A partir de la negativa de un soldado cristiano a ceñirse la corona de laurel, Tertuliano redactó estos tres escritos. En La corona prueba la carga idolátrica de la corona en una sociedad dominada por la idolatría y examina si un cristiano puede enrolarse en el ejército. Al defender a aquel soldado disidente, muestra una espiritualidad de ruptura, que entiende la vida cristiana como preparación al martirio. En su carta A Escápula, procónsul de África, le informa de cómo afrontan los cristianos la persecución y suplica su benevolencia para con ellos. Con La fuga en la persecución condena toda huida, explica cómo celebrar la eucaristía dominical en plena persecución y se despide apelando al Paráclito, algo muy propio del montanismo. Esta trilogía da a conocer la situación tan difícil en que vivían los cristianos del siglo III, con una reflexión teológica que intenta explicarla y ayuda a soportarla.
nmersos como estamos en un mundo digital del que aún no imaginamos ni de lejos cuánto ha de cambiar nuestra cultura y nuestras sociedades, el autor trata de descubrir cuáles son las mejores coordenadas que la Iglesia tiene a su disposición para anunciar la buena noticia, buscando sin descanso el cobalto de la comunicación, es decir, la fórmula, el tono, el modo de comunicar el Evangelio que responda a la novedad permanente del lenguaje de la fe y al no menos cambiante código de esta cultura global
Contiene tres escritos de Tertuliano. El tratado La paciencia responde a las necesidades de un tiempo de persecución y de mártires. Prolonga una tradición de la literatura parenética y filosófica del mundo pagano (con Séneca a la cabeza), y abre a la vez un camino nuevo en el campo de la moral y la teología de la Iglesia.
Con el opúsculo El testimonio del alma, se pasa al campo de la apologética y aporta la novedad del punto de partida: la existencia de Dios.
Con la carta A los mártires, nuestro autor deja de ser un pensador distante y se acerca, como hermano en la fe, a unos cristianos que están penando en la cárcel a la espera del juicio. La carta, al mismo tiempo que consuela y exhorta, describe las duras circunstancias de aquel lugar. Es, pues, un documento para la historia.
Desde cualquier punto de vista que se considere a Gregorio de Nacianzo (a. 330-390), se trata de un personaje complejo. El corpus literario que nos ha dejado abarca la gama completa de las formas retóricas griegas que estaban en uso durante la segunda mitad del siglo IV de nuestra Era.
Así, han llegado hasta nosotros 45 Discursos, cuidadosamente elaborados, que incluyen sermones para las grandes fiestas litúrgicas, panegíricos sobre algunas de las grandes figuras del cristianismo antiguo, oraciones fúnebres dedicadas a los amigos y a sus familiares más directos, discursos polémicos contra sus enemigos, tratados doctrinales e incluso apologías de su propia vida personal y sobre el desempeño de su ministerio pastoral.
También conservamos muchas de sus Cartas, con variedad de argumentos: unas con tono familiar, otras con materias sobre distintos servicios, otras muy corteses y cuidadas, pero todas escritas con la brevedad y elegancia tan características de la época que le tocó vivir y propias de un autor bien entrenado.
Finalmente han llegado hasta nosotros 17.000 versos que incluyen Poemas en lenguaje y estilo homérico, amplias narraciones de la «epopeya» de su propia vida, exposiciones didácticas sobre las virtudes clásicas y cristianas, oraciones personales para distintos momentos y circunstancias, algunas reflexiones sobre la enfermedad, la ancianidad y otros avatares humanos y, finalmente, epitafios para personas de su propia familia y otros amigos.
En este primer volumen se ofrecen los quince primeros Discursos, según la numeración adoptada por los monjes benedictinos de san Mauro en la edición de J. P. Migne, y que presentan una buena selección de los aspectos doctrinales que preocupaban al Nacianceno. La mayoría de ellos se publican por primera vez en la lengua castellana.
La Facultad de Teología de la Universidad de Navarra y la Editorial Ciudad Nueva de Madrid unen sus esfuerzos para la edición y publicación de estas páginas. Ambas instituciones desean contribuir así al homenaje al prof. Marcelo Merino Rodríguez en su 70 Aniversario, con motivo de su Jubilación Académica.
San Zenón ocupa el octavo lugar entre los obispos de Verona, según tradición de esta Iglesia. La época de su pontificado cabe situarla entre los años 360 y 380 aproximadamente. También según tradición de la misma Iglesia, san Zenón procedía de África, razón por la cual en la Basílica a él dedicada se le representa como un hombre de raza negra.
La fuente principal para conocer a este Santo Padre está en sus propios sermones, redactados con fuerza y elegancia –según expresión de Newman–. En ellos se revela la fuerte personalidad y el carácter apasionado de un verdadero pastor, preocupado por alimentar a sus fieles con la auténtica doctrina de Cristo. Especialmente emotivas son sus palabras cuando que se dirige a los neófitos.
Esos mismos sermones ponen de manifiesto que su autor era hombre culto, conocedor de los escritores eclesiásticos, sobre todo latinos (Tertuliano, Cipriano, Lactancio, Hilario, Gregorio de Elvira), y familiarizado con los clásicos paganos (Virgilio, Horacio, Ovidio, Cicerón, Séneca, Apuleyo); sus conocimientos, por lo demás, –sin olvidar la filosofía– se extendían también a otros ámbitos muy diversos.
El sermonario zenoniano lo componen 94 tractatus (u homilías), testimonio vivo de la actividad pastoral de un obispo extraordinario. Se advierte en ellos una especial preocupación por explicar al pueblo pasajes del Antiguo Testamento –preocupación que comparten también otros obispos del siglo iv, como san Ambrosio y san Gregorio de Elvira–. La convergencia en Cristo de toda la Escritura, Antiguo y Nuevo Testamento, preside siempre la hermenéutica zenoniana. Los Testamentos son dos –dice–, pero uno solo el testador. El testador es Cristo, a quien aplica las figuras del pez, de cuya boca han salido dos denarios, esto es, los dos Testamentos; del padre de familia, que saca de sus tesoros cosas nuevas y antiguas; de la pluma de escribano, que ha sido cortada y tiene dos vértices en su punta con los que dibuja un sola letra, un solo Cristo, Hijo de Dios… los cuales no pueden ser útiles uno sin el otro, porque, así como el nuevo [Testamento] da fe del antiguo, del mismo modo el antiguo ofrece testimonio del nuevo, como está escrito: Una sola vez ha hablado el Señor y estas dos cosas hemos oído (Sal 61, 12).
A la riqueza doctrinal que ofrecen los tratados de Zenón, tanto en el ámbito dogmático como en el de la teología moral, añádase la singular importancia que adquieren los sacramentos de la iniciación cristiana. El bautismo es tema central en estos sermones, en los que aflora con abundancia la doctrina de san Pablo:
«Porque vuestro hombre viejo (Col 3, 9) ha sido felizmente condenado, para ser absuelto, habiendo sido sepultado en el agua de un mar sagrado, de modo que, vivificado en el nido del sepulcro, disfrutara de los derechos de la resurrección».
Y, junto al bautismo, la eucaristía:
«…después de que vuestras almas nacieran a la esperanza de la inmortalidad por el lavacro de vida de la blanca fuente, de la que, quienes erais de diversa edad y de diversa nación, salisteis de inmediato como auténticos hermanos, como niños engendrados al mismo tiempo, a vosotros os exhorto a celebrar la fiesta de un nacimiento tan grande con un gozoso convite…, con una comida celeste, pura, saludable y eterna; recibidla con hambre para que podáis estar siempre saciados y ser felices.
»El padre de familia [Dios Padre] os da de su mesa el pan y el precioso vino de sus frutos».
Interesantes reflexiones sobre la misteriosa y multiforme realidad del sufrimiento, que a todos nos une, llevándonos a través de la variada y enriquecedora multiplicidad de caminos que el hombre ha recorrido para responder con sensatez y responsabilidad a este interrogante, grande y universal. Un interrogante que nace de un grito que es raíz y vértice de toda búsqueda humana.
En clave de lectura unitaria que imprime su sello a las fragmentarias meditaciones aquí propuestas. Por ser hijo del hombre, Jesús sufre, y sufre tanto que la imagen que mejor le representa es la del crucificado en el madero del Gólgota. Por eso, cada uno de nosotros puede sentirse uno con ÉL.
Siguiendo con la línea editorial iniciada por Ciudad Nueva con las catequesis de Benedicto XVI –y que continúa con Francisco–, en este libro recogemos las intervenciones fundamentales del papa para el Año Santo de la Misericordia.
Al anuncio de un Jubileo extraordinario entre el 8 de diciembre de 2015 y el 20 de noviembre de 2016, le sigue la apertura de la Puerta Santa en la Plaza de San Pedro, precedida días antes por la ceremonia en la catedral de Bangui (República Centroafricana). En esta ocasión las catequesis de los miércoles se entremezclan con las audiencias «jubilares» de los sábados, con una cadencia más o menos mensual.
Francisco recorre la Sagrada Escritura deteniéndose en varios episodios del Antiguo Testamento y de los Evangelios donde más resplandece la misericordia de Dios y su corazón de Padre; relaciona la misericordia con la justicia, la pobreza, la luz, la comunión, el diálogo… y recorre las obras de misericordia corporal y espiritual actualizándolas a las necesidades de hoy.
Incluimos en apéndice varios textos que ilustran y completan la reflexión del papa sobre la misericordia en el curso del Año Santo.
«Maranatha», «Ven, Señor Jesús», era una de las invocaciones de los primeros cristianos. Según san Pablo, los cristianos son los que esperan con alegría la segunda venida del Señor. Si a veces ya no es así, en parte es porque se instaura la convicción de que existen dos vidas distintas y un día tendremos que abandonar inevitablemente la una para pasar a la otra. Y esto hace que el hombre esté trágicamente dividido. Además, hay una teología que ha tratado los temas relativos a la escatología (la muerte, el juicio, el infierno, la vida eterna…) enumerándolos uno tras otro y transformando los símbolos en un sistema lógico sin ningún nexo con la vida concreta.
El autor explora el lenguaje de las fuentes patrísticas y orientales que describen los últimos tiempos como una nueva creación, un encuentro entre la acción de Dios y la maduración del mundo, donde la historia no es solo la materia para el juicio, sino también los «ladrillos» con los que se construirá la nueva Jerusalén.
Estuche y 3 libros.
Ideal para meditación, estudio o regalo. Con comentarios de gran sabiduría.
El evangelio del domingo y otras festividades, comentado por Los PADRES DE LA IGLESIA, SABIOS ANONIMOS, SANTOS Y SANTAS, MAESTROS del s. XX, MISTICOS recientes y Grandes PAPAS.
«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?» es el grito desgarrador con el que culmina la vida terrena de Jesús. En la cruz se siente abandonado no solo por los hombres, sino también por su Padre celestial: un misterio abismal, una realidad tan inaudita, que ha quedado olvidada durante siglos por la cristiandad.
Chiara Lubich se tropezó con Jesús abandonado en 1944. Fue como si Él le dijese: «He esperado veinte siglos para revelarme a ti. Si no me amas tú, ¿quién me amará?». Y quiso hacer de Él el Ideal de su vida, ir a consolarlo y abrazarlo en los muchos dolores de la vida, suyos y de la humanidad. Jesús es el Hombre-Dios que, en su infinito abandono, se hace radicalmente pobre para estar al alcance de todos; es la llave de la unidad, «el Dios de nuestro tiempo», que abraza y da sentido con su «¿por qué?» a los interrogantes, las ansias y los dramas de la humanidad de hoy.
A través de cartas, meditaciones, apuntes de diario, etc., este libro revisa el pensamiento de Chiara desde la perspectiva de Jesús abandonado, uno de los 12 puntos de su espiritualidad y su principal pilar de sustentación junto con la unidad.
Chiara Lubich (1920-2008) es una figura carismática conocida por su acción infatigable a favor de la unidad y de la paz. El espíritu del Movimiento de los Focolares, por ella fundado, está difundido en todo el mundo y es compartido por cristianos de varias Iglesias, fieles de otras religiones y personas de convicciones no religiosas.