Ha sido providencial que el cardenal Jorge Mario Bergoglio, «venido del fin del mundo» —de ese Gran Sur donde están los pobres de la Tierra y vive la mayoría de los católicos— haya escogido, elegido papa, el nombre de Francisco. Francisco de Asís sintió la llamada a restaurar la Iglesia de su tiempo que estaba en ruinas para devolverla a la tradición de Jesús. Esa misma inspiración mueve ahora a Francisco, obispo de Roma: una Iglesia pobre y para los pobres, humilde, sencilla, con olor a oveja y no a flores de altar.
En una Iglesia que vuelva a ser hogar espiritual, el papa ha de ser pastor antes que autoridad eclesiástica; ha de presidir más en la caridad y menos con la frialdad del derecho canónico; tiene que ser más hermano entre otros hermanos aunque con responsabilidades diferenciadas. Tras el largo invierno eclesial, el papa Francisco recupera la frescura y la fragancia del Evangelio que caracterizaron al «Pobrecillo de Asís», desde el cuidado y la relación fraterna con todos los seres, no por encima, sino al pie de cada ser.
Søren Kierkegaard fue, sin duda, una de esas impertinencias con las que de cuando en cuando nos abofetea la historia para que no nos durmamos en los laureles, para que no nos dejemos arrastrar por la corriente, para que no olvidemos que todo orden establecido se encuentra bajo sospecha en el momento mismo en que queda establecido. Aunque la lucha que llevó a cabo el pensador danés tuvo un campo de batalla bien definido y unos enemigos concretos, a pesar de que sus controversias se lidiaron en zonas de la filosofía y de la teología prácticamente inhóspitas para el lector del siglo xxi, su mensaje, su obra y su vida son tan necesarios para nosotros como la ventilación para una casa que ha permanecido mucho tiempo cerrada.
Kierkegaard es el «filósofo impertinente», porque nadie permanece indiferente tras haber leído sus obras. Algo ocurre, intelectual y existencialmente, cuando uno se topa con él, de alguna manera se nos queda clavado un aguijón en la carne con el que hemos de vivir mientras sigamos pensando. El pensador actual que no haya pasado por Kierkegaard, que no se haya sometido a una cura kierkegaardiana, carece de ese plus intelectual que el «filósofo impertinente» llamaba seriedad.
«En la actual situación no puedo permanecer callado», afirma Hans Küng: la Iglesia católica está enferma, quizá incluso moribunda. Retrógrada, androcéntrica, eurocéntrica, pretendiendo estar en posesión de la única verdad: así se presenta hoy la Iglesia católica, y de este modo no sobrevivirá. Pero, según Hans Küng, aún pervive la visión de otra Iglesia.
Hans Küng ha servido a la Iglesia católica durante toda su vida (ciertamente, no siempre para alegría de los papas): como teólogo respetado en el mundo entero, como sacerdote y como escritor. Ahora le presta un servicio como terapeuta: diagnosticando con claridad las causas de la enfermedad que padece la Iglesia y proponiendo remedios eficaces.
La crisis eclesial va mucho más allá de los casos de abusos a menores y del encubrimiento de tales conductas: se trata de una crisis fundamental del sistema romano. Una Iglesia que siga aferrándose al monopolio del poder y de la verdad, así como a su aversión a la sexualidad y su misoginia, una Iglesia que se niegue a introducir reformas y se cierre en banda al mundo moderno ilustrado no puede perdurar. Desde la confianza en que la Iglesia pueda recobrar la salud, este libro quiere abrir un «diálogo sobre el futuro».
Este es un ensayo histórico, de historia de las ideas, y a la vez filosófico, porque crítico, sobre ideas y hechos producidos en derivación no tanto del Jesús histórico cuanto del Cristo del Nuevo Testamento. Con alusión y guiño al cómputo del calendario gregoriano, Después de Cristo recoge lo que se ha seguido o ha sucedido tras el Cristo, en pos suyo, a consecuencia de él y de su grupo de discípulos. Recoge, además, las ideas y procesos propiamente «pos», los que conducen a una sociedad que se hace poscristiana. Examina cómo llegó a constituirse una cristiandad europea y cómo luego, desde el Renacimiento, en lento movimiento opuesto al anterior, Occidente ha entrado en un proceso de descristianización.
Los títulos de los capítulos van marcados por fechas que sirven de puntos de anclaje para la exposición de los hechos, los temas, la discusión. Responde esto a un enfoque que se interesa por los sucesos, pero todavía más por los procesos de los que emergen y que a largo plazo los sustentan. La historia siempre se escribe desde el presente; y cualquier revisión del pasado revela una inquietud actual, de hoy mismo. Así se hace, y del modo más explícito, en Después de Cristo: cada hecho o proceso se contempla desde lo que todavía hoy significa, desde su huella. Se trata de un pasado no del todo sumergido, sino todavía a flote actualmente.
La obra se ordena, en fin, a entender la sociedad y cultura actuales en el trance de alejarse del cristianismo, del cual y entre otras fuentes (la griega, la romana) traen origen. Rastrear vestigios a partir de la fuente neotestamentaria, seguir luego el filamento de las secuelas cristianas antiguas y medievales, contribuye a esclarecer uno de los vectores presentes en la historia europea y occidental.
Dios existe es el último libro del filósofo Antony Flew, escrito en colaboración con Roy Abraham Varghese. Se trata de una obra revolucionaria, ya que Flew fue el máximo referente del ateísmo filosófico anglosajón en la segunda mitad del siglo xx; su «cambio de bando» —del ateísmo al deísmo— en 2004 fue glosado así por un comentarista: «Es como si el papa anunciara que ahora piensa que Dios es un mito». El sorprendente giro del «papa del ateísmo» es el tema principal de este libro.
Pero Flew no abandonó el ateísmo por ninguna iluminación mística, sino siguiendo argumentos estrictamente racionales e interpretando los descubrimientos de la ciencia de vanguardia. Por ello, más allá de la biografía intelectual de su autor, y más allá incluso de los razonamientos concretos que movieron al filósofo a aceptar que hay una Inteligencia fundante del cosmos, esta obra proporciona un testimonio valiosísimo de la confianza en la razón y de cómo esta constituye el mejor camino de acceso a la realidad.
Jesús no era cristiano. Nunca se proclamó Mesías. Era un hebreo observante que jamás hubiera imaginado dar origen a una nueva religión y mucho menos fundar una «Iglesia». Para darse cuenta de esto basta leer con atención y por entero el Nuevo Testamento. Es lo que hace este libro, en el que, desmintiendo la pretensión de historicidad de la dogmática y volviendo críticamente sobre los hitos fundacionales del cristianismo, se presenta a Jesús como un profeta judío itinerante, un misionero apocalíptico que anunciaba la buena noticia del próximo fin del mundo y del inminente triunfo del Reino.
El mapa mundial del cristianismo ha sufrido una gran transformación en las últimas décadas. Como nunca hasta ahora, en sus dos mil años de historia, el cristianismo se ha convertido en una religión «global». La presente obra documenta, por primera vez, la historia del cristianismo en Asia, África y América Latina de forma comparada. La selección de las fuentes arranca a mediados del siglo xv, con la expansión de los reinos ibéricos de Portugal y Castilla, y termina con la determinante fecha de 1989-1990, que significa el final de la Guerra Fría y la confrontación de las Iglesias del hemisferio sur con nuevos desafíos.
Durante mucho tiempo, la historia del cristianismo en Asia, África y América Latina ha sido percibida, sobre todo, desde la perspectiva misionera occidental. Las fuentes documentadas en esta obra intentan, en cambio, llamar la atención sobre las muchas iniciativas locales y las experiencias e improntas específicas del cristianismo en el contexto de las diferentes culturas en dichos continentes.
Este libro ha sido concebido, en primer lugar, para la enseñanza académica (y el estudio personal) de la historia de la Iglesia y de la misiología. Pero también será de utilidad para los estudiantes y profesores de la historia de la expansión europea, de ciencias de la religión y de las diferentes disciplinas que se ocupan de los continentes aquí tratados.