Hoy la idea de ley divina se ha vuelto extraña e incluso, para algunos, ofensiva. Sin embargo, ha dominado las creencias y las costumbres durante casi tres milenios. La alianza entre Dios y la ley, forjada en la Grecia antigua y en la tradición bíblica, ha asumido formas diferentes en el judaísmo, el cristianismo y el islam. Rémi Brague describe en La ley de Dios la larga génesis de esta alianza, su desarrollo en cada una de las tres religiones medievales, y finalmente de su disolución con la modernidad europea, a través de la relectura de los textos fuentes de la filosofía y el pensamiento religioso. En el judaísmo de la diáspora, la Ley se erigía como la única presencia de Dios en medio de un pueblo que había perdido su reino y su Templo: coincidía con Dios. Es con el cristianismo cuando nace y se desarrolla su separación. El Dios cristiano ya no es solamente el legislador del tiempo de los judíos, es la fuente de la conciencia humana y comunica la gracia que permite obedecer a la ley. Esta separación dará posteriormente forma a las instituciones políticas de la cristiandad medieval, tanto al Imperio como a la Iglesia. Por el contrario, el islam se convertirá cada vez más en una religión centrada completamente sobre la Ley, que preside el conjunto de las prácticas de los hombres a partir de la caída del califato. A diferencia de las dos religiones bíblicas, aquí es Dios quien debe dictar directamente la Ley. Con la modernidad, la alianza entre Dios y la ley será denunciada y después expulsada de la ciudad: nuestro Dios ya no es legislador, nuestra ley ya no es divina. Pero ¿cómo es un mundo, como el nuestro, en el que el hombre se concibe como único soberano? ¿Cómo una ley sin huella de lo divino puede ofrecer razones para vivir?
Tras ejercer como profesor de filosofía en la universidad de Jena, Fichte tuvo que abandonar su cátedra en 1799 a causa de las acusaciones de ateísmo (panteísmo, spinozismo) vertidas contra su filosofía.
Un año después, ya en Berlín, publica El destino del hombre, con el fin de hacer llegar sus ideas a cualquiera que «sencillamente sea capaz de comprender un libro». El resultado final supera, sin embargo, estas humildes expectativas, ya que el lector asiste sorprendido a un genial y riguroso ejercicio de filosofía primera.
En dicho ensayo, Fichte aborda alguna de las cuestiones que se habían planteado en la triste disputa de Jena sobre «el ateísmo», pero también se ocupa de la difícil fundamentación del yo a partir de la acción. La obra reviste, por otra parte, un interés historiográfico, ya que ayuda a entender la evolución del idealismo alemán. No obstante, su mayor logro consiste en plantear con gran libertad literaria cuestiones que siguen siendo centrales para la filosofía actual: la conciencia inmediata, la intuición, la intersubjetividad o la existencia misma de una conciencia moral.
La obra muestra cómo los escritos que Santo Tomás de Aquino realizó en su madurez, aunque datan del siglo XIII, tienen mucho que ofrecer al lector de filosofía moderna interesado en la naturaleza de la mente humana, y en la relación entre el intelecto y el deseo, entre el cuerpo y el alma. Kenny hace accesibles aquellas partes del sistema de Santo Tomás que tienen un valor perdurable. No presupone conocimiento alguno de latín o de historia medieval, y refiere el sistema de Santo Tomás a una tradición de filosofía de la mente que Wittgenstein y Ryle inauguraron en la comunidad anglo-americana. En una reflexión introductoria, Kenny plantea la pregunta por qué es pertinente volver a estudiar a Tomás de Aquino en el presente. La respuesta que ofrece se divide en dos puntos. Por un lado, se puede caracterizar el pensamiento de Aquino como precursor de la filosofía analítica anglo-sajona "bajo el interrogante ¿Qué podemos saber" a diferencia de la pregunta propia a la tradición hermenéutica: ¿Cómo sabemos?
Kenny demuestra, gracias a su larga dedicación al estudio de la obra de Aquino, que su teología y su fe son compatibles con una filosofía "mundana"; despierta el interés por Aquino y da una orientación muy clara a través de la obra tan inmensa de Santo Tomás.
El libro guarda cierta relación con Acción y conducta de Stephen L. Brock, recientemente publicado por Herder. Al mismo tiempo las dos obras no se sobreponen en absoluto, sino que se complementan de forma excelente. Evidentemente, también se trata de pautas diferentes, ya que Kenny reconstruye una filosofía de la mente y Brock una filosofía de la acción.
INDICE:
I. Origen de la Filosofía Contemporánea. El Idealismo alemán.
Fichte. Scheling. Hegel
II. La inversión del hegelianismo.
La izquierda hegeliana. Feuerbach. El materialismo histórico y dialéctico de Marx
III. La reación anti-racionalista.
Schopenhauer. Kierkegaard. Nietzsche. Freud.
IV. El empirismo sociológico del XIX
El positivismo de Comte. Liberalismo y pragmatismo.
V. La filosofía vitalista.
El evolucionismo de Bergson. El historicismo de Dilthey
VI. La fenomenología.
Husserl. Scheler. Hartmann.
VII. El existencialismo.
Introducción. Jaspers. Heidegger. Marcel. Sartre.
VIII. Últimas referencias.
Evolución posterior del positivismo. El estructuralismo. EL realismo metafísico. El pensamiento sociológico del XX.
Bibliografía
Este libro obedece al empeño de fundamentar nuestro conocimiento de Dios a partir del conocimiento de las criaturas. La intención primeramente teológica de comprender el sentido del nombre de Dios como “El que Es” (Ex 3, 14) preside, alienta y da una singular profundidad a esta reflexión racional acerca del ser creado.
Se tocan en este texto los grandes tema de la filosofía primera y se abordan con valentía las principales dificultades que pueden encontrarse para comprender la tesis radical de Tomás de Aquino, según la cual el mismo ser es lo más perfecto de todas las cosas.
Este libro aborda el pensamiento moderno desde la reforma protestante y el renacimiento, hasta la muerte de Hegel. La original temática filosófica de este período es presentada con claridad y profundidad en la figura de los representantes principales de las diversas corrientes que lo componen.
El racionalismo, el empirismo y la ilustración son estudiados desde la perspectiva del representacionismo moderno. Por su parte, el trascendentalismo kantiano es explicado aquí tanto en sus tesis principales cono desde el relieve que ha tenido para la configuración del idealismo alemán.
Esta nueva historia de la filosofía moderna aporta las claves para la comprensión de la modernidad filosófica en sus doctrinas más significativas. Proporciona además de un modo concluyente las bases para entender el surgimiento de lo que se denomina la etapa contemporánea de la filosofía.
José Luis Fernández Rodríguez es Catedrático de Metafísica y Profesor Ordinario de Historia de la Filosofía Moderna en la Universidad de Navarra.
María Jesús Soto Bruna es Profesora Agregada de Historia de la Filosofía en la Universidad de Navarra.
Ambos autores han publicado varios libros y numerosos artículos en revista nacionales e internacionales sobre la problemática de la época moderna: tanto Bruno, Descartes, Malebranche, Spinoza, Leibniz, Berkeley y Hume, como Kant y Hegel han sido objeto de su estudio.
Una de las dificultades de la antropología y la ética, no sólo en la vida práctica sino también en el plano especulativo, es la del conocimiento de las causas del error. El error y la injerencia del no-ser en el discurso es una temática abordada por los principales filósofos desde Platón, pasando por Aristóteles y Tomás de Aquino, hasta Kant y los analistas del lenguaje contemporáneo.
La problemática del error se trata aquí desde sus razones últimas, analizando el ser del hombre, que es quien propiamente se equivoca. Las facultades superiores del hombre, inteligencia y voluntad, de suyo, no cometen errores, sino el ser humano como un todo. Con este punto de mira, se intenta hacer una exploración ontológica, antropológica y ética de las causas del error.
Ante el creciente interés por la formación de las emociones, se propone estudia en esta obra la educación de los afectos bajo una perspectiva diferente: interpretando el pensamiento de Tomás de Aquino.
Partiendo del estudio de la antropología y la ética tomistas, estudia el dominio que la razón ha de ejercer sobre el mundo afectivo y el método específico para conseguirlo, ofreciendo orientaciones prácticas para que el educador incida sobre el gobierno suave y político de las pasiones que sugiere la vida virtuosa.
La educación de la afectividad es un asunto de práctica en el ejercicio de la autoridad, en el que los padres se esfuerzan, también con su ejemplo, en enseñar a sus hijos a esforzarse por entregarse firme y libremente al bien de los demás.
José Manuel Roqueñi, doctor en Pedagogía por la Universidad de Navarra, se ha dedicado a la enseñanza de las humanidades y ha ocupado cargos directivos en varias instituciones educativas en México.