
Esta obra fue proyectada, más que como un libro, como el inicio de un movimiento filosófico continental. Es decir, los autores de las contribuciones tienen conciencia de que la tarea que han asumido es de tal envergadura que no pueden sino cumplirla parcialmente. Los trabajos a todo lo largo y ancho de toda la región latinoamericana sobrepasan a los especialistas de la historia o de temas expuestos en el orden nacional. Cuando debe abordarse la temática tal como lo exige una obra sobre la filosofía latinoamericana, se encuentran dificultades tales como la falta de bibliotecas especializadas en este tema regional, de especialistas que hayan tratado los temas, de que se hayan estudiado suficientemente los asuntos para poder instaurar diversas hipótesis que permitan fecundos debates. Todo comienza entonces por obtener los materiales bibliográficos y temáticos necesarios. Esto no se logra en corto tiempo: exige años de perseverancia en los que los autores se dan cuenta de los límites de la empresa. Por ello, mucho más que el lector, son los mismos editores y autores de esta obra los que tienen conciencia de que solo se ha iniciado la extracción de un precioso metal de una rica mina casi inexplorada en su conjunto.
En este ensayo, inédito hasta ahora en español, J.H. Newman quiere responder a la acusación de escepticismo que le atribuían ciertos intelectuales. Para ello expone su característico modo de entender la razón, de modo que este breve escrito puede considerarse un documento-guía para la comprensión de uno de los conceptos clave de su obra. Newman aparece ante nosotros como un filósofo que trató de comprender la realidad concreta del creyente desde su propia vivencia intelectual, volitiva y emocional. Sin embargo, las intuiciones plasmadas especialmente en este escrito dejan constancia de un trasfondo metafísico sólido, el trasfondo que delata un sistema consistente en el que toda facultad, y señaladamente la razón, tiene su lugar, pero también sus límites.
Publicada en 1921, en un periodo de intensa actividad creativa, “La tía Tula” debe su riqueza e intensidad –como observa José-Carlos Mainer en el prólogo a esta edición– a las contradicciones o a la superposición de los materiales que le dieron origen. A la historia de la mujer que renuncia a una vida propia para hacer el papel de madre de los hijos de una hermana muerta se añaden elementos recurrentes en la obra de Miguel de Unamuno (1864-1936), como la pelea por la fe religiosa, el dilema entre el mérito y el reconocimiento exterior o el histrionismo, la sinceridad de la vida moral y la conciencia del dolor.
Obra de claro sustrato autobiográfico, LA REPETICIÓN (1843) retoma y redondea, al menos en su primera parte, el análisis que hiciera SÖREN KIERKEGAARD (1813-1855) de la compleja relación que sostuvo con su novia Regine Olsen y que tan decisiva resultó a la postre en su trayectoria existencial y filosófica. En efecto, si en «Diario de un seductor» (H 4484) examinaba las artes con que se ganó el afecto de la muchacha y en «Temor y Temblor» (H 4419) el “salto al vacío” que supuso la ruptura de su relación, «La repetición» –obra recompuesta tras llegar a conocimiento de Kierkegaard el nuevo compromiso de la que fuera su amada– consolida y explica la decisión del autor de dejar atrás definitivamente la condición de “hombre estético”, atrapado por el plano terrenal, para comprometerse en un camino de mayor trascendencia. Igualmente en esta colección: «El concepto de la angustia» (H 4473) e «In vino veritas» (H 4494).
En nuestra época domina más la impaciencia por tener que la paciencia de ser. Y sin embargo, aquel que lo «tiene» todo no necesariamente «es» el más importante. En este sentido, aunque la metafísica se interesa por las cuestiones reales, más aún lo hace por la profundidad de nuestros pensamientos y de nuestras decisiones, es decir, por el «ser».
Las páginas de este libro muestran que, incluso en las comunicaciones más anodinas, toda persona se guía por paradigmas propios que suelen pasarnos desapercibidos. El término «ser» expresa tales paradigmas; su sentido revela ante todo la libertad y la diversidad, el don, su acogida y su respuesta. Por otra parte, el «ser» pone de relieve la aceptación de los unos y los otros. Así, la analogía, como tema central de la metafísica, se explica a partir de este marco de la comunicación libre, donde tiene lugar el «ser del lenguaje».
En todo caso, el «ser» no es simple fruto del acuerdo alcanzado entre las personas. Los seres humanos viven juntos porque ello les ha sido dado como don previamente. Los trascendentales de la metafísica (la unidad, la bondad, la verdad, el bien, y la santidad) significan este don y constituyen el «lenguaje del ser».
El presente libro es un penetrante estudio sobre el estado de la humanidad en el mundo contemporáneo que analiza, sobre todo, las cosas que el hombre y la mujer son capaces de hacer. Así pues, se centra en una discusión sobre la labor, el trabajo y la acción –los tres capítulos centrales de la obra— y se refiere tanto a las capacidades humanas cuyo motivo esencial es atender a las necesidades de la vida (comer, beber, vestirse, dormir...) como a la sublimación de éstas en otra más trascendental, la capacidad de ser libre. A la vez análisis histórico y propuesta política de amplio alcance filosófico, La condición humana no sólo es la clave de todas las obras de Hannah Arendt, sino también un texto básico para comprender hacia dónde se dirige la contemporaneidad.
Frédéric Lenoir relata aquí el destino paradójico del cristianismo y nos invita a releer los Evangelios desde una perspectiva radicalmente nueva.
La democracia y los derechos humanos tienen su origen en Occidente y no en India, China o el Imperio Otomano. El motivo es que Occidente se apoya en la tradición cristiana cuya base no es solamente religiosa sino ética y filosófica.
El mensaje de los Evangelios se fundamenta en la fe en Dios, pero Cristo enseña también una ética de alcance universal: dignidad igualitaria, justicia y distribución de los recursos, no violencia, emancipación del individuo respecto del grupo y de la mujer respecto del hombre, libertad de elección, separación de la política y la religión, fraternidad humana.
En el siglo iv, cuando el cristianismo se convierte en religión oficial del imperio romano y la sabiduría de Cristo se ve en gran parte eclipsada por el poder eclesiástico. Renace mil años después, cuando los pensadores del Renacimiento y de la Ilustración se inspiran en la «filosofía de Cristo», según la expresión de Erasmo, para liberar las sociedades europeas del poder opresivo de la Iglesia y fundar el humanismo moderno.
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La presente traducción de Ser y tiempo —segunda en el mundo de habla castellana— es el fruto de veintitrés años de trabajo. El traductor tuvo sus primeros contactos con Martin Heidegger en 1961, permaneciendo en estrecha relación con él. Entre 1973 y 1975 concluyó la primera versión del texto, que el propio Heidegger conoció y aprobó. En 1988 preparó una segunda versión; esta vez en reuniones semanales con el editor de Heidegger en alemán, Friedrich-Wilhelm von Herrmann, y el apoyo de Hans-Georg Gadamer y el profesor Max Müller. Finalmente, en 1991 inició una tarea de cinco años con un equipo multidisciplinario de especialistas, que daría como resultado, en 1995, la tercera y definitiva versión. Con todo, y más allá de la historia, la traducción de Ser y tiempo de Jorge Eduardo Rivera C. constituye un hito para la filosofía actual.
En este libro, inédito hasta ahora en español, descubrimos un ensayo brillante del Gilson maduro, una disertación otoñal sobre las ideas más queridas del gran medievalista, presentadas en tres niveles: la filosofía cristiana en general, la metafísica de Tomás de Aquino, y la manera en que Gilson interpreta ésta. Gilson, que no duda en declararse tomista, expone las razones filosóficas que que le llevan a encontrar en santo Tomás un gran maestro. A la vez perturbador y luminoso, este texto plantea de nuevo las cuestiones del ser y la esencia, de los fines y las causas, de la relación entre el Dios de la filosofía y el Dios de la Revelación, de ese Dios que se ha llamado a sí mismo `El que es`, y de la manera innovadora en que Tomás repropuso la tradición. Todo ello hace de esta Introducción una magnífica puerta de entrada a Tomás de Aquino, a Gilson como intérprete de Tomás y a Gilson mismo.
«Dicho de otro modo, el hecho decisivo definitorio del hombre como ser consciente, como ser que recuerda, es el nacimiento o la `natalidad`, o sea, el hecho de que hemos entrado al mundo por el nacimiento. El hecho decisivo definitorio del hombre como ser desiderativo era la muerte o la mortalidad, el hecho de que dejaremos el mundo con la muerte. Temor a la muerte e inadecuación de la vida son las fuentes del deseo. Gratitud por el don absoluto de la vida es, en cambio, la fuente del recuerdo, pues incluso en la desdicha se celebra la vida: `Ahora eres desdichado y aun así no quieres morir, no por otra razón que por querer vivir`. Lo que últimamente aquieta el temor a la muerte no es la esperanza o el deseo, sino el recuerdo y la gratitud: `Da gracias por querer ser como eres, pues podrías ser liberado de la existencia que no quieres. Pues tú quieres ser y no quieres ser desdichado`. Esta voluntad de ser bajo cualquier circunstancia es la señal distintiva de la religación del hombre a la fuente trasmundana de su existencia. A diferencia del deseo del `bien supremo`, tal religación no depende en rigor de una volición; más bien caracteriza la condición humana como tal». La lejana tesis de doctorado fue objeto de profunda revisión sistemática por parte de la propia Hannah Arendt en el momento de su plenitud reflexiva, en la primera mitad de la década de los sesenta. Seguramente esta elaboración ---que no llegó a publicarse en vida de la autora pero que ha quedado recogida en la traducción española--- arroja una nueva luz sobre aspectos cruciales de la teoría arendtiana de la acción: la noción de natalidad como fuente perpetua de novedad, la idea de un mundo específico del hombre que surge precisamente por amor al mundo, la relevancia del prójimo en la construcción de este mundo, etc.