"¿Qué cosa hay tan tuya como tú mismo? ¿Y qué cosa hay menos tuya que tú mismo?" Estas palabras de san Agustín pueden condensar la base de experiencia humana sobre la que se asienta la visión creyente del hombre. Porque nada hay más nuestro que la fraternidad y nada hay menos nuestro que el ser realmente hermanos. La Antropología Teológica, en este sentido, no pretende añadir nada a las diversas determinaciones humanas que otros saberes descubren y estudian (corporalidad, autoconciencia, necesidad de un "mundo", socialidad, sexualidad, capacidad de progreso, de razonamineto, de juego...) Simplemente descubre que todas esas determinaciones humanas se encuentran bañadas por una doble luz contradictoria:
En todos esos contenidos, el hombre es, a la vez, particularidad universalizada, relatividad absolutizada, creatura-imagen de Dios. Y esta base contradictoria se agudiza aún más, primero, por el pecado del hombre ("egoismo potenciado"), que diviniza su propia particularidad limitada instaurando estructuras de dominio o pervirtiendo las estructuras de fraternidad que otros intentaron crear; y luego, por la "mirada benevolente de Dios", que sigue ofreciendo al hombre la posibilidad de valer absolutamente, pero no por lo que él haga o tenga, sino por el Amor de Dios que se le ofrece como llamada y como proyecto: un "proyecto de hijo" que se verifica en el seno de una vocación a la fraternidad, en el seno de un "proyecto de hermano".
La lenta trayectoria de esa Gracia, que libera al hombre de sí mismo para liberarlo para los demás y que es ofrecida a todos (creyentes explícitos o no), es lo que más detenidamente se estudia en esta obra, valiéndose para ello de un doble recurso fundamental: el recurso a la experiencia humana, que es simplemente lenguaje y gramática para el mensaje de la fe, y el recurso a la historia de la teología, cuyas duras experiencias van marcando un difícil camino entre la "derecha" jansenista, que cree poder afirmar a Dios a costa de la fraternidad humana (y que hoy revive, según el autor, en muchos movimientos involucionistas), y la "izquierda" pelagiana, que cree poder realizar lo fraterno (es decir: lo divino) del hombre al margen de la Gracia de Dios.
Al acabar esta trayectoria, tal vez el lector se atreva a repetir que, a pesar de tantos crímenes y a pesar de tantos pesares, "hay en el hombre más cosas dignas de admiración que de desprecio".
La simbólica es un libro que marca una nueva época en la teología católica. Möhler (1796-1838) se adelanta a su tiempo y, por encima de las discuciones de escuela, se propone bucear en el conocimiento del Misterio revelado que es el objeto de nuestra fe. Ante este misterio, las formulaciones dogmáticas son los “símbolos” que nos remiten a la realidad misma de Dios y de su plan salvador. Desde esta perspectiva, que sabe diferenciar entre lo nuclear de la fe y sus representaciones, el autor se introduce en la disputa entre católicos y protestantes ofreciendo luces nuevas. Trata temas tales como el hombre en su estado original, el hombre caído, la justificación, los sacramentos y la Iglesia.
Obra maestra, punto de arranque de lo mejor de la teología contemporánea, e importante para comprender los actuales acuerdos entre católicos y luteranos. Esta edición se presenta enriquecida con el minucioso trabajo llevado a cabo por los profesores Pedro Rodríguez y José Ramón Villar, a quienes se debe la introducción y las notas.
En este primer tomo se recogen artículos anteriores al Concilio, en los que el autor propone una nueva forma de enfocar la dogmática a partir de planteamientos novedosos: un enfoque histórico y existencial, así como la comprensión interna de su evolución. Rahner desarrolla este método en algunos de los grandes temas dogmáticos sobre Dios, Jesucristo, María y la Gracia
Un libro para todas aquellas personas a las que se ha confiado la formación y acompañamiento de los candidatos a la vida religiosa durante la etapa del noviciado y a sus colaboradores. Habla del noviciado como ámbito institucional, de la figura del maestro/a (su "ser") y del hacer o el "saber hacer" del maestro/a . Indispensable en todo Noviciado y casa de formación.
San Román, José
Misionero Claretiano, nacido en Aranda de Duero (Burgos) en 1946. Recibió la ordenación sacerdotal en 1971. Estudió en España y Roma (Universidad Pontificia Salesiana), especializándose en temas de formación. Durante muchos años Maestro de Novicios y Formador en España, actualmente desarrolla tareas formativas en Bolivia. Gran conocedor, en primera persona, de las problemáticas relacionadas con la Primera Formación, sobre todo el Noviciado.