La Crítica del Juicio apareció en 1790, antes de que hubieran podido publicarse la Filosofía zoológica (1809) de Lamarck y el Origen de las especies (1859) de Darwin, las dos grandes obras que consolidaron científicamente, cada una a su modo, la teoría de la evolución. Pese a ello Kant, probablemente familiarizado con las teorías evolucionistas de pensadores franceses de su tiempo, especuló audazmente sobre el problema, contemplando la posibilidad de que eventuales «arqueó1ogos de la naturaleza», explorasen el origen y la progresiva generación de las diversas especies vivas a partir de una forma de vida primitiva, a la manera como él había investigado ya el origen común de las diversas razas humanas. Pero, sin negar que la vida haya podido surgir de la naturaleza inorgánica por causas exclusivamente mecánicas, pensaba que semejante proceso quedaría siempre fuera del alcance de nuestra comprensión. La clave de la respuesta está en la condición hipotética y heurística, por no decir «virtual», de los principios del juicio. La idea central de Kant es, ya lo sabemos, que el «abismo infranqueable» que se abre entre el edificio de la filosofía teórica y el de la práctica «tiene que» ser cubierto por un puente que nos viene requerido por el concepto mismo de libertad. Nuestro deber inexorable de cumplir el mandato absoluto de la ley moral «exige» que sea posible que el hombre despliegue su libertad en el mundo de la naturaleza.
Según Husserl, «nuestras meditaciones han llegado hasta el punto en que ya se ha hecho evidente el estilo necesario de una filosofía en cuanto filosofía fenomenológica trascendental; y, correlativamente, en lo que concierne al universo de lo que es real y posible para nosotros, el estilo de la única interpretación posible de su sentido, a saber, el idealismo fenomenológico trascendental. [...]» Meditaciones cartesianas es el resultado de unas conferencias que dio Husserl en París después de su jubilación en la cátedra de filosofía de Friburgo; es, por tanto, una obra de plena madurez. Insatisfecho, según su costumbre, del texto de las conferencias parisinas, Husserl se puso inmediatamente a refundirlo con la esperanza de hacer de él la obra por antonomasia de su pensamiento, empeño que, perseguido en muchas ocasiones a lo largo de su vida, tampoco consiguió del todo esta vez. Ello explica que hubiera optado por dejarlo inédito en vida y sólo se publicara entonces una insuficiente versión francesa. Con todo, se trata de una de sus obras más acabadas y que ha tenido mayor repercusión histórica en medio de la inmensa producción literaria de su autor.
Platón escribió: «Si Uno no es, entonces nada es.» Este libro discute de un modo sumamente original los argumentos filosóficos a favor y en contra de la existencia de Dios. El autor reexamina las críticas racionalistas clásicas a la creencia religiosa y mantiene que, en un sentido, esas críticas son válidas: la creencia religiosa no puede justificarse por medio de argumentos filosóficos del tipo de los que usan los racionalistas. No obstante, esos mismos argumentos implican ciertas presuposiciones arbitrarias y contestables. El profesor Kolakowski arguye convincentemente que sólo dentro del contexto de la religión pueden adquirir validez las normas morales y cognoscitivas. El choque entre ilustración y religión es real; sin embargo, en último término, constituye un conflicto sobre prioridades en la jerarquía de valores, más que una lucha entre la razón y el error.
Tras la muerte de Locke, su heredero lord King encontró entre loos papeles del filósofo un escrito sin título ni fecha. Se trataba de un compendio del Ensayo sobre el Entendimiento Humano, redactado por el propio Locke: justamente el epítome que Jean Le Clerc tradujera al francés y piblicara en su Bibliothèque universelle en 1688, antes de que el Ensayo fuese dado al mundo. La traducción que aquí se ofrece, primera de este escrito en castellano, se basa en el orginal inglés -todavía no recogido en la edición canónica de las obras de Locke- editado por el albacea del gran pensador.
El compromiso político de Martin Heidegger es un tema recurrente que ha ocasionado ya varias oleadas polémicas entre los filósofos y, últimamente, también en la gran prensa europea. Los tres escritos escogidos en este volumen son los principales documentos, salidos de la pluma de Heidegger, acerca de la fase más controvertida y extraña de su itinerario filosófico: su colaboración con el nazismo.
La Metafísica de las Costumbres ocupa un puesto clave en el proyecto kantiano referido a dos ámbitos: el del conocimiento de la naturaleza y el de lo que es posible por la libertad. Si los Anfangsgründe constituyen el desarrollo sistemático de los conceptos básicos descubiertos por la primera Crítica, La Metafísica de las Costumbres desarrolla los conceptos básicos desentrañados por la Crítica de la Razón práctica. De ahí que figure el sistema de la libertad. Precisamente porque esta idea presenta dos dimensiones —interna e interna—, dos serán las partes de esta obra que se reedita: la Doctrina del derecho y la Doctrina de la virtud. La reflexión sobre el derecho, prefigurada en algunos aspectos en el Gemeinspruch y La paz perpetua, cobra aquí fuerza sistemática al contemplar la articulación entre derecho privado, político, de gentes y cosmopolita, así como las relaciones entre derecho y moral; mientras que la Doctrina de la virtud, cuyo fundamento se encuentra en la Grundlegung y en la segunda Crítica, examina la capacidad humana de proponerse fines y adquirir virtudes, haciendo posible la encarnación de la razón práctica.
Signo expresivo del pensamiento de su autor, el Discurso del método (1637) es también huella fehaciente de las tensiones y problemas de una época. Confluencia de diferentes proyectos, la articulación del texto se observa, más que en el discurso del método como tal, en la tarea de fundamentar el nuevo saber —teórico y práctico— moderno. El estilo autobiográfico, más vivo en la Parte I, opera como máscara que acentúa un determinado gesto: destruir críticamente el viejo edificio del saber y alzar sobre otros cimientos el saber moderno. La Parte II especifica el cimiento epistemológico (metodológico), iniciado en las Reglas, y formula la exigencia de nuevo fundamento (ontológico). El nuevo saber es también práctico; de ahí el esbozo original de la moral —Parte III—, que desarrollará en Cartas y en las Pasiones del alma. La meditación metafísica de la Parte IV —continuada en Meditaciones metafísicas— constituye uno de los signos de la época moderna, al darle un fundamento de su figura mediante una determinada interpretación de lo existente y de la verdad. Nuevo signo es la ciencia física de la Parte V, donde resuenan El Mundo y la voz polémica de Galileo. En la Parte VI aparece un tercer signo, la máquina o la técnica, aplicación práctica del saber
La serie de artículos recogidos en este volumen constituye una exposición de las opiniones epistemológicas de Karl R. Popper, más sistemática de lo que a primera vista pudiera parecer, dada la estructura de la obra. El autor, uno de los filósofos de la ciencia más sólidos y audaces del siglo XX, expone aquí algunas de las claves fundamentales de su pensamiento. El punto de partida de su epistemología es el realismo del sentido común, realismo crítico por cuanto que afirma constantemente —en contra del mito del «marco teórico»— la necesidad de poner en tela de juicio el propio punto de partida. Sin embargo, el autor rechaza la teoría del conocimiento del sentido común que concibe el conocimiento como un proceso pasivo —teoría del cubo—, consistente en acumular los datos directamente recibidos a través de los sentidos, para situar en su lugar una concepción activa del conocer —teoría del reflector—, necesariamente ligada a expectativas previas; de modo análogo a como ocurre en el proceso de la evolución biológica. Tanto la evolución como el desarrollo del conocimiento exigen una estructura innata genéticamente a priori —aunque no válida a priori—, que suministra el material de partida que la selección natural o la crítica racional han de modificar para producir el siguiente estadio de desarrollo. Desde esta perspectiva se lleva a cabo la crítica del inductivismo, poniendo en tela de juicio el carácter definitivo de toda pretensión de conocer, abogando por una crítica continua y sin fronteras de todas sus instancias, que no son más que conjeturas provisionales.
La Enciclopedia Oxford de Filosofía es la mejor y más completa obra de este género en tamaño portátil de cuantas existen actualmente publicadas en el mundo. De ahí que no sorprenda el formidable éxito que tuvo su primera edición española. Ahora, casi ocho años después, ve la luz en nuestra lengua una segunda, revisada y notablemente aumentada. Ninguna otra obra similar garantiza como ésta el fácil y provechoso acceso a esos dos templos tan venerables del saber como son el panteón de los grandes fi lósofos, clásicos y modernos, y la colosal tela de araña de conceptos, teorías e instrumentos metódicos, tanto tradicionales como actuales, que tiene prendido al pensamiento fi losófi co de todos los tiempos. El secreto está quizá, como advierte Ted Honderich, coordinador principal de este libro, en que lo que con él se nos ofrece no es tanto una enciclopedia más o menos rígidamente organizada y más o menos mecánicamente expuesta, como un fiel compañero —un companion según gustan decir los ingleses— que pretende ser para nosotros lo más amigable, servicial y confortable que le sea posible.
Isaiah Berlin, original historiador de las ideas, rescata la inquietante figura de uno de los más incondicionales adversarios de la Ilustración, Johann Georg Hamann. El trabajo de Berlin no sólo saca a la luz un nuevo capítulo del pensamiento reaccionario —en el que Hamann ocupa sin duda un lugar destacado—, sino que sugiere ciertas dimensiones de la reflexión y la expresión que fueron suprimidas por las ideas ilustradas. Hamann, al señalar estas pérdidas —en el ámbito de la creencia, el lenguaje y la corporalidad—, es principalmente un crítico insobornable de todo exclusivismo. La obra y la figura del Mago del Norte —sobrenombre que complacía a Hamann— da que pensar, en especial, en el alcance que Berlin ofrece a sus ideas. "Soy un admirador de los enciclopedistas, los grandes materialistas liberales del siglo XVIII que llevaron a cabo la tarea de burlarse y minar una gran cantidad de cosas oscurantistas y odiosas en la Europa de la época [...]. Voltaire fue el liberador más grande de los tiempos modernos.” El homenaje de Isaiah Berlin a la Ilustración es inequívoco —escribe Henry Hardy en el prólogo a la edición española de esta obra—. Sin embargo, en su reflexión hay una línea crítica al pensamiento ilustrado, particularmente a su confianza en la construcción por la razón humana de un saber “completo”. Una crítica similar podemos encontrar en Popper, pero la reflexión de Berlin presenta características propias, nada afines al carácter popperiano: su atención a las fuentes y al desarrollo del Romanticismo, y su preocupación por la diversidad de las culturas.