En este libro, inédito hasta ahora en español, descubrimos un ensayo brillante del Gilson maduro, una disertación otoñal sobre las ideas más queridas del gran medievalista, presentadas en tres niveles: la filosofía cristiana en general, la metafísica de Tomás de Aquino, y la manera en que Gilson interpreta ésta. Gilson, que no duda en declararse tomista, expone las razones filosóficas que que le llevan a encontrar en santo Tomás un gran maestro. A la vez perturbador y luminoso, este texto plantea de nuevo las cuestiones del ser y la esencia, de los fines y las causas, de la relación entre el Dios de la filosofía y el Dios de la Revelación, de ese Dios que se ha llamado a sí mismo `El que es`, y de la manera innovadora en que Tomás repropuso la tradición. Todo ello hace de esta Introducción una magnífica puerta de entrada a Tomás de Aquino, a Gilson como intérprete de Tomás y a Gilson mismo.
«Dicho de otro modo, el hecho decisivo definitorio del hombre como ser consciente, como ser que recuerda, es el nacimiento o la `natalidad`, o sea, el hecho de que hemos entrado al mundo por el nacimiento. El hecho decisivo definitorio del hombre como ser desiderativo era la muerte o la mortalidad, el hecho de que dejaremos el mundo con la muerte. Temor a la muerte e inadecuación de la vida son las fuentes del deseo. Gratitud por el don absoluto de la vida es, en cambio, la fuente del recuerdo, pues incluso en la desdicha se celebra la vida: `Ahora eres desdichado y aun así no quieres morir, no por otra razón que por querer vivir`. Lo que últimamente aquieta el temor a la muerte no es la esperanza o el deseo, sino el recuerdo y la gratitud: `Da gracias por querer ser como eres, pues podrías ser liberado de la existencia que no quieres. Pues tú quieres ser y no quieres ser desdichado`. Esta voluntad de ser bajo cualquier circunstancia es la señal distintiva de la religación del hombre a la fuente trasmundana de su existencia. A diferencia del deseo del `bien supremo`, tal religación no depende en rigor de una volición; más bien caracteriza la condición humana como tal». La lejana tesis de doctorado fue objeto de profunda revisión sistemática por parte de la propia Hannah Arendt en el momento de su plenitud reflexiva, en la primera mitad de la década de los sesenta. Seguramente esta elaboración ---que no llegó a publicarse en vida de la autora pero que ha quedado recogida en la traducción española--- arroja una nueva luz sobre aspectos cruciales de la teoría arendtiana de la acción: la noción de natalidad como fuente perpetua de novedad, la idea de un mundo específico del hombre que surge precisamente por amor al mundo, la relevancia del prójimo en la construcción de este mundo, etc.
John Henry Newman, una de las figuras religiosas más destacadas del siglo XIX, cuya influencia llega hasta nuestros días, tuvo también una exitosa carrera como novelista. Perder y ganar, su primera novela, relata la historia de Charles Reding, un joven en búsqueda de la fe en el Oxford victoriano. En gran medida autobiográfica, fue la primera obra que Newman publicó después de su conversión al catolicismo. Esta conmovedora obra se sitúa enteramente por primera vez en el mundo universitario de Oxford, y refleja con ironía, lucidez y delicadeza el ambiente social y cultural de la época, junto a la evolución intelectual y religiosa de su protagonista.
El corazón del mundo es un libro escrito en clave poética que quiere abrir los ojos del corazón del hombre. El corazón del mundo es la Iglesia, nacida del corazón de Cristo. Esta Iglesia, engendrada con dolor en la cruz, engendra cada día a Cristo en medio de continuos sufrimientos. Pero en ella se dilata gozosamente el corazón de Cristo hasta convertirse en el corazón del mundo y a través de ella la sangre de Cristo circula por el cuerpo de la historia. La alianza entre Cristo y la Iglesia constituye el sentido del mundo. Y el sentido del mundo es el amor.
«La noche de mi muerte ocurrieron cosas extrañas en mi apartamento parisino...». Un Jean Guitton casi centenario imagina en Mi testamento filosófico su muerte, su entierro y su juicio. En su lecho de muerte dialoga con Pascal sobre las razones para creer en Dios, con Bergson sobre las razones para ser cristiano y con Pablo VI sobre las razones de ser católico. Durante su entierro conversa sobre el arte con el Greco, sobre el mal con de Gaulle, sobre el amor y la poesía con Dante y sobre la filosofía con Sócrates. En su juicio intervienen santa Teresa de Lisieux y François Mitterrand... Una obra de deliciosa lectura, en la que uno de los filósofos católicos más importantes del siglo XX renueva las cuestiones esenciales sobre el sentido de la vida y nos regala un testimonio lleno de sabiduría y humildad.
«Es evidente que las `cuatro cosas últimas`, que es como se suele designar en cristiano a la muerte, el juicio, el cielo y el infierno, no pueden constituir una especie de episodio añadido a la existencia humana, [sino que] repercuten ciertamente en toda la existencia temporal como explicación última de su sentido: aquí sale a la luz lo que la vida era y es».
Este libro, inédito hasta 2005 y lleno de la coherencia y riqueza verbal características de Hans Urs von Balthasar, es fruto de años de estudio sobre la materia. En él, el autor consigue diseñar una teología inconfundible, centrada en Cristo y finalizada en Dios, para ayudar al hombre contemporáneo a responder a sus preguntas sobre las cosas últimas.
«El tema sobre el cual se hablará aquí sin pretensiones es de tal importancia, que le interesa hoy de un modo central a la Iglesia y a los cristianos. En la divergencia de los dos aspectos unidos en el título está la razón de toda la amenaza y de toda la atrofia del cristianismo actual. Y dado que es muy difícil volver a unir estos aspectos, una vez que han sido separados, preferimos intentar considerarlos desde la esfera donde tienen su origen, en el que, fecundándose eternamente entre sí, están entrelazados el uno con el otro. Una reforma nunca se hace pegando piezas rotas, sino como dice Isaías: `Saldrá un vástago del tronco de Jesé, y un retoño de sus raíces brotará` (11,1)» (de la Observación previa del autor).
«No actuar según la razón es contrario a la naturaleza de Dios» (Manuel II Paleólogo) Diversos intelectuales de primera línea, provenientes de diferentes países, tradiciones religiosas y posiciones culturales, se dan cita en este libro para recoger el desafío planteado por Benedicto XVI en su célebre lección magistral en la Universidad de Ratisbona en septiembre de 2006: ampliar la razón. Desde diferentes perspectivas, coinciden en proponer un nuevo humanismo que integre de manera nueva la relación entre fe y razón. «En el diálogo de las culturas invitamos a nuestros interlocutores a esta amplitud de la razón» (Benedicto XVI)