Nueva edición. La vida de la Iglesia siempre ha sido rica en personas cuyo amor por Cristo definía la totalidad de su existencia. Es también el caso de Joseph Ratzinger, protagonista de excepción del cambio de milenio, quien pone de manifiesto en esta autobiografía, plena de sentido del humor, inteligencia y pasión, que toda su vida ha estado y está marcada por le lema que escogió para su escudo episcopal: «Cooperatores veritatis». Como no podía ser de otro modo, al hilo de su historia personal, el autor repasa los grandes problemas de la Iglesia en este siglo, dando una visión plena de lucidez e inteligencia. Más allá de otros libros también de corte biográfico ya publicados, generalmente en forma de entrevistas, Su Santidad Benedicto XVI abre su corazón de par en par en esta obra al lector
Hoy no está de moda hablar de Dios. Será quizá porque son pocos los hombres que hablan con Dios. El cristiano sabe que mal se puede hablar de Dios si no se tiene el valor de callar, de apagar los ruidos que a diario nos aturden. Hablar con Dios, hablar de Dios es, primero y fundamentalmente, callar nosotros y dejar que Dios nos hable, escucharle.
De la mano de uno de los teólogos más grandes de nuestro tiempo, H.U. von Balthasar, este libro acerca a la única y verdadera fuente de la oración cristiana: el encuentro personal con Jesús de Nazaret, Palabra definitiva de Dios a los hombres. Éste es también el principio que debe alimentar toda praxis verdaderamente liberadora en la vida del cristiano: en Jesús, Dios se encarnó y se hermanó de una vez para siempre con los hombres.
Obra cumbre de la escritora noruega Sigrid Undset (1882-1949), Cristina, hija de Lavrans está considerada la mejor novela histórica del siglo XX. Narra la vida de Cristina, una joven inmersa en un mundo de pasiones y desesperanzas. Ambientada en la Noruega del siglo XIV, la obra recoge a través de un variado elenco de personajes un paisaje donde la fe aún convive con los restos de las costumbres paganas.
Sigrid Undset recibió el Premio Nobel de Literatura en 1928.
Desde su ordenación como pastor anglicano hasta su muerte como cardenal católico, la figura de Newman no deja de sorprender por la coherencia de su trayectoria. En estos Sermones parroquiales, un clásico de la espiritualidad cristiana que ha inspirado a todas las generaciones de cristianos desde su predicación entre 1825 y 1833 hasta hoy, se encuentran ya las semillas de todos los grandes temas que el teólogo inglés desarrollará durante su vida y obra. Desde la cercanía del párroco y no desde la distancia del teólogo, demostrando su enorme conocimiento de la psicología humana, de la Sagrada Escritura y de las tentaciones y pruebas que atraviesan los cristianos en el mundo, nos introduce en los temas centrales del cristianismo y la salvación. El presente volumen es el primero de la serie completa de los Sermones parroquiales. Con la fuerza, frescura y la audacia en él habituales, Newman vuelve a desafiar nuestra razón y conmover nuestro corazón.
«La Iglesia experimenta concretamente lo que es y debe ser al mirar a María. Ella es su espejo, la medida pura de su ser, porque es totalmente a la medida de Cristo y de Dios, está `plenamente habitada` por él. ¿Y qué sentido tiene el que exista una ecclesia, si no es el de convertirse en morada de Dios en el mundo? Dios no actúa con abstracciones. Es persona, y la Iglesia es persona. Cuanto más nos hacemos personas, cada uno de nosotros, persona en el sentido de habitable para Dios, de Hija de Sión, tanto más nos hacemos uno, y más somos Iglesia, y más es la Iglesia ella misma».
«Acaso volverá a decirse que yo pretendo `condenar en bloque` tres siglos historia humana y `colver a la Edad Media`. Nada más falso. Este libro está vuelto hacia el futuro, hacia el inmenso futuro que exige de nosotros una mirada clara y nuevas fuerzas. Lo que en realidad representa el peso muerto del pasado que pasa es la herencia espiritual de Lutero, de Descartes, de Juan Jacobo. De estos cadáveres de ideas que aún nos tienen cogidos es de lo que importa que nos liberemos. No vamos a pedirle al pasado más que lo que no pasa; no efímeras formas, sino sabiduría duradera y armas espirituales. En una palabra: hoy no se puede tomar el propio impulso más que yendo muy hacia atrás en el tiempo; pero no vamos hacia atrás sino para saltar mejor».