Es un libro de Filosofía de la Educación. Dentro del saber pedagógico, la misión de esta disciplina es reflexionar sobre los conceptos y la realidad educativa que ellos representan. Esta reflexión se realiza desde la perspectiva teleológica; esto es, desde la consideración del fin de la educación. Los distintos capítulos de este libro, con diferente temática y contenido, mantienen un hilo conductor común: la necesaria atención a la subjetividad en la actuación educativa. Los temas tratados son de apreciable diversidad. Sin embargo, todos ellos mantienen esa referencia común a la subjetividad. Esta referencia se halla más o menos explícita en cada capítulo, pero opera en todos ellos como tronco en el que se engarzan los diferentes asuntos tratados. Es una propuesta metodológica alternativa a la que ofrece el objetivismo de las llamadas «ciencias de la educación».
Este libro es un intento de responder al interrogante que había lanzado T.S. Eliot: ¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido con el conocimiento? Trata de un debate muy actual en el que muchos pretenden establecer una incompatibilidad entre la creencia en Dios –la Fe en lo sobrenatural– y la Ciencia. Para ello, se han seleccionado los grandes problemas que la Ciencia nos plantea en relación con la trascendencia, y se los ha considerado desde una perspectiva creyente. Como dice el autor, la Religión no es un instinto destructor como pretenden los «nuevos» ateos, ni una máquina para fabricar solidaridad social, impresa en el genoma humano como si se tratara de un gen específico, el gen de Dios. No es algo que hacemos los hombres. Su dimensión esencial es cosa de Dios. Al examinar las relaciones entre Ciencia y Religión, el autor se detiene en un examen detallado del problema del Mal en el mundo, que ha sido piedra de toque para la fe o la increencia de muchos científicos.
Trata de cada uno de nosotros. Ofrece una fundamentación inicial acerca del ser, dirigida a todo lector interesado en plantearse preguntas, o encontrar respuestas, sobre las razones últimas de la vida humana. El lugar que ocupan los sentimientos en nuestra existencia; la fundamentación de nuestro carácter digno; qué y cuáles son los valores; cómo saber apreciar lo importante, lo bello, lo serio, sin mezclarlo con lo que no es; qué es la libertad y cómo se mejora; por qué no ser escéptico y cómo acceder y aceptar la verdad; si caben los amigos, cómo y hasta qué punto; si el amor es una quimera; si la felicidad también, o por el contrario, cabe ser feliz y afirmar la vida a pesar de la presencia del dolor, de la traición, de la muerte. Por qué no ser individualista, la importancia del diálogo, la presencia del misterio y de lo religioso en nuestra existencia, el sentido de todo eso…
Se trata de “aprender a ver al hombre con nuestros propios ojos”. O, por lo menos, se trata de intentarlo, de no renunciar a priori a la aventura de pensar. Pensar el ser del hombre desde la perspectiva de lo que “puede llegar a ser”(a eso llamamos excelencia) puede parecer un atrevimiento, más aún en estos tiempos en que casi nadie sabe lo que eso significa, en que se renuncia a la belleza de un reto por miedo a perder la mediocridad de una existencia plana pero acomodada. Aún así, casi todo el mundo desearía ir a más. Nuestro propósito es, cuando menos, plantear algunas inquietudes que ayuden a lanzarse a ese proyecto.
La solemne proclamación del derecho de asociación de los fieles en el Concilio Vaticano II, así como las diversas perspectivas abiertas para su desarrollo por la Asamblea conciliar y reflejadas posteriormente en el Código de Derecho Canónico, han hecho posible una fecunda expansión de la realidad asociativa en la Iglesia, que presenta notables puntos de interés desde el punto de vista jurídico y pastoral. De esta materia se ocupó el VIII Simposio Internacional del Instituto Martín de Azpilcueta «Las asociaciones de fieles. Aspectos canónicos y civiles» celebrado en la Facultad de Derecho canónico de la Universidad de Navarra (Pamplona) durante los días 4 a 6 de noviembre de 2009. En este libro se ofrece una exposición sistemática de las principales cuestiones relativas a la dimensión jurídica del fenómeno asociativo, tanto en la vertiente canónica como civil, y se ofrecen criterios para el «prudente discernimiento» que el florecimiento de movimientos y comunidades eclesiales reclama de los pastores.
La misión del sacerdote se dirige a que toda la humanidad se convierta en Eucaristía, acción de gracias y alabanza, culto a Dios y caridad hacia el prójimo. El Papa actual ha aludido, en este contexto, a san Juan Crisóstomo cuando relaciona el sacramento del altar con el «sacramento del hermano» necesitado o del pobre, como dos aspectos del mismo misterio. El sacerdocio es como un don inmenso que pide humildad, caridad universal y servicio infatigable y generoso. No obstante, para hablar del sacerdote hay que hablar primero de Cristo, y luego –como ha señalado el Cardenal Walter Kasper– ante todo del sacerdocio común de los bautizados. El servicio de los sacerdotes a los cristianos y a todos los hombres, radica, según Benedicto XVI, en su pertenencia a Cristo: «Precisamente porque pertenece a Cristo, el sacerdote está radicalmente al servicio de los hombres: es ministro de su salvación, de su felicidad, de su auténtica liberación…». El sacerdote –escribía el entonces Cardenal Karol Wojtyla en un importante texto sobre la santidad sacerdotal– se encuentra, por así decirlo, en el centro mismo del misterio de Cristo, que abraza constantemente a toda la humanidad y al mundo, más aún a toda la creación visible e invisible.
El derecho, no está contemplado ni expuesto en el libro desde el punto de vista de la ley o norma. Ni el libro empieza hablando del orden social ni el concepto fundamental del sistema desarrollado en la ley. El concepto clave es el de lo justo o derecho en sentido realista: la res iusta – que decían los clásicos – o cosa justa. La razón de esta perspectiva reside en que el punto de partida adoptado es el del arte del derecho, es la de decir lo justo: el arte o ciencia práctica de lo justo y de lo injusto.
El tema del Derecho Natural, es el tema del valor y de la dignidad de la persona humana reducido a sus dimensiones jurídicas
La Creación es un aspecto esencial de la concepción cristiana de la existencia, que la razón no puede explicar del todo por sí sola.
Es un misterio de fe, que conduce al creyente a actitudes de asombro religioso, alabanza y adoración. Pero no se resuelve en consideraciones abstractas. Se encuentra cargado de implicaciones directas que atañen al sentido de la realidad, a la tarea de la persona humana dentro de un mundo al que debe perfeccionar, a la presencia del dolor, a las relaciones entre la visión religiosa y las concepciones del mundo propuestas por la ciencia: al desarrollo, en fin, de una teología de la tierra.
El misterio de la creación se ha escrito con el fin de que tanto los estudiantes de Teología como cualquier persona culta interesada en la fe cristiana, dispongan de un instrumento que les permita adentrarse en el crucial tema de las relaciones entre Dios y el universo creado, cuyo centro está constituido por el hombre y la mujer.