La sabiduría del mundo. Historia de la experiencia humana del universo, a pesar del poco tiempo transcurrido desde su publicación original en 1999, ha sido traducido a 5 idiomas. Su intención es ambiciosa: desarrollar la historia filosófica de la representación de la noción del mundo. ¿Cómo imaginar nuestra existencia de hombres, nuestra búsqueda del bien, nuestra presencia en el mundo? Para explorar estas cuestiones, Rémi Brague propone navegar por la historia del pensamiento. Su libro nos restituye a la relación que une el hombre con el universo: indaga los orígenes antiguos y las fuentes bíblicas, recorre las inflexiones medievales y describe el naufragio de la época moderna. Durante dos mil años el hombre se ha visto a sí mismo como un mundo en pequeño: orientado hacia el cielo, hecho para contemplarlo. Ha creído que la sabiduría que buscaba estaba conectada con la que ya gobernaba el universo. El orden y la belleza del mundo eran el modelo que marcaba el bien. Pero esta imagen antigua que sobrevivió durante la Edad Media, se iba a difuminar en el alba de la modernidad. Ha dejado su lugar a «visiones del mundo» donde fragmentos de la concepción antigua se mezclan con nuevos modelos, y el cosmos ha dejado de ser el preceptor del hombre. La sabiduría del mundo se nos ha vuelto invisible. Hoy debemos volver a pensarla de nuevo. Brague va trazando el panorama grandioso de las respuestas antiguas a la cuestión filosófica por excelencia: ¿cómo alcanzar la sabiduría? Su tesis es que todas las respuestas se conciben en relación a una idea que se nos ha vuelto lejana: la idea de cosmos, es decir, de un orden inmutable del universo. Llegar a ser sabio no significa otra cosa, para los antiguos, que observar ese orden e imitar esa sabiduría que es la del mismo mundo.
La sabiduría del mundo es el primer título de una ambiciosa trilogía. El segundo volumen afronta el modo en el que el pensamiento se ha representado históricamente la ley divina (La loi de Dieu), y el tercero (aún sin publicar) tratará las maneras en las que el hombre ha buscado históricamente emanciparse de la naturaleza y de Dios.
¿Por qué deberíamos considerarnos cristianos? Hoy somos liberales y, por consiguiente, no necesitamos dirigirnos al cristianismo para justificar nuestros derechos y libertades fundamentales. Somos laicos y, en consecuencia, podemos considerar las fes religiosas como creencias privadas. Somos modernos y, por tanto, creemos que el hombre debe hacerse a sí mismo, sin necesidad de guías que no procedan de su propia razón. Y eso sin contar otras cosas. En Europa estamos hoy por la unificación y, en consecuencia, debemos evitar dividirnos mencionando el cristianismo entre las raíces de la identidad europea. Estamos integrando en nuestra propia casa a millones de musulmanes y, por tanto, no podemos pedir conversiones en masa al cristianismo. Estamos atravesando en nuestras sociedades occidentales por la fase de la máxima expansión de los derechos y, en consecuencia, no podemos permitir que la Iglesia interfiera y ponga obstáculos al goce de los mismos. Etcétera. En este libro Marcello Pera refuta todos estos por tanto y en consecuencia desde una posición laica y liberal, que se dirige al cristianismo para pedirle las razones de la esperanza. No se trata de conversiones o iluminaciones o arrepentimientos, sino de cultivar una fe (no existe otra expresión adecuada) en los valores y principios que caracterizan a nuestra civilización, y de reafirmar los fundamentos de una tradición de la que somos hijos, con la que hemos crecido, y sin la cual seremos todos más pobres.
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Se ha dicho de la carta a los Hebreos que es uno de los escritos más revolucionarios del Nuevo Testamento. Su autor se atreve a presentar a Jesús, frente a toda apariencia en contra, como el Sumo Sacerdote definitivo de los bienes eternos. Inspirándose en el ambiente cultual judío de su época, pretende mostrar que Jesús de Nazaret, el Hijo preexistente de Dios, ha establecido un culto nuevo del que Él es, al mismo tiempo, el Sumo Sacerdote de la nueva alianza. Esta forma de predicar a Jesús -Hebreos es un escrito parenético, una `palabra de exhortación` sobre Jesús- busca desvelar toda la riqueza escondida en su persona, que no aparece a primera vista. Para ello, el autor, que bebe en las fuentes de la primitiva tradición cristiana, `traduce` los datos más significativos del misterio de Cristo en nuevas categorías teológicas; y muestra así que entre el Jesús del que hablan los evangelios y el Jesús Sumo Sacerdote que él predica no existe ruptura sino plena identidad. La habilidad y él arte con que este predicador se acerca a los misterios más dramáticos de la vida de Jesús -la agonía de Getsemaní, los padecimientos de su muerte, la participación en la vida y en el destino dé los hombres- hacen de su escrito una originalísima presentación de la persona y obra de Jesús, dirigida a provocar la adhesión a Él y a mantenerse firmes en la confesión de la fe verdadera.
En los tiempos convulsos del Postconcilio una radio alemana invitó a catorce teólogos para comentar los artículos del Credo, destacando más allá de las modas teológicas el elemento permanente del patrimonio de la fe, radicando tales afirmaciones en los acontecimientos que narran los Evangelios y subrayando su significado para el individuo y para la comunidad. Muchos de aquellos hombres son hoy considerados los mayores teólogos del siglo XX, y algunos de ellos (destacadamente Joseph Ratzinger, actual Benedicto XVI) han sido llamados a servir a la Iglesia universal. Aquellas intervenciones han dado lugar a un libro de plena vigencia para comprender nuestra fe, escrito con espíritu divulgativo por los mayores especialistas. «No sólo siguen siendo válidos los motivos que llevaron a la preparación de este libro, sino que resultan cada vez más actuales. Sigue siendo urgente expresar en lenguaje actualizado y hacer accesible a todos el contenido de la fe cristiana, y más en una época en que crece rápidamente su desconocimiento y en que múltiples presentaciones, apoyadas en la fuerza de grandes medios de comunicación, distorsionan la imagen de Cristo y de la Iglesia a los ojos del gran público. Y, por otra parte, se hace necesario hoy día justificar incluso el acto del hombre creyente, la rotunda afirmación de la propia persona y de las propias convicciones profundas implicada en las breves palabras `yo creo`» (del prólogo de Mons. Alfonso Carrasco)
Calixta es una novela histórica centrada en el África de mediados del siglo III. En ella pretendió John Henry Newman retratar la vida de los primeros cristianos y sus relaciones con el mundo pagano a través de personajes que representan una familia media: Agelio, Juba Jucundus; sus amigos, la bella Calixta y Aristón, fabricantes de ídolos y objetos de culto paganos; y la decaída comunidad cristiana, con san Cipriano y los cristianos, amenazados y vigorizados por la persecución de Decio.
Pero no es la peripecia lo que interesa a Newman, sino el fenómeno de la conversión, que ya había tratado en su anterior novela autobiográfica Perder y ganar. La conversión aparece como un proceso lento y sinuoso que exige un compromiso irremediablemente personal. Al describir esta evolución interior, Newman prefigura con viveza su concepción de la conciencia y aporta una revolucionaria visión del misterio de la Iglesia, dos de sus más destacadas aportaciones al pensamiento cristiano moderno.
¿Puede el eco cobrar fuerza con el tiempo, en vez de languidecer? ¿Qué esconde Hannah Arendt para que, casi cuarenta años después de morir, su voz siga originando huracanes en el mundo contemporáneo? Probablemente una de las fuerzas ocultas que actúan de imán sobre esta autora sea esa «cabezonería intelectual» para intentar razonar lo irrazonable, para robar un poco de luz a la asfixiante oscuridad, para construir puentes entre el pasado y el futuro, aunque la enésima riada de la Historia se los lleve por delante una vez más. También hoy vivimos tiempos de tiniebla. Primero fue la amenaza de un terrorismo global sobre nuestras cabezas, y después nos ha reventado en las manos un sistema económico que creíamos infalible: nuestra seguridad se ha hecho vulnerable. En días como estos, en los que la palabra crisis tatúa nuestra actualidad hasta asfixiarla, no bastan los discursos ideológicos más o menos brillantes. Necesitamos vidas que nos hablen, que nos interpelen, que aporten experiencia vivida a nuestras certezas descalabradas.
El hechizo de la comprensión es la primera biografía de Hannah Arendt publicada originalmente en castellano. Sus páginas intentan ofrecer una historia que merece la pena ser conocida por la pasión histórica, humana e intelectual que encierra. Y busca contar la historia con todos los recursos que la literatura brinda al pensamiento, sin que la técnica de la ficción robe espacio al rigor científico. Viene acompañada por un completísimo anexo de publicaciones de y sobre la pensadora alemana.
«Estamos ante un libro que convierte una historia de gran densidad humana e intelectual en lectura que resulta difícil dejar una vez comenzada. Se trata de una navegación por aguas agitadas, tormentosas a ratos, que se lleva a cabo con sorprendente y suave facilidad. Éste es el caso de una escritora de raza que nos cuenta la vida y nos interpreta la obra de una pensadora que ha descifrado algunos de los enigmas más inquietantes de nuestro tiempo. El resultado es memorable» (del Prólogo de Alejandro Llano)
En este ensayo, inédito hasta ahora en español, J.H. Newman quiere responder a la acusación de escepticismo que le atribuían ciertos intelectuales. Para ello expone su característico modo de entender la razón, de modo que este breve escrito puede considerarse un documento-guía para la comprensión de uno de los conceptos clave de su obra. Newman aparece ante nosotros como un filósofo que trató de comprender la realidad concreta del creyente desde su propia vivencia intelectual, volitiva y emocional. Sin embargo, las intuiciones plasmadas especialmente en este escrito dejan constancia de un trasfondo metafísico sólido, el trasfondo que delata un sistema consistente en el que toda facultad, y señaladamente la razón, tiene su lugar, pero también sus límites.
El Milagro central establecido por el Cristianismo es la Encarnación por la que Dios se hace hombre. Cualquier otro milagro prepara el camino a la Encarnación o es su consecuencia. Ésta es la afirmación central del libro del profesor Lewis. Él nos muestra que el cristiano no sólo debe aceptar los milagros, sino regocijarse en ellos como el testimonio del compromiso del Dios personal y único con su creación. El profesor Lewis emplea su lucidez característica y su aguda penetración para desarrollar su argumentación. Al mismo tiempo desafía a los racionalistas, agnósticos y deístas en su mismo campo y establece los fundamentos para demostrar la irracionalidad de sus presupuestos. La crítica se desbordó en alabanzas hacia este libro.