Desde los tiempos de la primera evangelización, la Biblia ha desempeñado un papel muy importante en la vida de la Iglesia en América Latina. Desde la Asamblea de Medellín hasta la Conferencia General de Aparecida (Brasil, 2007), la Iglesia ha recomendado su lectura asidua como medio privilegiado para conocer la voluntad de Dios en los cambiantes signos de los tiempos.Gracias al impulso de estas recomendaciones, la Biblia se ha difundido entre las comunidades cristianas y los creyentes buscan en ella luz y orientación para su vida cotidiana.La Biblia de América es una de las traducciones que ha contribuido al crecimiento de la fe y al desafío evangelizador de América Latina. En la preparación de dicha Biblia trabajó un equipo de cuatro expertos biblistas latinoamericanos procedentes de distintas áreas lingüísticas: México y Centroamérica (Mons. Carlos Aguiar Retes), Países Bolivarianos (P. Mario Álvarez Gómez) y Cono Sur (Mons. Santiago Silva Retamales y el P. Horacio Simian-Yofre).El objetivo de esta traducción ha sido, desde sus orígenes, facilitar la difusión de la Palabra de Dios en América.
Isaías Ben Amós, el profeta de la Jerusalén del tercer tercio del siglo VIII a. C., es una de las más grandes figuras de la literatura bíblica y de la historia de su recepción y repercusiones. Pero quien quiera llegar hasta el profeta es remitido ante todo al libro que lleva su nombre: Yesha?yahu, YHWH salva.
Este nombre es título y programa al mismo tiempo, pues este libro profético no trata de cosa más importante que de la voluntad y del poder salvadores del Dios de Israel. A través de todas las simas de la historia desde el tiempo de la amenaza asiria (siglos VIII y VII a. C.), pasando por la cautividad babilónica (597-539 a. C.), hasta la restauración y el regreso bajo el dominio persa (539-333 a. C.), Dios permanece fiel a su pueblo.
Esta obra es el fruto último de la Comisión de Estudio del Caso Galileo, instituida por Juan Pablo II, y es considerado por los especialistas como la mejor obra escrita sobre este tema. Su mérito principal consiste en reunir en una síntesis abarcable, no obstante su extensión, los elementos imprescindibles para comprender a Galileo y el proceso histórico del “Caso Galileo” en toda su complejidad. Ello requiere conocimientos más que notables en áreas tan dispares como: astronomía, historia del pensamiento y de la ciencia en los siglos XVI y XVII, teología, historia de la exégesis, filosofía y epistemología. En Annibale Fantoli se da esta rara coincidencia de saberes. El problema no es la falta de datos, sino su valoración, y es precisamente en los juicios y opiniones de los diversos autores donde se pueden hallar elementos de novedad. Este es, precisamente, el mérito principal de Fantoli, que, desenvolviéndose con destreza en la maraña de documentos, atina con una visión equilibrada y rigurosa de toda la aventura galileana, sin hacer descuentos a nadie.
El lector no se halla ante una biografía más de Galileo, sino ante la génesis y el desarrollo del aspecto más importante de su aventura intelectual. Tal aspecto ha sido felizmente resumido en el subtítulo de la obra: "por el Copernicanismo y por la Iglesia", el cual destaca el interés de Galileo por defender las ideas de Copérnico, unido a su deseo sincero de que estas ideas fueran aceptadas por la Iglesia, como armonizables con la Escritura. La obra consta de Introducción y siete capítulos, cronológicamente ordenados.
La XXII Semana de Teología Pastoral, bajo el título “Revitalizar las comunidades cristianas hoy”, ha querido ubicar el tema en el contexto social, cultural e histórico en el que nos ha tocado vivir, porque estamos convencidos de que este, a pesar de sus dificultades, es ante todo un tiempo de gracia.
¿A qué nos referimos con la expresión “comunidad cristiana"? ¿No la utilizamos demasiado alegremente? ¿Se puede considerar comunidad a un grupo en el que apenas existen relaciones interpersonales? ¿Cómo se pueden animar mutuamente personas que apenas se conocen ni mantienen comunicación personal entre sí?
Ante estos interrogantes, las aportaciones de las distintas ponencias, comunicaciones y trabajos en grupos han dejado claro que solo pequeñas comunidades de rostro humano, en las que la relación y la comunicación entre sus miembros permiten el desarrollo de la vida cristiana, y no únicamente el consumo de servicios religiosos, harán revitalizar de verdad nuestras comunidades. Desde aquí es desde donde aflorarán las responsabilidades compartidas y los ministerios necesarios para la construcción y reconstrucción de la fraternidad, y para el servicio a la humanidad, especialmente a los más débiles.
Este libro reúne una serie de estudios que colegas de varias disciplinas y compañeros de claustro ofrecen al profesor José Manuel Sánchez Caro con motivo de su jubilación. El título se inspira en una expresión de la constitución Dei Verbum del Concilio Vaticano II, que ha inspirado la trayectoria intelectual del profesor Sánchez Caro.
La primera parte, titulada «La Biblia en su proceso de formación», incluye siete artículos sobre temas propios de la Introducción a la Sagrada Escritura: historia, arqueología, texto, canon o hermenéutica. La segunda agrupa ocho estudios en los que se examina, desde diversos ángulos, el lugar de la Biblia en la reflexión teológica. En la tercera, en fin, se incluyen otras siete colaboraciones que ofrecen muestras de cómo la Biblia ha sido interpretada en la historia.
Estos estudios muestran algunas de las áreas de investigación y docencia que han ocupado al profesor Sánchez Caro. Pero es solo una muestra, porque su curiosidad intelectual y su deseo de servir a la Iglesia en todo momento le han impulsado con frecuencia a explorar otros territorios donde poder percibir también los multiformes «ecos de la Escritura».
Un estudio novedoso sobre una cuestión de importancia capital para la fe cristiana: ¿dieron culto a Jesús los primeros cristianos? Para responder a esta pregunta, Dunn analiza exhaustivamente todos los términos o frases relacionados con el culto.
Se trata, por tanto, de un estudio lexicográfico minucioso mediante el que se va desplegando la pluralidad semántica de los términos y conceptos implicados. Su conclusión es negativa: no, los primeros cristianos no dieron culto a Jesús, sino a Dios mediante Jesús en el Espíritu Santo. Convencidos como estaban de que en Jesús se había abierto una puerta definitiva y nueva en la relación recíproca entre el Dios y los seres humanos, los títulos divinos que se atribuyen a Jesús tienen una función paradójica: al tiempo que revelan su identidad, impiden a los cristianos disponer a su antojo del misterio insondable y abismal del Dios en él revelado. Jesús no abre totalmente el misterio, pero tampoco lo encierra, más bien, lo entre-abre. Es el centinela del ser de Dios y del ser del ser humano.
Este estudio puede contribuir, sin lugar a dudas, a replantearse la cuestión trinitaria de un modo que estimule, recíprocamente, el diálogo del monoteísmo cristiano en el contexto de las otras religiones monoteístas.
«Hay que educar al pueblo en la lectura y la meditación de la Palabra: que ella se convierta en su alimento para que, por propia experiencia, vea que las palabras de Jesús son espíritu y vida... Hemos de fundamentar nuestro compromiso misionero y toda nuestra vida en la roca de la palabra de Dios» (Documento de Aparecida, nº 247). Como respuesta a esas palabras de Benedicto XVI, abrimos esta colección de Semanas Bíblicas Parroquiales.
La primera publicación, que lleva por título "¿Quién es Jesús?", recoge distintos rostros de Jesús presentes en los cuatro evangelios y ofrece materiales prácticos para encuentros con adultos, con niños y con adolescentes catecúmenos.