis explicando la resurrección como un díptico. En la primera tabla se representa la génesis de la fe en la resurrección de Cristo (cristología); en la segunda se aborda el misterio de salvación que dicha resurrección significa para cada hombre y cada creyente (soteriología).
El autor dialoga con los grandes teólogos contemporáneos que han reflexionado sobre la resurrección para concluir con una mirada sintética sobre la misma. Así, partiendo de la fe pascual, el autor pone de manifiesto que la resurrección de Jesús de Nazaret es la que ofrece una posibilidad real a todo hombre para participar en ella.
El presente libro es un manual de teología trinitaria desde una perspectiva sistemática. Las dos categorías más originales que utiliza en su reflexión son la correspondencia y la paradoja aplicadas a Dios.
Consta de cuatro partes bien diferenciadas: 1) Los múltiples lenguajes para hablar sobre Dios, comenzando por los bíblicos: el profeta, el salmista, el sabio, el historiador, el sacerdote… 2) La dualidad entre analogía y dialéctica, la tensión entre correspondencia y paradojas. 3) La circularidad hermenéutica existente entre Hombre-Dios-Cristo. 4) La relación dialéctica que une el relato, remitiendo a la historia que nos precede, con la reflexión que mira al fundamento de posibilidad de donde nace la doble lectura que recibe cada gran tema, coimplicadas siempre como consecuencia la sección narrativa y la sección sistemática.
Cada una de estas partes tienen a Jesús de Nazaret como referente, pero su conjunto siempre trata de ser entendido desde la Trinidad eterna.
En los primeros tiempos del cristianismo, el término «parroquia» hacía referencia a la comunidad de cristianos que habitaban en un lugar determinado, como otro grupo más de ciudadanos. Con todo, vivir entre los hombres nunca les hizo perder su condición de «peregrinos».
Con el tiempo, la parroquia ha pasado a convertirse en una estructura fundamental para la Iglesia: gracias a ella la Iglesia de Dios se hace presente en un lugar concreto, en su seno somos engendrados a la fe, en ella aprendemos a ser cristianos en medio de la vida cotidiana, ella es presencia evangelizadora entre los hombres.
Pero tanto las circunstancias actuales como la propia exigencia de ser fiel a su identidad y misión hacen que la parroquia deba adaptarse y renovarse. Y para ello no es necesario inventar nada, sino sobre todo profundizar con sencillez en sus rasgos fundamentales: la celebración de la liturgia y la escucha de la Palabra, la comunión, el testimonio y el servicio a todos aquellos que lo necesitan.
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"Parish"
Bianchi’s reflection on the parish leads us to perceive the need for renewal. This requirement arises both from the current situation and the need to be faithful to its deepest identity.
Las páginas que integran El quehacer de la teología ofrecen una fundamentación y una invitación al estudio de esta materia, exponiendo su génesis y su ejercicio, su técnica y su alma a lo largo de su historia.
Simplemente reflexionando sobre su etimología, el término «teología» expresa la manifestación y la donación que Dios hace de sí al hombre para que, participando de su misma vida, pueda llegar a ser conocido Él y sus designios. Esta revelación divina contiene, por otra parte, la capacitación para poder responder a Dios desde la acogida, la confianza y la correspondencia plena, es decir, desde la fe.
La teología afecta, además, a las relaciones sociales que se establecen entre los hombres. Así, una cultura que no busca fuentes de sentido y de orientación última, que se cierra pragmáticamente en lo verificable inmediato, termina conduciendo a relaciones de violencia y desesperación, tanto con uno mismo, como con los demás y con el resto de las cosas y criaturas que componen la realidad.
Teología es reflexión, argumentación y adoración. A lo largo de la historia, los momentos fundamentales de la vida de Jesús han constituido el territorio privilegiado para llevar a cabo esta disciplina. No en vano, desde el principio del cristianismo se contempla a Cristo en su itinerario terreno a fin de rastrear las huellas de Dios y los rasgos constitutivos de todo ser humano.
Según esta lógica, el tiempo y el espacio cobran una especial relevancia. No es posible hablar hoy de Dios sin que Él se haga presente en el aquí y ahora disponibles para los hombres y mujeres vivientes. Pero resolver semejante paradoja –la trascendencia en la inmanencia, la eternidad en el tiempo, el espíritu en la carne, lo divino en lo humano– es la tarea que ha de emprender la teología para cumplir con su finalidad primera: dar sentido a la existencia humana y ofrecer esperanza transmundana, es decir, salvación.
Al ritmo de los días el creyente cincela su vida con la escucha de la Palabra. Y si además se tiene la responsabilidad de acompañar a la comunidad cristiana desde el ejercicio del ministerio recibido, esta Palabra no puede por menos que orientar, sugerir, llenar de esperanza y comprometer en el amor.
Los textos reunidos en este volumen tienen como denominador común la perspectiva eclesial; mejor dicho, testimonian la convicción de que la Iglesia es el territorio natural donde la Palabra de Dios desvela sus sentidos e ilumina cada faceta y dimensión del ser humano.
Esta Palabra divina, que halla su manifestación suprema en el amor de Cristo crucificado, se prolonga en la comunión y misión de la Iglesia, en las diversas vocaciones que la concretan, en la oración siempre presente y en la búsqueda incansable de la verdad y la dignidad humanas.
«Siempre se les pregunta a los escritores por qué escriben. Y supongo que las respuestas con muchas: fama, éxito, belleza, dinero…
La mía es muy sencilla: escribo para comunicarme, para ganar amigos, para amar y ser amado. Y me gusta que mis libros sean una hoguera en la que otros vienen a calentarse dentro de un mundo frío.
Desde esta amistad, estrecho tu mano, lector.
Con un abrazo de
José Luis Martín Descalzo».
En este volumen se reúnen los cinco libros de Martín Descalzo: Razones para la esperanza, Razones para la alegría, Razones para el amor, Razones para vivir y Razones desde la otra orilla. A cada libro le precede una presentación especial: Invitación (José María Javierre). Pórtico (Joaquín Luis Ortega). Atrio (José María Cabodevilla). Umbral (Antonio Montero). Cancela (Paloma Gómez Borrero). Zaguán (José Jiménez Lozano).
La vocación es ante todo un acontecimiento personal. Por ser única e irrepetible, debe tenerse especial cuidado al teorizar sobre ella, pues se corre el peligro de «simplificarla y trivializarla».
La mejor forma de conocer el sentido de la llamada que el Señor dirige a una persona consiste en comprenderla a la luz de su Palabra. De hecho, la Palabra no solo nutre cada vocación, sino que es su territorio natural, como atestiguan las historias de Abrahán, Moisés, Samuel y Jeremías, en el Antiguo Testamento, o Jesús y sus discípulos, en el Nuevo.
Al contemplar la riqueza y variedad de las distintas vocaciones, el creyente tiene la posibilidad de discernir los elementos comunes y permanentes que caracterizan la llamada de Dios y de reconocerlos en su propia historia de salvación.
La enseñanza de San Josemaría Escrivá abarca una amplia gama temática que puede ser examinada desde diversas perspectivas. De entre esos enfoques el Profesor Illanes ha prestado especial atención a cuanto se refiere a las relaciones entre cristianismo y mundo, entre fe cristiana y experiencia humana. Así partiendo de la afirmación del valor y sentido del existir en el mundo, pasa revista a cuestiones como la secularidad cristiana, la riqueza humana y cristiana de la vida ordinaria, la santificación del trabajo, el empeño que reclama el servicio al ideal de la justicia, la libertad y el pluralismo en cuanto elementos constitutivos del vivir social.