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«Decir a quiénes y para qué se destina es dar un libro la mejor definición. Éste se ha escrito para el público no especializado en lingüística, con objeto de informarle breve y claramente de lo que se sabe acerca del origen de las palabras castellanas comúnmente conocidas por la gente educada. He pensado, pues, en cuatro tipos de lectores: estudiantes de todas las disciplinas, aunque acordándome de que los de ciencias humanísticas y filológicas lo emplearán, naturalmente, más que otros; extranjeros cultos que tratan de adquirir del castellano un conocimiento algo sistemático, no meramente práctico; profesores que enseñan cualquier materia, eruditos no lingüistas y lingüistas especializados en otras lenguas, romances o no romances; y, en general y muy especialmente, todo el público educado de lengua castellana que no se contente con un conocimiento superficial de su idioma.» Joan Coromines
Joan Coromines (Barcelona, 1905 - Pineda de Mar, 1997) es autor de una inmensa obra filológica que lo ha convertido en uno de los lingüistas más reconocidos del mundo. Su vida y su obra se vieron marcadas profundamente por la guerra civil española, que le obligó a exiliarse, junto a su familia, en febrero de 1939. No volvió a España hasta su jubilación, en 1967, pero dedicó toda su vida académica al estudio de la lexicografía, la etimología y la onomástica, con especial atención a las lenguas castellana y catalana. De su vastísima obra hay que destacar, sobre todo, su Diccionario crítico etimológico castellano e hispánico (Gredos) y el Diccionari etimològic i complementari de la llengua catalana, que todavía hoy son obras de referencia en el ámbito de la filología románica. La obra de Joan Coromines ha sido reconocida con las máximas distinciones honoríficas de la sociedad civil catalana, así como con el Premio Nacional de las Letras Españolas en 1989.
Ludwig Wittgenstein (Viena, 1889 - Cambridge,1951) repensó todas las grandes cuestiones de la filosofía desde su fundamento mismo: la formulación. Si el siglo XX se caracterizó por el giro lingüístico, por la conciencia de que el pensamiento es en gran medida lenguaje, Wittgenstein radicalizó y profundizó esta conciencia en análisis lúcidos y certeros, de una riqueza que sigue abierta a sucesivas interpretaciones. La multitud de enfoques y líneas de investigación acerca del conocimiento, la verdad y la realidad que contienen sus escritos lo han convertido ya en uno de los grandes pensadores de referencia en Occidente; al mismo tiempo, el hecho de que no escribiera tratados sistemáticos ni tratara sus temas según el método tradicional de la filosofía académica hace que sea una de esas presencias inquietantes y no homologables en la historia del pensamiento, imposible de clasificar: una paradoja más en este singular autor. El arte de pensar wittgensteiniano queda para la historia como paradigma de aquello que escribió su compatriota Weininger acerca de la obligación moral frente a uno mismo de aspirar al genio, al amor intelectual a la verdad y a la claridad. A lo que remite el título de la por ahora insuperable biografía de Ray Monk, Ludwig Wittgenstein: El deber de un genio. Lógica y ética, es decir, filosofía y ética, en este sentido, son una y la misma cosa.
Este primer volumen incluye las dos obras principales de Wittgenstein: Tractatus logico-philosophicus (1921), que indaga en la esencia y el modo de funcionar de todo lenguaje, así como la relación entre éste y la realidad, y los halla en la relación entre las llamadas proposiciones elementales y los hechos atómicos, aunque esta constatación no hace más que desvelar nuevas dificultades lógicas, epistemológicas y ontológicas; y las Investigaciones filosóficas (póstumo, 1953), donde, tras un prolongado lapso de silencio, Wittgenstein replanteó varias de las cuestiones fundamentales de su positivismo lógico inicial, e introdujo la noción de "juegos de lenguaje" como puente entre el pensamiento lingüístico y el mundo. El tomo se completa con Sobre la certeza, conjunto de las anotaciones sobre conocimiento y certeza que Wittgenstein hizo en su último año y medio de vida.
Estudio introductorio de Isidoro Reguera (León, 1947), catedrático de Filosofía en la Universidad de Extremadura y director del Instituto de Filosofía de dicha universidad en Cáceres. Reguera es también traductor e introductor de Wittgenstein en España así como autor de diferentes entradas de la Terminología Científico Social y del Diccionario Crítico de Ciencias Sociales y, entre otros, de los siguientes títulos: Objetos de melancolía: Jacob Böhme; La miseria de la razón: El primer Wittgenstein y El feliz absurdo de la ética: El Wittgenstein místico.
Ludwig Wittgenstein (Viena, 1889 - Cambridge,1951) repensó todas las grandes cuestiones de la filosofía desde su fundamento mismo: la formulación lingüística. Si el siglo XX se caracterizó por el giro lingüístico, por la conciencia de que el pensamiento es en gran medida lenguaje, Wittgenstein radicalizó y profundizó esta conciencia en análisis lúcidos y certeros, de una riqueza abierta a sucesivas interpretaciones. La multitud de enfoques y líneas de investigación acerca de conocimiento, verdad y realidad que contienen sus escritos lo han convertido ya en uno de los grandes pensadores de referencia en Occidente; al mismo tiempo, el hecho de que no escribiera tratados sistemáticos ni tratara sus temas según el método tradicional de la filosofía académica hace que sea una de esas presencias inquietantes y no homologables en la historia del pensamiento (como Pascal y Nietzsche), imposible de clasificar: una paradoja más en este singular autor. El arte de pensar wittgensteiniano queda para la historia como paradigma de aquello que escribió su compatriota Weininger acerca de la obligación moral frente a uno mismo de aspirar al genio, al amor intelectual a la verdad y a la claridad. A lo que remite el título de la por ahora insuperable biografía de Ray Monk, Ludwig Wittgenstein: El deber de un genio. Lógica y ética, es decir, filosofía y ética, en este sentido, son una y la misma cosa.
Este segundo volumen agrupa varios textos de índole miscelánea, anotaciones que Wittgenstein no acabó de pulir para su publicación, pero que sin embargo arrojan una poderosa luz sobre su pensamiento, puesto que versan sobre los grandes temas epistemológicos que constituyeron su preocupación constante: varios diarios filosóficos de periodos distintos y espaciados, notas, lecciones y conferencias sobre lógica, ética, estética, psicología y creencia religiosa, cartas a destacados pensadores (Russell, Keynes, Moore)...
Estudio introductorio de Isidoro Reguera (León, 1947), catedrático de filosofía en la Universidad de Extremadura y director del Instituto de Filosofía de dicha universidad en Cáceres. Reguera es traductor e introductor de Wittgenstein en España, así como autor de diferentes entradas de la Terminología Científico Social y del Diccionario Crítico de Ciencias Sociales y, entre otros, de los siguientes títulos: Objetos de melancolía: Jacob Böhme; La miseria de la razón: El primer Wittgenstein y El feliz absurdo de la ética: El Wittgenstein místico.
Parece claro que la felicidad es el fin último al que aspira la vida humana. Pero ¿cuál es la verdadera esencia de la felicidad? A esta espinosa cuestión se enfrenta Aristóteles (384 - 322 a. C.) en la Ética a Nicómaco. Entre los muchos valores que es posible atribuir al filósofo de Estagira (Macedonia) se cuenta este texto, sin duda el más influyente y elaborado de sus escritos sobre ética. Resultado de la selección realizada por su hijo Nicómaco con las notas que el propio autor utilizaba para sus lecciones en el Liceo, la obra resume las claves de la reflexión moral de su autor. Y aún más meritorio es el hecho de haber sido él quien, por vez primera en la literatura universal,aborda la disciplina como rama filosófica independiente. Para Aristóteles, la ética, ciencia de los hábitos y el carácter, no es un saber meramente teórico, sino que despliega una dimensión práctica en la búsqueda de la virtud, el bien más preciado por ser patrimonio del alma. «La mayoría de los temas que la filosofía posterior a Aristóteles va a estudiar cuando intenta reflexionar sobre el amor y la amistad, han sido analizados o descritos en estas páginas esenciales de la cultura griega. En ellas descubrimos el territorio humano, desfigurado tantas veces por los estereotipos humanistas, sobre el que se asienta toda la obra de Aristóteles»
Ningún diálogo de Platón (c. 427 - 347 a. C.) ha sido tan leído, estudiado y comentado a lo largo de la historia como Fedón, que no es una mera serie de preguntas y respuestas sin otro objeto que poner en evidencia el error de una teoría o la verdad de un principio, sino una composición de distinto género, en la que, en medio de los incidentes de un argumento principal, se proponen, discuten y resuelven problemas complejos, que interesan a la vez a la psicología, a la moral y a la metafísica. Obra sabia, en la que están refundidos, con profunda intención, tres objetos muy diferentes (el relato histórico, la discusión y el mito), Fedónes tan rico de contenidos, que el apelativo de sobre el alma que le dio la Antigüedad parece quedársele pequeño. Desde luego, la parte fundamental del diálogo se destina a los argumentos a favor y en contra de la inmortalidad del alma, pero el Fedón contiene, además, el esbozo de la doctrina de las ideas, toda una teoría del conocimiento, la formulación de un ideal de vida y, dando unidad a todo ello, el maravilloso relato de los últimos momentos de Sócrates. Con este diálogo, Platón pretendió dejar, cual legado, un documento de cómo el filósofo se enfrenta con el momento supremo de la existencia: la muerte
Entre la reflexión filosófica y la teoría psicológica, Platón (c. 427 - 347 a. C.) nos ofrece con el Banquete una brillante y elaborada exposición de su teoría de los afectos. El diálogo, perteneciente al período de madurez, en el que el filósofo ateniense se interesa por la esencia ontológica de diversas ideas, presenta una estructura sencilla. Con motivo de una celebración en casa de Agatón, Erixímaco propone tras la comida que cada comensal realice un discurso en honor de Eros. Este particular escenario permite a Platón analizar, en toda su magnitud y complejidad,la naturaleza caleidoscópica del Amor. A través de seis discursos que encuentran su eje en este sentimiento, el autor desmenuza sus múltiples facetas: la naturaleza divina de Eros, sus diversas formas y manifestaciones, sus designios y anhelos, o su incidencia en la vida humana. Por estas páginas desfila, en suma, la consistente doctrina del amor platónica que constituye en sí misma su exaltación. La extensa producción de Platón alcanza con el Banquete una de sus cumbres y, con ella, lo hace también el conjunto del pensamiento occidental.<br/
Sobre el orador (completado en el 55 a.C.) es el más valorado de los tratados que Cicerón dedicó a la materia de la oratoria, de la que describe los principios generales para instrucción de los jóvenes que vayan a desempeñar cargos públicos en el estado. Está estructurado en varios diálogos, situados en la villa que Craso poseía en Túsculo y en los que los principales participantes son Craso, Marco Antonio, Q. Mucio Escévola el Augur (gran abogado como Cicerón), el cónsul Q. Cátulo y el orador C. Julio César Estrabón.
Craso sostiene que el orador debe poseer un amplio conocimiento de las ciencias, de la filosofía y, sobre todo, del derecho civil (un ideal ambicioso que sin duda expresa el criterio de Cicerón); Antonio, menos exigente en sus demandas y según un planteamiento utilitarista, se contenta con que sea capaz de agradar y convencer, sin que por ello precise de grandes conocimientos, y se extiende sobre los métodos para persuadir a los jueces (aunque al día siguiente reconoce que sólo ha contradicho a Craso por el gusto de discutir) ; César trata del ingenio y el humor, que le habían dado gran fama, con un repertorio de chistes que refleja los gustos y la mentalidad de los romanos, y una clasificación de recursos humorísticos en setenta y cinco capítulos (216-90); Craso, por último, se ocupa de los estilos y las figuras de dicción (de especial interés es el tratamiento de la metáfora): se advierte en estos razonamientos que Cicerón valoraba el lenguaje en relación con la poesía. En conjunto, se concluye que el perfecto orador ha de ser un «hombre íntegro» formado en una educación liberal sin precedentes.
Todo lo esencial del María Moliner ha pasado sin menoscabo a su versión reducida. El corpus actual del Abreviado está constituido por 45.000 entradas, algunas más si entran en el cómputo los derivados incluidos como sublema, un repertorio que supera en un doce por ciento el del anterior, lo cual es resultado del notable incremento de vocesque aporta la tercera edición con respecto a la segunda. Es una cobertura importante que ofrece una visión precisa del español vigente hoy en todos sus registros (culto, formal, coloquial, vulgar), tanto en España como en América, sin excluir las terminologías especializadas que entran a formar parte de la cultura general
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«Nada hay más legítimo, desde el punto de vista de la historia general de la filosofía, que preguntarse qué fue de los problemas filosóficos propuestos por los griegos durante los catorce primeros siglos de la era cristiana. Sin embargo, si se quiere estudiar y comprender la filosofía de esta época, hay que buscarla donde se encuentra, es decir, en los escritos de los hombres que se consideraban abiertamente teólogos, o que aspiraban a serlo. La historia de la filosofía en la Edad Media es una abstracción tomada de la realidad más vasta y global que fue la teología católica en la Edad Media.»
Étienne Gilson (1884-1978), filósofo e historiador de la filosofía, ofrece una gran panorámica del pensamiento desde los orígenes patrísticos hasta finales del siglo XVI, un paisaje intelectual mucho más rico y variado de lo que se cree a menudo, con cimas destacadas (Juan Escoto Erígena, san Anselmo, santo Tomás de Aquino, Guillermo de Ockham...) sobre un fondo de gran profundidad (filosofías árabe y judía, fundación de las universidades...). Con este renovador estudio de conjunto, Gilson elimina dos tópicos que, por desidia, se mantienen como difusas nociones generales: que no hubo gran filosofía en la Edad Media y que no ha habido una filosofía específicamente cristiana.
"Una visión panorámica del pensamiento filosófico desde los orígenes patrísticos hasta finales del siglo XVI que pone de relieve la abundancia y la riqueza del pensamiento medieval y cristiano."