356 páginas
Clemente de Alejandría vivió a caballo de los siglos II y III. Nacido en Atenas, ocupó la cátedra de la escuela catequística de Alejandría hasta que hubo de huir a Capadocia a raíz de las persecuciones de Septimio Severo. Hombre de vasta erudición, se propuso en su obra demostrar que el saber helénico y la doctrina cristiana podían y debían armonizarse. Versado en las filosofías platónica, pitagórica, estoica y epicúrea, así como en sus varias reformulaciones, argumentó e ilustró su convicción de que, esencialmente, conducían a la salvación cristiana, con su corolario de conocimiento verdadero, la teología. La tesis del presente tratado es que el verdadero Pedagogo es el Logos, y ese Logos está encarnado en Jesucristo. Esta brillante síntesis de pensamiento griego y fe cristiana tiene su complemento en el Protréptico (publicado también en Biblioteca Clásica Gredos), donde Clemente entra en polémica con las creencias y las prácticas del mundo antiguo.
Traducción y notas de J. Sariol Díaz. Introducción de A. Castiñeira Fernández. Revisada por M. López Salvá.
612 páginas
Las grandes aportaciones de Aristóteles en el ámbito científico se sitúan, aparte de la lógica, en las ciencias naturales, en las que puso los fundamentos sobre los que se han edificado las grandes construcciones de la biología y la zoología a lo largo de los siglos, y si bien la moderna evolución de estas disciplinas ha llevado más allá de los conceptos del Estagirita, éstos han quedado como la base histórica que es indispensable tener en cuenta. Junto con Partes de los animales, Reproducción de los animales y otros tratados de ciencias naturales (todos ellos aparecidos en esta misma colección), la Investigación sobre los animales fundó la biología con principios empíricos y filosóficos, y le confirió las líneas generales que conservaría hasta el siglo XIX, más de dos milenios después de su muerte.
La Investigación estudia las partes externas e internas de los animales, sus diversos componentes (sangre, huesos, pelo...), sus varios modos de reproducción, dietas, hábitos y comportamientos. Entre las muchas especies que se someten a observación hay ovejas, ciervos, leones, hienas, elefantes, ratones, palomas, águilas, cuervos, tortugas, lagartijas, toda suerte de insectos y, en particular, animales marinos (peces, crustáceos, cefalópodos, testáceos): en suma, todas las especies animales que conocían los griegos.
Los catorce libros que forman la Metafísica aristotélica no estaban destinados originalmente a la publicación, sino que eran material para la enseñanza, que peripatéticos posteriores (sobre todo Andrónico de Rodas en el siglo I a.C.) reunieron, ordenaron y titularon; lo cual plantea varios problemas en cuanto a cronología, composición interna, relaciones entre libros, estructura global, etc. Y sin embargo, se trata de una de las obras más influyentes de toda la Antigüedad. En su análisis de las dos principales nociones de la obra, sobre el ser o ente, ousía (ámbito de la ontología), y sobre la entidad suprema (ámbito de la teología, o ciencia primera), Aristóteles instituye una serie de categorías –como materia y forma, potencia y acto, sustancia y esencia– y razonamientos aplicados a la existencia que desde su tiempo se han sucedido acerca de lo universal, la causa primera, y, en suma, de lo que rebasa el mundo de lo sensible, el cambio, la generación y la corrupción, objeto de las ciencias particulares.
Aristóteles se aparta de su maestro Platón y su distante mundo de las ideas para configurar un universo inmanente, atraído hacia un motor inmóvil –causa final simple e inmutable– dedicado a una actividad eterna de pensamiento puro.
Introducción, traducción y notas de T. Calvo Martínez. Revisión: Paloma Ortiz García.
240 páginas
Aristóteles valora mucho más la poesía que su maestro Platón (quien la proscribía en su Estado ideal), aunque coincide con él al considerarla un arte imitativo o representativo (mimesis), opuesto no a la imaginación sino a lo puramente fantástico o imposible, y concede gran importancia a su efecto sobre las emociones. Aristóteles subraya el valor psicológico y moral del arte, desembarazado de prescripciones al artista, y crea algunos conceptos cuya importancia perdura hoy: la piedad o compasión y el temor como efectos emocionales de la tragedia, la catarsis que desencadena la contemplación de las grandes acciones dramáticas. Distingue varios elementos constituyentes de la tragedia (trama o argumento, imitación del personaje o caracterización, expresión verbal, espectáculo, canto), los examina en todas sus posibilidades y expone con maestría como se combinan y enhebran para producir una intensa experiencia estética y moral.
Por su parte, Magna Moralia es un tratado de ética de autoría incierta, que trata cuestiones como la esencia de la virtud y los fundamentos de la felicidad humana. En este sentido, y aunque en un registro menor, es complementaria de la Ética nicomáquea (también en esta colección).
516 páginas
Josefo (c. 37-38-Roma, 101), historiador judío fariseo, nació unos treinta y cinco años antes de que los romanos destruyeran Jerusalén: en el año 66 estalló la Gran Revuelta Judía, y Josefo fue nombrado comandante en jefe de Galilea. Fue hecho prisionero, pero Vespasiano (a quien el primero pronosticó, con acierto, que él y su hijo Tito llegarían a emperadores) lo liberó, a raíz de lo cual devino Flavio Josefo. Al lado del Estado Mayor romano, pudo observar el resto de una guerra cuya enorme importancia entendió de inmediato. A su término (70), viajó a Roma, donde permanecería desde el 71 hasta su muerte. Fue manumitido y percibió la ciudadanía romana y una pensión anual que le permitió consagrarse a componer la historia de la guerra judía y otras obras relacionadas.
La guerra de los judíos fue escrita en arameo (lengua materna del autor) y reeditada en griego en Roma: la primera versión se dirigía sobre todo a los judíos de Oriente; la segunda –escrita con colaboradores–, a los otros judíos de lengua griega, en especial a los de Alejandría. Dividida en siete libros, abarca desde el año 167 a.C. hasta el 74 d.C. En su libro I relata el intento de helenizar Palestina del rey sirio-griego Antíoco IV Epifanes y la subsiguiente revuelta de los Macabeos, así como la historia de los reyes de esta dinastía hasta la designación de Herodes el Grande como rey de Israel. El libro II se inicia en el 4 a.C., con la muerte de Herodes, y concluye en el 66 d.C.: reinado de Arquelao, conversión de Judea en provincia romana, sucesivos prefectores-procuradores. El libro III, que completa este volumen, incluye la primavera y el otoño del 67, cuando Nerón envía al general Vespasiano a apaciguar la provincia.
Sin duda, Flavio Josefo tenía en esta obra un propósito apologético: ensalzar el poderío de los romanos y de la nueva dinastía de los Flavios, la que fundaron sus protectores Vespasiano y Tito, y en efecto el imperio se muestra como un engranaje casi perfecto y ambos emperadores como dechados de virtudes. Al mismo tiempo desea poner de manifiesto la heroicidad del pueblo judío. Pero a pesar de esta doble inclinación, y al margen del pensamiento teleológico del autor, que cree que la divinidad rige la historia, la Historia está repleta de información útil y no ha cesado de interesar a los estudiosos de la antigüedad.
Introducción, traducción y notas de J. M. ª Nieto Ibáñez. Revisada por F. J. Gómez Espelosín.
984 páginas
Creador de mitos fundamentales, como el de la caverna, instauró asimismo conceptos filosóficos esenciales: Justicia, Verdad, Belleza o Bien en su proverbial teoría de las Ideas. Su obra está plagada de conversaciones chispeantes y laberínticas, de irónicos discursos o graves sentencias, así como de imágenes poéticas y hasta de un tenue halo de erotismo.
Estudio introductorio de Antonio Alegre Gorri.
Largo tiempo se ha debatido si lo que expone Platón (c. 427-347 a.C.) en el Timeo se debe interpretar literalmente o bien se trata de un análisis de todas las fuerzas que actúan en el mundo en clave de argumento literario. El Timeo es la obra cosmológica de Platón inserta en su proyecto político. En ella presenta al demiurgo, el divino creador, el hacedor de los dioses inferiores, del alma del universo y de la parte inmortal del alma humana. Un hacedor bueno que siempre tiene como modelo las Formas, independientes de la esfera contingente y perecedera. La función del demiurgo es ordenar el caos del mundo sensible, y para ello dotará al universo de alma, principio del movimiento. El Timeo constituye una fundamentación natural de la ética y la política al tiempo que una base ontológica para la física.