Søren Kierkegaard fue, sin duda, una de esas impertinencias con las que de cuando en cuando nos abofetea la historia para que no nos durmamos en los laureles, para que no nos dejemos arrastrar por la corriente, para que no olvidemos que todo orden establecido se encuentra bajo sospecha en el momento mismo en que queda establecido. Aunque la lucha que llevó a cabo el pensador danés tuvo un campo de batalla bien definido y unos enemigos concretos, a pesar de que sus controversias se lidiaron en zonas de la filosofía y de la teología prácticamente inhóspitas para el lector del siglo xxi, su mensaje, su obra y su vida son tan necesarios para nosotros como la ventilación para una casa que ha permanecido mucho tiempo cerrada.
Kierkegaard es el «filósofo impertinente», porque nadie permanece indiferente tras haber leído sus obras. Algo ocurre, intelectual y existencialmente, cuando uno se topa con él, de alguna manera se nos queda clavado un aguijón en la carne con el que hemos de vivir mientras sigamos pensando. El pensador actual que no haya pasado por Kierkegaard, que no se haya sometido a una cura kierkegaardiana, carece de ese plus intelectual que el «filósofo impertinente» llamaba seriedad.
“El reino de los animales” es una obra apasionante que nos sumerge en las grandes cuestiones de la filosofía y de la biología. ¿Qué es la vida? ¿Qué somos los animales? ¿Qué es nuestra ánima o alma? ¿De dónde venimos? ¿Cómo usamos la energía y la información para vivir y sobrevivir? De forma rigurosa y accesible presenta el estado actual de la zoología, analiza los conceptos, métodos y problemas de la investigación biológica, describe y define las categorías que usamos para pensar en la vida y los seres vivos como sistemas físicos y trata de nosotros mismos y de la existencia humana en el contexto de una cosmovisión coherente, racional y compatible con la ciencia más exigente.
“No te invito, lector, a penetrar en el reino de los animales, pues siempre lo has habitado. Te animo a abrir los ojos y a disfrutar de la riqueza y la hermosura de este reino, que es el tuyo. Los seres humanos no somos ángeles caídos del cielo, ni gritos en la noche, ni pura indeterminación; tampoco somos máquinas ni computadoras. Lo que somos es animales. Parimos y nacemos y comemos y respiramos y morimos como animales. Y la mayoría de nuestros genes los dedicamos a codificar nuestras funciones animales. Si quieres saber cómo es un animal, mírate al espejo. Cualquier concepción del ser humano que pretenda alejarnos de nuestra realidad natural es un fatuo ejercicio de ignorancia, autoengaño y superstición”.
Toda revolución en filosofía entraña un cambio radical en la concepción que esta tiene de sí misma. Ludwig Wittgenstein es en buena parte responsable de nuestra forma actual de entender la filosofía. La actividad filosófica, sus tareas, naturaleza y métodos han sidi profundamente modificados por su personalidad filosófica. Wittgenstein creía estar trabajando en un "nuevo" tema que no podía entenderse como un simple desarrollo dentro de la tradición anglosajona de filosofía. El presente estudio de K. T. Fann pretende colaborar en la díficil tarea de dar una interpretación adecuada al pensamiento de Wittgenstein. Para ello examina un buen número de importantes cuestiones, comenzando con el debatido problema de la relación entre el Tractatus y las Investigations (y de ambos con los Notebooks). Dentro del "primer Wittgenstein" analiza, entre otras, las siguientes cuestiones: el lenguaje como límite del pensamiento y como reflejo del mundo, las condiciones a priori necesarias para la construcción de todo lenguaje, y las proposiciones atómicas como reducto del análisis. Con respecto al "segundo Wittgenstein", Fann subraya su tendencia pragmatista, en cuanto a su perspectiva lingüística se refiere. La crítica del "análisis último" y de la definición ostensiva, el papel del aprendizaje, la analogía del lenguaje con la caja de herramientas, los juegos de lenguaje, los conceptos de "regla", "técnica" y "forma de vida", así como el problema del criterio unívoco de sentido, son algunas de las cuestiones que este distinguido profesor estadounidense se propone esclarecer.
Más que ningún otro pensador contemporáneo, Jürgen Habermas ha logrado integrar la crítica de la racionalización en una reconstrucción del proyecto de la modernidad. En su obra encontramos el gran bosquejo de una vía intermedia entre las oposiciones que desgarran a la cultura y a las sociedades modernas. La obra de Habermas puede considerarse en conjunto como un sostenido esfuerzo por repensar —a fondo— la idea de razón y la teoría de una sociedad democrática basada en ella. Los viejos modelos han caído en descrédito; y no disponemos todavía de modelos nuevos; pese a lo cual nos vemos en la necesidad de tomar cada día decisiones preñadas de consecuencias para el futuro. En la época de confusión que nos ha tocado vivir, la teoría crítica de la sociedad de Habermas puede servir para proporcionar a nuestro pensamiento alguna dirección, de la que tan menesterosos estamos. Y, en este aspecto, el pensamiento de Habermas no tiene par en la escena contemporánea. Sin embargo, ha resultado evidente que la principal dificultad para entender la obra de Habermas es la falta de una visión sistemática y comprensiva de su pensamiento. A consecuencia de ello, las discusiones críticas, en pro y en contra, se ven distorsionadas con demasiada frecuencia por malentendidos fundamentales. Cubrir tal necesidad es el objeto del presente estudio.
¿Fundamentar la ética en la postmodernidad? ¿Cuándo impera por doquier el relativismo ético? Sí, precisamente por eso, y porque el autor es olímpico nadador contra corriente. El trabajo, de fondo clásico, está redactado con estilo moderno, carece de aparato crítico y es de un perfil apto para un público amplio. En sus capítulos se revisa la contraposición entre el planteamiento ético clásico y el moderno, la naturaleza de la acción humana, el fundamento y el objeto de la ética, la índole de la voluntad, las aporías de la negación que ofrece la ética de Nietzsche (inspirador de la postmodernidad), la complexión de lo cultural, histórico y social, las tres grandes nociones éticas –virtudes, normas y bienes– y su conexión con la prudencia racional.
Este segundo volumen comprende el título Fundamentos de Filosofía (1955).
Con un permanente horizonte metafísico, Millán-Puelles ha desarrollado una ontología del espíritu que investiga la articulación de las facultades superiores en la estructura trascendental del sujeto. Razón y libertad son temas de los que siempre parte y a los que continuamente retorna. La amplitud de su planteamiento filosófico le permite abrir su indagación hacia cuestiones específicas del ámbito económico, social o cultural, con lo que sus hallazgos antropológicos quedan contrastados en campos aparentemente ajenos a su ontología del ser humano. Su amplia bibliografía es clara muestra de la universalidad de sus intereses intelectuales, que cubrían la práctica totalidad del saber filosófico.
Antonio Millán-Puelles (Alcalá de los Gazules, Cádiz, 1921–Madrid, 2005), filósofo y escritor, ha dejado como legado, además de su ejemplo de pensador hondo y riguroso, una obra incomparable en el pensamiento hispano de su generación.
Con bastante probabilidad, el olvido o la incomprensión de que todo ser humano es persona constituyen uno de los males más profundos de nuestra época. Las páginas de este libro ofrecen una imagen de la mujer y el varón centrada justamente en su condición personal. Explican, por tanto, en qué consiste ser persona y las propiedades más relevantes de la persona humana: su grandeza, su extrema singularidad, su índole espíritu-corpórea, su capacidad de innovar, el modo en que armoniza intimidad y trascendencia… Además, consideran con detalle los factores que más contribuyen al desarrollo personal: la apertura a la verdad, la libertad, el amor, la sexualidad, el trabajo. Y concluyen con un análisis detenido y sumamente esclarecedor de la felicidad y de las paradojas que su consecución encierra.
El DISCURSO DE METAFÍSICA, escrito por GOTTFRIED WILHELM LEIBNIZ (1646-1716) hacia 1684, permaneció inédito hasta mediados del siglo xix. Julián Marías -anotador y traductor del volumen- expone, en un largo estudio preliminar, la importancia crucial de la obra, que ofrece «como en un mapa el panorama espiritual de Europa en uno de sus momentos capitales» y constituye «el resumen más denso y sistemático del pensamiento del siglo xvii». Sus páginas plantean los grandes problemas de la época: la actitud ante el pasado filosófico (desde Grecia hasta la escolástica), el método, el origen de las ideas, la comunicación de las sustancias, la interpretación del hombre como razón, la libertad, la Gracia, la persona, la moralidad, el mal, el infinito y Dios, cerrando en el momento de su publicación la etapa de la historia de la filosofía que abriera Descartes con su «Discurso del método» (H 4406) y que predominó en Europa durante casi tres siglos.