
Federico Ruiz Salvador es un reconocido especialista en teología espiritual y en el pensamiento de Juan de la Cruz. Este libro-homenaje recoge algunas colaboraciones suyas en torno a la espiritualidad como ciencia, el crecimiento espiritual, el hombre espiritual, el camino místico, la mistagogía… Se abre con una presentación del pensamiento del autor debida a J.D. Gaitán de Rojas, y se cierra con la bibliografía de toda su producción bibliográfica (1958-2009) elaborada por M. Diego Sánchez. Un volumen para comprender a un representante de la espiritualidad contemporánea.
Gran parte de la experiencia recibida del Espíritu para la lenta configuración del carisma ignaciano se contiene en las Constituciones de la Compañía de Jesús. Es todavía un texto en el que hay que seguir profundizando para ir enriqueciendo nuestra comprensión de la espiritualidad ignaciana. No es tarea fácil. El P. André de Jaer, SJ nos ofrece un libro que integra el conocimiento histórico y el rigor textual junto con la rica experiencia de haber acompañado numerosos procesos personales de crecimiento en Cristo según la propuesta del Instituto de la Compañía de Jesús. En un lenguaje claro y directo y en un tono «sapiencial» se comenta toda la sabiduría del maestro Ignacio para ayudar a formar el sujeto ignaciano más apto para trabajar en la Viña del Señor.
He aquí una lectura decisiva para recobrar en nuestra cultura fragmentada la cohesión y la belleza de la mirada cristiana sobre el mundo. Esta obra, aunque formada por artículos redactados en momentos diversos, muestra una profunda unidad, la que le otorga el modo original y profundo que tiene Guardini de leer la Divina Comedia. Pocas veces la concepción cristiana de la vida alcanzó una versión poética tan elevada como en la Divina Comedia. Guardini considera esta obra la máxima expresión de una visión cristiana de la existencia, una visión del más allá, entreverada con una honda preocupación por lo histórico, lo concreto, los acontecimientos singulares del mundo, en su apertura hcia lo divino. Dante es para Guardini el representante de una visión antropológica centrada en el corazón del hombre abierto a lo divino.
La obra de San Ignacio de Loyola tiene un exponente principal en el librito de los Ejercicios Espirituales. He aquí una nueva edición, manual, práctica, que pretende servir únicamente como libro de cabecera o de ayuda rápida para hacer los Ejercicios Espirituales personales. Adjuntamos a ella, y como lectura complementaria, su Autobiografía.
«El haz luminoso de la espiritualidad cristiana se refracta en diferentes espiritualidades inspiradas por las diversas formas de existencia cristiana y sus distintas misiones específicas. Todas tienen un sólido fondo común. Todas tienen asimismo su específica singularidad. Un presbítero secular no es un monje ni un religioso ni un laico. Menos aún un “religioso rebajado” o un “laico promocionado”. Es portador y deudor de una específica espiritualidad».
Este libro presenta varios acentos centrales de la espiritualidad del presbítero. En primer lugar, la estructura del ministerio, explicitada en la Escritura y elaborada por la teología, en la coyuntura histórica que nos toca vivir. Por ello, el primer capítulo presenta la trayectoria de la vida de un sacerdote, que se despliega en diversas etapas, cada una de las cuales comporta posibilidades y dificultades, oportunidades y tentaciones.
El segundo capítulo se propone contemplar la relación singular del presbítero con la Palabra de Dios, de la que es a la vez oyente y transmisor.
«Elogio humano de la fidelidad» es el título del capítulo 3, donde se pone de relieve el papel central de la fidelidad en el ministerio sacerdotal.
En los capítulos 4 y 5 se abordan dos áreas prioritarias de la práctica pastoral de los sacerdotes: el acompañamiento espiritual personalizado a los creyentes, y la misión difícil y delicada de promover sobre todo las vocaciones al ministerio presbiteral.
JUAN MARÍA URIARTE, obispo emérito de San Sebastián, ha dedicado una parte importante de su ministerio a la atención de los sacerdotes, tanto en su vida espiritual como en su dimensión humana individual y colectiva. Ha dirigido muchas tandas de Ejercicios Espirituales y conoce perfectamente la entraña del ministerio y la problemática actual de la vida sacerdotal. En la Editorial Sal Terrae ha publicado Una espiritualidad sacerdotal para nuestro tiempo y, en colaboración, Ser sacerdote en la cultura actual.
Edición preparada por Mª Encarnación González Rodríguez, Postuladora de la Causa del Doctorado de San Juan de Ávila.
«Este libro es una obra de colaboración nacida del reconocimiento, el afecto, la admiración e incluso el seguimiento del Maestro Ávila. Porque, sin duda alguna, Juan de Ávila atrae. Atrajo mucho en su tiempo, hasta el punto de ser consejero y maestro no solo de grandes santos, sino también de un buen número de hombres y mujeres entre los que escuchaban su palabra, anclada siempre en la Palabra de Dios. Atrajo entonces, ha continuado atrayendo a lo largo de los siglos que nos separan de él y atrae también hoy. En todos los artículos habla el cariño, el afecto, la admiración y, por supuesto, el conocimiento de este Doctor de la Iglesia que supo aunar en magnífica concordia la más sólida y exquisita preparación académica con la más auténtica llaneza y sencillez. Que propuso un camino de santidad a todo género de personas tanto en el recogimiento de las iglesias y los conventos como en el bullicio de las calles, los mercados o las plazas. Que acertó a poner adecuadas palabras a la única Palabra que invariablemente transmitía en su enseñanza. Que hizo oración y vida su consejo y su predicación. Que fue maestro de santos, instrumento de sonadas conversiones, orientador de conciencias y guía seguro para todo el pueblo de Dios» (M.ª ENCARNACIÓN GONZÁLEZ RODRÍGUEZ, Postuladora de la Causa del Doctorado de San Juan de Ávila).
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“Habiendo entrado a las cinco y diez de la tarde en la capilla del Barrio Latino en busca de un amigo, salí a las cinco y cuarto en compañía de una amistad que no era de la tierra”.
No es frecuente en nuestros días que el relato en primera persona de una conversión alcance tantas ediciones, y pueda todavía encontrarse en las librerías después de más de cuatro décadas.
Su autor, André Frossard, ha sido uno de los intelectuales más influyentes del siglo XX en Francia. Este libro mereció allí el Gran Premio de la literatura católica, y es ya un clásico del género autobiográfico y testimonial.
André Frossard (1915-1995) fue periodista y escritor. Su padre fue uno de los fundadores del partido comunista francés, y líder del mismo durante 31 años. Se convirtió al catolicismo en 1935. Participó en la resistencia francesa, fue arrestado por la Gestapo y logró sobrevivir en la prisión de Montluc. Tras la guerra, fue redactor jefe de Temps présent, de L'Aurore, de Le Nouveau Candide, y cronista de Le Point, RTL, Paris-Match, etc. Colaboró como columnista en Le Figaro, y fue miembro de la Academia Francesa desde 1987. Juan Pablo II, buen amigo suyo, le otorgó la Gran Cruz de la Orden Ecuestre de Pío IX.
Introducciones de Luis Mª. Mendizábal. Transcripciones y notas de Ignacio Iparraguirre, Cándido de Dalmases y Manuel Ruiz Jurado
La Autobiografía y el Diario espiritual contienen la quintaesencia de la vivencia religiosa de San Ignacio de Loyola. Hay entre esas dos obras una íntima vinculación: representan la proyección exterior y la dimensión interior del itinerario del santo. Son como las dos caras de una misma moneda.
La Autobiografía responde a las instancias de los compañeros de Ignacio, que le urgían a que contara cómo el Señor le había guiado a lo largo de su accidentada existencia. El Diario espiritual, en cambio, nos habla de su peregrinación interior. Viene a ser como una mirada al microscopio por la que se aprecia la densidad espiritual del camino ignaciano.
Sinopsis: Futuro doctor de la Iglesia
San Juan de Ávila será declarado doctor de la Iglesia universal el próximo 7 de octubre.
Sin duda será un gran acontecimiento para toda la Iglesia que pondrá en luz a este nuevo doctor por su categoría de guía en la ciencia teológica, en la pastoral y en la espiritualidad.
Juan de Ávila (1500-1569), vivió en una época marcada por el cruce de culturas, los conflictos religiosos y el encuentro de la fe con las ciencias y el humanismo renacentista, siendo capaz de afrontar la realidad con experiencia profunda de Dios y hondura teológica.
Juan Esquerda, uno de los estudiosos que mejor conoce la vida y obra del santo patrono del clero secular español, ha sabido seleccionar para esta volumen una serie de pensamientos y fragmentos de entre los escritos del considerado “maestro de la confianza en el amor de Dios”.
«Con gran gozo, quiero anunciar ahora al pueblo de Dios… que próximamente declararé doctor de la Iglesia universal a san Juan de Ávila, presbítero. […] Invito a todos a que vuelvan la mirada hacia él y encomiendo a su intercesión a los obispos de España y de todo el mundo, así como a los presbíteros y seminaristas, para que, perseverando en la misma fe de la que él fue maestro, modelen su corazón según los sentimientos de Jesucristo, el Buen Pastor…»
(Benedicto XVI, Jornada Mundial de la Juventud, Madrid 2011)
Juan Esquerda Bifet, leridano, es muy apreciado por sus aportaciones a la espiritualidad sacerdotal, mariana y misionera en numerosas publicaciones. Profesor de la Universidad Urbaniana de Roma, fue director del Centro Internacional de Animación Misionera (CIAM). Desde hace varias décadas recorre el mundo dando a los sacerdotes charlas y cursos de renovación teológica y espiritual.
Pablo Domínguez Prieto recorre en estos Ejercicios espirituales el Padrenuestro y nos lleva a saborear "la oración de las oraciones". Hace que entremos y metamos el corazón y la razón en toda la riqueza que encierra la oración que Cristo enseñó a sus discípulos. Esta obra está íntimamente ligada a su testamento espiritual, Hasta la cumbre. Ambos libros póstumos son la transcripción de unos Ejercicios espirituales y expresan una misma situación interior y biográfica. Estos Ejercicios fueron dirigidos a un grupo de sacerdotes en Colombia en enero de 2009, veinticinco días antes de su muerte en el descenso del Moncayo.