Presentamos las 26 catequesis del papa Francisco sobre la fe, pronunciadas en sus audiencias de los miércoles entre abril y diciembre de 2013.
Con ellas cerramos el ciclo de las catequesis para el Año de la fe que inició Benedicto XVI y que habían quedado interrumpidas a raíz de su renuncia, publicadas por Ciudad Nueva bajo el título Deseo de Dios
Siguiendo la estela de su antecesor, en estas catequesis Francisco ha recorrido el Credo, se ha detenido en el misterio de la Iglesia a la luz del Vaticano II y se ha fijado en María como imagen y modelo de la Iglesia.
El Papa establece en cada audiencia un diálogo directo con las personas reunidas en la Plaza de San Pedro, en particular con los jóvenes, a los que interpela y cuya respuesta espera.
A partir de ahí, describe y profundiza en una fe que se apoya en el amor y la confianza, que requiere paciencia y misericordia con uno mismo y con los demás y que construye una Iglesia «de puertas abiertas».
«La fe es un acto personal –dice el Papa–. Pero la fe la recibo de otros, en una familia, en una comunidad… La fe es un regalo de Dios que se nos da en la Iglesia y a través de la Iglesia. […] Amo una Iglesia no cerrada en su recinto, sino capaz de salir, de moverse, incluso con algún riesgo, para llevar a Cristo… a los extremos confines de la tierra».
Pastor de almas y profundamente inmerso en los acontecimientos políticos y sociales de su tiempo, san Julián está considerado el obispo más importante de toda la Hispania Visigoda y una de las figuras más complejas del siglo VII.
De Eugenio, obispo de Toledo, recibe indirectamente el influjo del gran Isidoro. Su obra es menos voluminosa y enciclopédica que la de éste, pero probablemente lo supera en profundidad teológica.
Escribió un total de 17 obras, de las que nos han llegado sólo las siguientes:
Prognosticon futuri saeculi;
Historia Wambae regis;
Apologeticum de tribus capitulis;
De sextae aetatis comprobatione;
De contrariis (Antikeimenon).
El Prognosticon es el fruto de una conversación con Idalio, obispo de Barcelona, centrada en el estado de las almas de los difuntos antes de la resurrección final de sus cuerpos.
El método consiste en recordar el mayor número posible de preguntas sobre el tema en cuestión, organizarlas y luego responderlas con la doctrina maiorum (doctrina de los mayores).
Este escrito es la primera presentación sintética y monográfica de la escatología cristiana.
La mayor parte de su contenido no es original de Julián. El número de autores y obras citados le otorga un valor particular, pues recoge los elementos más significativos de una buena parte de la reflexión escatológica de los primeros siete siglos.
Además, Julián no es un simple repetidor, pues muchas veces completa, combina o reelabora el pensamiento de los autores citados.
El Prognosticon tuvo una excelente acogida y una amplia difusión en la Edad Media, en parte porque era la única obra en su especie, por su brevedad y el interés de los medievales por los novísimos.
Pese a ser la obra más conocida de Julián, esta es la primera traducción castellana íntegra del Prognosticon futuri saeculi.
En este volumen se agrupan tres obras de san Ambrosio que presentan indudables rasgos comunes: las tres se centran en los primeros capítulos del Génesis, fueron compuestas por la misma época y forman parte de los escritos exegéticos del gran obispo de Milán.
Si bien no se cuentan entre sus obras más estudiadas y famosas, su interés radica tanto en la importancia de los acontecimientos que comenta, como en el indudable valor literario que les confiere la extraordinaria personalidad de su autor.
Existen argumentos de suficiente peso como para afirmar que El Paraíso, Caín y Abel y Noé son el producto, elaborado en el taller de la retórica ambrosiana, de su predicación a lo largo de los años 374-378, es decir, en el período inmediatamente posterior a su sorprendente consagración episcopal el 7 de diciembre de 374.
La estructura de estas tres obras viene dada por el texto bíblico que comentan, versículo a versículo, si bien no faltan atisbos de sistematización de la materia en algunos momentos de la exposición.
También es común a todas ellas la fuerte influencia de Filón, hasta el punto de haber merecido que su autor haya sido llamado el «Filón cristiano».
En efecto, es posible detectar la presencia del filósofo judío como fuente de ideas y hasta de expresiones, pero eso no quiere decir que haya influido en la forma de pensar de Ambrosio, como se pone de relieve en la Introducción de este volumen.
En ella también se analizan algunos rasgos característicos de la exégesis ambrosiana: concre-tamente la importancia que en ella tienen los nombres, su atención a los números y la dimensión cristológica de sus comentarios al Antiguo Testamento.
La presente traducción es la primera edición íntegra de estas obras que se publica en lengua castellana.
Con este segundo volumen sobre el evangelio de Juan, se completan los volumenes correspondientes a los cuatro evangelios de la Biblia Comentada por los Padres de las Iglesia.
Con este volumen que contiene las últimas catequesis de Benedicto XVI, Ciudad Nueva cierra un ciclo que ha recorrido los principales temas con los que el papa emérito ha formado a los fieles en sus ocho años de pontificado.
El 11 de octubre de 2011, Benedicto XVI anunció la proclamación de un Año de la fe que se iniciaría un año más tarde, el 11 de octubre de 2012, al cumplirse el 50º aniversario de la apertura del Concilio Ecuménico Vaticano II y el 20º aniversario de la publicación del Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado Juan Pablo II.
Un Año de la fe que se prolongará hasta el 24 de noviembre de 2013, fiesta de Cristo Rey.
Apenas cuatro meses después de la solemne apertura de este Año de la fe, el Papa anunció su renuncia al pontificado. Y sin embargo, en tan breve tiempo nos ha dejado 19 catequesis de enorme profundidad y claridad, que constituyen un valioso compañero de viaje para el camino espiritual que todos estamos llamados a recorrer como Pueblo de Dios, del que no están excluidas todas aquellas personas cuyo corazón alberga una búsqueda de la verdad, el deseo de conocer a Dios y de entrar de algún modo en relación con Él.
Estas catequesis son las que re-cogemos en este libro. Con este volumen, la editorial Ciudad Nueva cierra un ciclo que ha recorrido los principa-les temas con los que Benedicto XVI ha formado a los fieles en sus ocho años de pontificado: Los Padres de la Iglesia, el Año Paulino, los grandes maestros y místicas de la Edad Media, los doctores de la Iglesia, la oración y, ahora, la fe.
Estamos convencidos de que estas profundas meditaciones, estas lecciones magistrales del Papa nunca perderán su actualidad, sino que quedarán como material práctico, bien estructurado y a la vez muy accesible, de enorme valor catequético para la formación del pueblo de Dios.
Esta segunda parte de las catequesis de Benedicto XVI sobre la oración se centra en la vida de la Iglesia naciente narrada en los Hechos de los Apóstoles, las Cartas de san Pablo y el Apocalipsis.
María acompaña con su presencia orante el camino de la primera comunidad cristiana.
Pentecostés no es un hecho aislado: la acción del Espíritu guía constantemente a la Iglesia en medio de persecuciones y dificultades.
El testimonio de san Esteban, la oración unánime durante la cautividad de Pedro… son hechos que muestran los frutos de una profunda comunión: confianza, libertad, fuerza, luz.
En san Pablo –ante todo un místico según el Papa–, la oración se manifiesta con gran riqueza de formas y en todas las situaciones de la vida. «Hemos recibido un espíritu de hijos», y por eso podemos llamar a Dios «Abba, Padre».
El Apocalipsis –libro difícil, rico de simbolismo– presenta una comunidad reunida en oración.
En sus últimas meditaciones el Papa profundiza en la liturgia, lugar privilegiado de oración que expresa a la Iglesia de todo tiempo y lugar.
Ofrecemos en apéndice tres catequesis del Papa sobre tres grandes maestros de oración: Alfonso María de Ligorio, Domingo de Guzmán y Juan Bautista.
Joseph Ratzinger nació en 1927 en Marktl am Inn, Baviera; ha sido catedrático de teología católica, arzobispo de Munich y Freising y, desde 1982, prefecto de la «Congregación para la doctrina de la fe». En 2005 fue elegido papa.
Romano el Cantor nace en la ciudad de Emesa (Siria) hacia 490; es ordenado diácono hacia el año 515 en Berito –hoy Beirut–, desde donde se traslada años más tarde a la capital del Imperio, Constantinopla.
En esta ciudad recibe el don de la poesía y el talento melódico, que no lo abandonarán hasta su muerte, ocurrida después de 555 y antes de 562.
Su obra constituye un particular género literario propio de los cristianos orientales.
En efecto, los kontakion (himnos breves), homilías cantadas en verso, constituyen una literatura utilizada durante los primeros siglos del Oriente cristiano y expresa una espiritualidad de altos vuelos, difícilmente superable.
En otras palabras, Romano transmite la verdad cristiana de una forma sencilla y profunda a la vez que incita al diálogo del auditorio con Dios.
Se trata de la verdad vivida; es decir, de la verdad dogmática que termina en emoción mística o contemplación amorosa, como se prefiera.
Siguiendo la liturgia bizantina, para la que Romano compuso sus himnos, éstos se dividen en dos grupos: los elaborados para las fiestas fijas del calendario religioso de Constantinopla, que se ofrecieron en un primer volumen, y los preparados para las solemnidades que se mueven en torno a la Pascua de Resurrección, más numerosos, y que están recogidos en este segundo libro.
La mayoría de estos himnos se traducen por primera vez al cas-tellano.
Romano el Cantor nace en la ciudad de Emesa (Siria) hacia 490; es ordenado diácono hacia el año 515 en Berito –hoy Beirut–, desde donde se traslada años más tarde a la capital del Imperio, Constantinopla.
En esta ciudad recibe el don de la poesía y el talento melódico, que no lo abandonarán hasta su muerte, ocurrida después de 555 y antes de 562.
Su obra constituye un particular género literario propio de los cristianos orientales. En efecto, los kontakion (himnos breves), homilías cantadas en verso, constituyen una literatura utilizada durante los primeros siglos del Oriente cristiano y expresa una espiritualidad de altos vuelos, difícilmente superable.
En otras palabras, Romano transmite la verdad cristiana de una forma sencilla y profunda a la vez que incita al diálogo del auditorio con Dios.
Se trata de la verdad vivida; es decir, de la verdad dogmática que termina en emoción mística o contemplación amorosa, como se prefiera.
Siguiendo la liturgia bizantina, para la que Romano compuso sus himnos, éstos se dividen en dos grupos: los elaborados para las fiestas fijas del calendario religioso de Constantinopla, que son los que se ofrecen en este volumen, y los preparados para las solemnidades que se mueven en torno a la Pascua de Resurrección, más numerosos, y que ocuparán un segundo libro.
La mayoría de estos himnos se traducen por primera vez al castellano.