Este libro se puede considerar como novedad ya que es una nueva traducción de la última y definitiva edición revisada y corregida de este clásico de la antropología.
¿Qué es el hombre?, ¿quién soy yo?, ¿cuál es el sentido de la existencia humana? Estos son algunos de los interrogantes que buscan respuesta en la antropología filosófica. En todas las épocas y niveles culturales, bajo formas y desde perspectivas distintas, han acompañado al hombre en su caminar. Hoy se plantea con mayor urgencia a todo el que quiere vivir su existencia de un modo auténticamente humano.
La presente antropología filosófica representa una forma concreta de leer e interpretar la existencia humana. A diferencia de otras ciencias sociales que estudian el comportamiento, la historia, la biología… de los seres humanos, aquí es el significado del hombre, su sentido lo que ocupa el lugar central.
Y aunque no pretende ser un tratado completo y definido de antropología, busca al menos mostrar aquellos rasgos esenciales que permitan dibujar la problemática y la imagen básica del hombre de todos los tiempos.
«Insight» es la obra maestra de Bernard Lonergan. Su propósito es ayudar a comprender lo que es comprender, destacando el momento en el que el lector singular descubre gozosamente que por fin algo se hace claro y comprensible para él. «Insight» se ocupa de los grandes temas de la epistemología, pero ante todo persigue el autodescubrimiento de las capacidades cognoscitivas del propio lector.
Para Lonergan un acto de intelección (insight) sobre lo que es un acto de intelección es la fuente de las ideas claras y distintas. Este «insight» añade a lo meramente dado una unificación explicativa (organización), una filosofía. Más aún, permite unificar y organizar lo que es conocido en las matemáticas, en las ciencias y en el sentido común; es, por tanto, la base de una metafísica verificable.
I. El acto de intelección en cuanto actividad: 1. Los elementos; 2. Las estructuras heurísticas del método empírico; 3. Los cánones del método empírico; 4. La complementariedad de las investigaciones clásicas y estadísticas; 5. El espacio y el tiempo; 6. El sentido común y el sujeto; 7. El sentido común en cuanto objeto; 8. Las cosas; 9. La noción del juicio; 10. La comprensión refleja.
II. El acto de intelección en cuanto conocimiento: 11. La autoafirmación del sujeto cognoscente; 12. La noción del ser; 13. La noción de la objetividad; 14. El método de la metafísica; 15. Los elementos; 16. La metafísica en cuanto ciencia; 17. la metafísica en cuanto dialéctica; 18. La posibilidad de la ética;
19. El conocimiento trascendente general; 20. El conocimiento trascendente especial.
En filosofía, ni se puede retroceder a antes de Heidegger ni es posible dar por buena su barbarie. La ardua tarea del filósofo consiste en aprovechar para la nueva filosofía lo que aquél no ha logrado integrar sabiamente en su enseñanza y que sigue vivo y lleno de porvenir en Platón, Descartes, Husserl y, desde luego, en el monoteísmo bíblico, entendido como fuente de sentido para la razón.
Lo primero a recuperar es el nombre mismo del tema central del pensamiento y de la vida espiritual entera: el ser humano (no el Dasein o el Ultrahombre). Pero sucede que la responsabilidad y el afán por definirlo sólo son comprensibles desde el trascender, la trascendencia, que se experimenta como deseo: deseo de lo otro, de lo absolutamente otro; anhelo activo de salir de la monotonía de uno mismo para ascender a la paz, al bien perfecto.
La trascendencia, entendida como acontecimiento, no es la plena realización de sí mismo. Es la bondad. Pero ésta no brota espontáneamente de mí (Mismo), sino que viene santamente ordenada por el mandamiento y la presencia del otro (Otro). El hombre cerrado sobre sí Mismo sólo se abrirá a la trascendencia cuando su deseo de alteridad absoluta sea despertado por la irrecusable expresión de Otro, que se insinúa en la dualidad del amor y se suscita plenamente en la fecundidad de este amor.
«Homo viator» agrupa una serie de conferencias, estudios y escritos inéditos que fueron pensados y redactados durante la ocupación nazi de Francia. En sus páginas, sin embargo, no existe rastro de desánimo y abatimiento, sino una gozosa esperanza fundada en ese «vivir soñando» que ya comenzaba a anticipar la ansiada liberación.
Gabriel Marcel considera que el ser humano está siempre en camino; por tal motivo la peregrinación se le revela como el único modo de responder a los diferentes interrogantes que se van planteando a lo largo de la existencia: el otro, la familia, la inmortalidad, los valores, la salvación, la experiencia del espíritu. Cada uno de estos temas tiene sentido si no se pierde de vista otra afirmación fundamental: el valor sagrado de la vida. Su reivindicación hace posible la verdadera esperanza.
Las obras del amor conforman una colección de «discursos edificantes», para Kierkegaard, la más alta forma del diálogo puro entre individuos. Publicada en las últimas semanas de 1847, esta obra intenta la aventura temeraria de explorar directamente la naturaleza esencial de lo cristiano. Páginas llenas de finura, belleza, densidad, veracidad y humor.
Kierkegaard parte del único presupuesto posible: Dios como amor absoluto. La única empresa que supera por principio infinitamente las fuerzas humanas es la aprehensión adecuada de la esencia del amor. Pero justamente por la virtud de esta trascendencia no hay relación existencial humana que esté del todo desprendida del ámbito del amor. Tratar de cualquiera de los acontecimientos que suceden en nuestra existencia es introducirse en una intrincada e infinita fenomenología de las obras del amor y de las respuestas humanas a ellas.
Obra maestra del gran filósofo alemán de la hermenéutica. Pocos textos contemporáneos de alta erudición han influido tanto en la filosofía, el arte y el pensamiento como este Verdad y método.
El fenómeno de la comprensión y la correcta interpretación de lo comprendido no es sólo un problema especifico de la metodología de las ciencias del espíritu- Ya desde su origen histórico el problema de la hermenéutica va más allá de las fronteras impuestas por el concepto de método de la ciencia moderna. Comprender e interpretar textos no es sólo una instancia científica, sino que pertenece con toda evidencia a la experiencia humana del mundo. Su objetivo es rastrear la experiencia de la verdad allí donde se encuentre e indagar su legitimidad. De este modo las ciencias del espíritu viene a confluir con las formas de la experiencia que quedan fuera de la ciencia; con la experiencia de la filosofía, con la del arte, con la de la misma historia. Formas de experiencia en alas que se expresa una verdad que no puede ser verificada con los medios de que dispone la metodología científica.
«Verdad y Método» intenta cumplir esta exigencia vinculando lo más estrechamente posible los planteamientos de la historia de los conceptos con la exposición objetiva de su tema. La meticulosidad de la descripción fenomenológica, que Husserl convirtió en un deber, la aplitud del horizonte histórico en el que Dilthey ha colocado todo su filosofar, así como la interpretación de ambos impulsos en la orientación recibida de Heidegger dan la medida que el autor desea aplicar a su trabajo.
Escribe Gadamer: «Ha llegado el momento de examinar, en su consistencia global, el esbozo teórico de Verdad y método, que recogía investigaciones en torno a la unidad de un todo filosófico, y averiguar si se advierten grietas en la coherencia del conjunto».
Etica y religión: 1. La moral exige no dejar pendiente el tema religioso; 2. Conocer en profundidad el tema religioso; 3. Definición de religión; 4. Existencia de Dios e historia de las religiones; 5. Opción por la confianza vital; 6. Constatación histórico-salvífica; 7. Coherencia moral.
El comienzo de la filosofía lo constituye la indagación de los pensadores griegos acerca de la razón primordial de todo, a la que denominan «Dios» o lo «Divino». La metafísica clásica considera a Dios como lo Primero y lo más Excelso, desarrollando la concepción de lo Uno Primordial, tal como aparece en el pensamiento de la antigüedad tardía.
El pensamiento cristiano está presidido, desde un principio y durante toda la Edad Media, por la idea de «Dios»; fundamenta esta idea filosóficamente y la sigue desarrollando. También los más insignes pensadores de la Edad Moderna profesan a su manera la creencia en la existencia de Dios, y hacen de ella el fundamento y el contenido principal de su filosofía.
En la actualidad existen no pocas personas en Occidente que viven y piensan como si Dios no existiera. Y sin embargo, en la mayor parte del mundo la fe religiosa conserva e incluso acrecienta su influencia. También hoy la filosofía puede sin duda esclarecer un gran número de cuestiones sobre la existencia y presencia de Dios.
Hay dos modos de entender la filosofía que han quedado clásicamente representados para siempre: el uno, en los capítulos iniciales de la Metafísica de Aristóteles; el otro, en la Defensa de Sócrates escrita por Platón.
Según el primero, de nada necesita menos el hombre que de la filosofía. Para que ella nazca, el hombre tiene que haber alcanzado el «ocio» perfecto. De acuerdo con esta visión, la filosofía se reduce a tesis, pruebas e hipótesis. Todo en perfecta objetividad.
Desde la perspectiva socrática, por el contrario, la filosofía es imprescindible para vivir. Mejor aún, es un modo de vida, el único modo posible de vida humana verdadera. En este sentido, las proposiciones, las pruebas y las hipótesis pasan a ser partes vivas del hombre, y el pensar se convierte en el más pleno de los sentimientos, en la obra moral por antonomasia, en el camino para perseguir la santidad de Dios mismo.
Scheler muestra que el sentir, los sentimientos y las leyes que rigen la vida emocional no tienen su origen primero en la psicología, sino en la ética, de tal manera que su conocimiento permite elaborar una teoría completa sobre la persona, una auténtica antropología.
Esencia y formas de la simpatía (1923) es, junto con su Ética (1916), uno de los textos que mejor exponen su teoría de los sentimientos. Tres son las cuestiones principales que se abordan. En primer lugar, la empatía, es decir, aquellos procesos de congratulación y de compasión que están en el sustrato más antiguo de toda conducta simpatizante. En segundo lugar, el amor y el odio, entendidos positivamente como formas peculiares de comportarse ante los objetos que tienen valor.
Por último, la percepción del yo ajeno, conocimiento al que se accede mediante la simpatía y el amor. En este sentido, el autor postula un realismo directo a la hora de conocer el yo propio y el ajeno, pues éste y sus vivencias pueden ser percibidos interiormente del mismo modo que lo es el yo propio.
Se recogen en este volumen varias conversaciones que mantuvo, durante los tres últimos años de su existencia, el filósofo Ludwig Wittgenstein con su colega el profesor O. K. Bouwsma. Dada la reticencia de Wittgenstein a publicar sus ideas personalmente (sólo publicó en vida un libro filosófico, el Tractatus logico-philosophicus), constituyen un testimonio singular de gran parte de los problemas que más le habían obsesionado durante su trayectoria intelectual.
Además, estas Últimas conversaciones no sólo resultan apasionantes por constituir una suerte de compendio final de sus preocupaciones filosóficas, sino que en ellas Wittgenstein aborda con cierto detenimiento esferas culturales sobre las cuales había guardado cierto silencio con anterioridad: la religión, la ética, sus propias preocupaciones vitales, que se exponen aquí de un modo mucho más explícito que en gran parte de su obra previa.
El método típico de la filosofía analítica empleado por Ross se revela sumamente fecundo. Entre sus frutos se cuenta la refutación, ya clásica, de la teoría utilitarista del deber y el rechazo del subjetivismo axiológico.
El libro está dividido en siete capítulos: 1. El significado de «correcto»; 2. ¿Qué hace correctos a los actos correctos?; 3. El significado de «bueno»; 4. La naturaleza de la bondad; 5. ¿Qué cosas son buenas?; 6. Grados de bondad; 7. La bondad moral