
El resumen de toda la predicación de Jesús (“el Reinado de Dios está cerca”) puede retraducirse hoy como “otro mundo es posible desde el Dios que anuncia Jesús”. Según los evangelios, ese anuncio de Jesús implica, además de la fe, una conversión que debe ser personal y estructural. Esta segunda quiere alcanzar a todo el mundo, pero afecta sobre todo a la Iglesia, que debe ser sacramento de ese Reinado de Dios.
El anterior párrafo permite comprender la estructura de todo el libro. Primero hay que acercarse lo más posible a los hechos (o al recuerdo y el efecto que dejaron éstos en los seguidores de Jesús) para intuir lo que Jesús entiende por “Reinado de Dios”. Los evangelios permiten atisbar muy claramente que Dios no reina cuando los hombres le dan culto, sino cuando “el hombre vive” (san Ireneo), y vive hasta la plenitud misma de la vida, que consiste en la plenitud de la comunión de los hombres entre sí y con Dios.
En segundo lugar, el libro intenta adivinar lo que debería ser una Iglesia “sacramento de esa comunión”, contraponiendo la eclesiología del Vaticano II a la de todas las reacciones contrarias a él, que siguen concibiendo una iglesia como sociedad “perfecta” porque ha sido dotada por Dios de autoridad y poder para regir el mundo. En las mismas categorías de la eclesiología del Nuevo Testamento (Pueblo de Dios, Cuerpo de Cristo y Morada del Espíritu) se percibe la conversión que necesita hoy una institución que acepte el anuncio de Jesús.
Finalmente, la conversión, además de estructural, ha de ser sobre todo personal. La tercera parte ofrece algunas pinceladas sobre la existencia cristiana en un mundo donde, infinidad de veces, más parece reinar lo que Jesús llamaba “el Príncipe de este mundo” que la paternidad de Dios anunciada por Jesús: la primacía de las víctimas, la forma jesuánica de orar, la radicalidad del seguimiento de Jesús o la visión de nuestra historia desde ese horizonte...
Las tres partes de la obra se estructuran así en torno a un célebre endecasílabo de Pere Casaldáliga, quien, después de confesar que vive “al acecho del Reino diferente”, define su existencia cristiana como la de un “guerrillero del mundo, de la Iglesia y de mí mismo”.
JOSÉ IGNACIO GONZÁLEZ FAUS, profesor emérito de la Facultad de Teología de Cataluña, enseñó Cristología en Barcelona y Antropología Teológica en la Universidad Centroamericana (UCA) de El Salvador. Ex-director de la Revista Selecciones de Teología y actual responsable académico del Centro “Cristianisme i Justícia”, colabora habitualmente en diversos medios escritos de la prensa nacional y en revistas especializadas. Es autor de numerosos libros, entre los que destacamos:
La humanidad nueva
Ensayo de Cristología
Proyecto de hermano
Fe en Dios y construcción de la historia
Acceso a Jesús
Identidad y crisis del cristianismo
La autoridad de la verdad
El rostro humano de Dios
Fiel a su proyecto sistemático, el autor ha elaborado un tratado sobre el poder y sus dramaturgias. Recuerda que el atractivo de Maquiavelo deriva de su capacidad para hacer teoría a partir de figuras concretas de dominación, y en esto le copia. ¿Por qué se desea tanto el poder? ¿Cómo se consigue? ¿Cómo se mantiene? ¿Cómo se pierde? Centrándonos en el poder político, ¿cómo lo ejercieron los superpoderosos Augusto, Mahoma, los señores renacentistas, el papado, Napoleón, Hitler, Churchill, Stalin, Roosevelt, Kennedy, Rockefeller, las multinacionales? ¿Quién manda en el mundo? ¿Se puede hacer política manteniendo las manos limpias? Los filósofos clásicos no entendían el fenómeno de la obediencia. «¿Por qué tantos se someten a tan pocos?», se preguntaba Hume. Acaso en el alma humana haya un afán oculto de sumisión y otro afán patente de libertad. Hay una pasión de dominar y una pasión de ser dominado. Este libro apasionante explora los múltiples laberintos contenidos en un laberinto. «Interesantísimo libro para una época de crisis galopantes y poderes desatados» (Jesús Ferrer Solà, Turia).
El objetivo de la presente obra nos lo sugiere su titulo: brindar una breve introducción a quienes se encaran pro primera vez con la teología pastoral y ofrecerles los temas más relevantes de esta parte de la teología. En la teología pastoral cada día hace sentir más fuertemente su presencia la sicología pastoral. El autor incluye un breve discurso sobre esta disciplina.
Cuando a finales de los años cincuenta Joseph Ratzinger era un joven teólogo, dictó un curso en Viena sobre el concepto «hermano» según el cristianismo.
¿En dónde radicaba la originalidad de este análisis? ¿Por qué sigue siendo válido?. He aquí las cuatro tesis que defiende: 1) la fraternidad depende del concepto que se tenga de la paternidad de Dios y de cómo sea Dios; 2) la fraternidad cristiana está siempre por delante de los lazos biológicos (familia) y sociales (ciudadanía); 3) el cristiano es antes de nada y sólo hermano del cristiano; 4) el cristiano es hermano para servir a los que están fuera de la comunidad cristiana.
«Siempre es tiempo de evangelización. Siempre es el tiempo del primer anuncio. Dios nos da el don de la fe de una vez para siempre, pero nosotros tenemos que renovarla cada mañana. Consciente de mis limitaciones, ofrezco estas páginas a cuantos sienten la inquietud de descubrir los nuevos caminos de la evangelización, aquí, en España, en estos momentos de prueba y en los años venideros que no serán mucho mejores. Con estas páginas querría llamar la atención de los pastores y educadores cristianos para que centren sus esfuerzos en lo fundamental, en lo que nos hace capaces de profesar y vivir la fe gozosamente en un medio inhóspito y hostil».
1. Un lenguaje sobre Dios; 2. Desde el reverso de la historia; 3. Dar testimonio de la resurrección; 4. El sentido del quehacer teológico; 5. Su relación con las ciencias sociales; 6. El conflicto en la historia; 7. Verdad y teología; 8. El camino de la liberación; 9. La misión liberadora de la Iglesia.
El título y subtítulo del presente libro aclara su contenido: Misión y ministerios laicales. Mirando al futuro. A lo largo de doce capítulos, el autor toma el pulso al estado de la Iglesia actual a partir de los denominados ministerios y servicios que pueden realizar los laicos. Pero, además, reflexiona sobre su teología y propone sugerencias pastorales para ahondar en tales servicios y mejorarlos en bien del pueblo cristiano.
Los primeros capítulos esbozan una teología fundamental de los ministerios a partir de sus elementos esenciales (misión, corresponsabilidad, vocación, relación con los distintos sacramentos) y del lugar que la mujer puede ocupar en la Iglesia (La mujer y los servicios y ministerios en la Iglesia, cap. 4).
Los capítulos siguientes presentan siete familias básicas de ministerios y servicios: catequista-guía del catecumenado; educador cristiano; comunicador cristiano; ministerio de sanación; promotor de la pastoral familiar; ministerio de la reconciliación y la pacificación; ministerio de la animación litúrgica y de la comunión.
La conclusión del libro esboza el futuro de los ministerios y servicios con una mirada amplia, esperanzada y urgente. Y puesto que todo ministerio dinamiza y estimula a la comunidad de creyentes que sirve, se invita a articular la propia Iglesia desde esta ministerialidad abierta y corresponsable, adulta y participativa.
El presente volumen es una preciosa selección de solidísimas lecturas espirituales que bien podrían llamarse un curso completo de espiritualidad a la vez copiosoy sintético. Notables son la cvlaridad y la sobria objetividad en la exposición de las ideas. El autor sabe escoger en todo momento, en el inmenso campo de la mística y de la ascética, aquellos temas de más fácil comprensión y se remonta desde ellos a la contemplación de las verdades más sublimes de la revelación.
Los pensamiento que aquí se proponen a los cristianos han ido madurando y coordinándose en el transcurso de muchos años como fruto de una íntima meditación personal y de una perspicaz experimentación en frecuentes jornadasde espiritualidad.
Nunca el espíritu ha encontrado mejor guía de caminantes que esta obra, trazada al ritmo de nuestra vida contemporánea, pero con la visión siempre fija en el abismal misterio de la divinidad.
No hay que darle más vueltas: sólo quien está convencido de ser conocido personalmente por Jesús, logra acceder al conocimiento de él; y únicamente quien tiene la seguridad de conocerle tal cual es, se sabe también conocido por él.
Dos de los rasgos que sin duda caracterizan la cultura actual son la laicidad, o sea, la pretensión de vivir las distintas realidades de la existencia sin ponerlas en relación con Dios, y el respeto y aprecio del pluralismo, que conlleva el rechazo a la imposición de cualquier creencia o verdad.
En principio, ambas ideas podrían considerarse contrarias tanto a la fe cristiana, que precisamente quiere encontrar a Dios en todos los ámbitos de la vida, como al monoteísmo, que postula la existencia de una única realidad absoluta.
La genialidad de la reflexión teológica de Adolphe Gesché parte de no aceptar tal conflicto. Para él resulta obligado esforzarse por dialogar con la mentalidad moderna y sus valores si se quiere seguir hablando bien de Dios y bien del hombre. En este sentido, el cristianismo debe recuperar de su interior aquellas afinidades que le conectan con el ateísmo y con el rechazo a las verdades absolutas, para alcanzar la única verdad que promueve la comunión de todas las sensibilidades verdaderamente humanas. Sólo así podrá profundizar en la paradoja que caracteriza su ser.