El ingrediente clave de la vida feliz es, sin duda, la alegría. Tanto es así que, por muy afortunadas que sean nuestras circunstancias, si ella nos falta permanecemos insatisfechos. Se comprende, pues, que el fin último de casi todas nuestras iniciativas sea sentirnos alegres y que en el mercado circulen infinidad de ofertas que prometen cumplir dicho anhelo.
En medio de tal vorágine, estas páginas nos invitan a tomarnos un tiempo para meditar sobre las fuentes de la verdadera alegría. Esta, en contraste con los engañosos planteamientos hedonistas y con el estéril individualismo que hoy prevalecen, asume el sufrimiento, reclama nuestra activa colaboración y revierte en servicio a los demás, permitiéndonos recuperar aquella imagen y semejanza divinas que recibimos con nuestro primer latido.
Siendo Juan de Ávila «mozo de edad de catorce años, le envió su padre a Salamanca a estudiar Leyes, y poco tiempo después de haberlas comenzado le hizo nuestro Señor merced de llamarle con muy particular llamamiento. Y, dejado el estudio de las Leyes, volvió a casa». Estas palabras de fray Luis de Granada dan la clave para entender al Maestro Ávila.
El joven que estaba destinado a éxitos y honores se retira a su casa de Almodóvar del Campo. Allí considera lo que le ofrece el mundo y opta por servir de veras a Dios. Estos años de soledad cambiarán su existencia: estudia Teología en Alcalá, se ordena sacerdote y acude a Sevilla para ir de misionero a México. Pero el arzobispo Manrique, al comprobar el celo de este evangelizador apasionado y teólogo brillante, lo retiene como colaborador; entonces se revelará como un excelente predicador, maestro y consejero espiritual en la nueva misión de aquellas tierras.
Mas este hombre del Renacimiento no hubiera sido universal sin el segundo retiro, esta vez obligado, en la cárcel sevillana de la Inquisición. Aquel aparente fracaso aceleró su madurez como creyente y forjó su vocación como escritor. Allí concebirá el Audi, filia, su primera y gran obra, a la que seguirán libros, memoriales y cartas que extenderán sus ideas por España, Europa y el Nuevo Mundo.
Apóstol de Andalucía, patrono del clero secular español, doctor de la Iglesia, Juan de Ávila (1500-1569) sigue siendo maestro y compañero de camino.
Como todos los grandes movimientos sociales y religiosos, el cristianismo nació en una situación histórica concreta. De hecho, fue en aquel marco cultural complejo y variado donde, partiendo de una nueva vivencia religiosa, se desarrollaron sus ideas fundamentales sobre Dios, el más allá, la vida y la muerte, el pecado, los caminos para alcanzar la salvación, el valor de la Escritura, la relación con el judaísmo y el paganismo, la figura de Jesús y el papel del Espíritu.
Toda aproximación a los orígenes del cristianismo asume una perspectiva concreta. En este caso, Räisänen ha optado por tener en cuenta el amplio abanico de ideas y creencias surgidos en los primeros grupos cristianos. Su objetivo es acercarse críticamente a ese heterogéneo «movimiento de seguidores de Jesús», para observar cómo fueron evolucionando dichas ideas y creencias que trataban de dar respuesta a los interrogantes fundamentales de la existencia humana.
Algunos epígrafes de la obra dan idea de esta perspectiva abierta y sugerente: «Dios, historia y más allá» (cap. 4); «¿Vendidos al pecado? La condición humana» (cap. 6); «¿Qué debo hacer para ser salvado?» (cap. 7); «¿Verdadero hombre o verdadero Dios? El mediador de la salvación» (cap. 8); «Extranjeros en un mundo transitorio: cristianos y paganos» (cap. 11); «Hacia la ortodoxia cristiana» (cap. 12)
En la época contemporánea, el sufrimiento humano se ha convertido en la gran dificultad para aceptar la existencia de Dios. Por ello, afirmar que Dios no puede sentir ni sufrir ‒atributo de la impasibilidad divina, como el de la omnipotencia, la omnisciencia o la eternidad‒ representa una auténtica provocación e incluso una crueldad para el hombre actual.
Numerosos filósofos y teólogos no sólo consideran que esta doctrina es ajena a la tradición bíblica, sino también que fue tomada de la filosofía helenista por el cristianismo. Gavrilyuk afirma, por el contrario, que esta idea ya aparece en el pensamiento patrístico, aunque de una forma dialéctica. Así, frente a los brillantes intentos por resolver la paradoja de la encarnación que representan las alternativas doceta, arriana y nestoriana, la tradición de la gran Iglesia se ha esforzado siempre por salvaguardar la paradoja del sufrimiento voluntario de Dios en la carne, sin reducir la trascendencia de Dios ni su divinidad.
En este nuevo contexto, la encarnación aparece como prueba y testimonio esenciales de la compasión divina, salvaguardando así la absoluta dignidad del ser humano, carnal y terreno, que no se consume ante la grandeza de la realidad divina
En el diálogo de Jesús con Nicodemo se plantea la gran cuestión de la vida cristiana: es preciso nacer de nuevo, de lo alto.
Sin embargo, este nacimiento no se debe en ningún caso a la determinación o al esfuerzo del individuo, sino a la decisión misericordiosa y salvífica de Dios Padre que, por medio del Hijo y del Espíritu, engendra de nuevo a la criatura en el bautismo.
La pasión, la muerte y la resurrección de Cristo aparecen en el corazón de la historia humana como el testimonio verdadero y luminoso del insuperable amor de Dios por sus hijos.
«Un hombre, llegado a la fase terminal de su existencia terrena, trata de pensar en su vida; y eso significa en primer lugar que toma distancia respecto de ella. Sin ese distanciamiento, ¿cómo podría pensar en ella? Mas al mismo tiempo se pregunta por este acto, lo cual quiere decir que se pregunta cómo es esto posible. ¿Puede de verdad desprenderse suficientemente de su vida para considerarla, incluso juzgarla?». Así comienza esta singular obra tejida de recuerdos y reflexiones, que muy bien podría calificarse de autobiografía filosófica.
La vida y el teatro, la música y el diálogo con algunos de los grandes pensadores contemporáneos (Jaspers, Heidegger, Proust, Bergson, Sartre) permiten a Marcel desarrollar los nervios fundamentales de su pensamiento: los encuentros, el amor, la muerte… Y como trasfondo y clave interpretativa de todo ello, la llamada de una trascendencia amorosa y el impulso hacia una eternidad no siempre justificable desde la pura racionalidad
Versión definitiva de esta obra clásica de la reflexión teológica actual sobre Dios, que se completa con la amplia introducción redactada por el autor en 2007 para sus Obras completas.
En los inicios del tercer milenio retorna con fuerza el debate sobre Dios. Los mejores argumentos esgrimidos por el cristianismo ante el ateísmo y el agnosticismo encuentran un denominador común y un punto de partida indiscutidos en la figura de Jesús de Nazaret. A partir de ella se abre un nuevo horizonte para Dios y una posibilidad real de entendimiento y avance.
Cristo Jesús no revela, sin embargo, cualquier dios, sino un Dios comunional y convivial, en el que la trinidad divina se ofrece como hermenéutica y gramática de toda teología.
El libro que el lector tiene entre sus manos es, en definitiva, un buen manual y una excelente guía para adentrarse en el estudio de «De Deo uno et trino» en diálogo con el hombre actual.
La teología bíblica del Antiguo Testamento vivió en el siglo XX su época dorada gracias a la aplicación del método histórico crítico. Este tipo de estudios produjo síntesis admirables como la de Gerhard von Rad, que ha marcado un antes y un después en la comprensión global del mensaje veterotestamentario.
En los últimos años, sin embargo, la entrada en escena de nuevos métodos ha evidenciado la necesidad de complementar dicho acercamiento diacrónico con una lectura sincrónica donde se tenga en cuenta el texto completo de la Biblia que las iglesias cristianas reconocen como Escritura. Una expresión especialmente significativa de esta nueva orientación es la llamada «lectura canónica», que tiene como marco de referencia el conjunto de todos los libros inspirados.
La Teología bíblica del Antiguo y del Nuevo Testamento constituye la obra más representativa de este acercamiento canónico. Desde su aparición en 1992, se ha convertido en modelo indiscutible de esta lectura unitaria del texto revelado, hasta el punto de hacer posible una nueva síntesis. Además, permite descubrir esquemas generales que ayudan a entender los sentidos básicos de la Escritura, proponiendo un mensaje que resulta cercano y relevante para nuestros días.
Santoral: «Libro que contiene vidas o hechos de santos. | Lista de los santos cuya festividad se conmemora en cada uno de los días del año». Ambas definiciones encajan a la perfección con el contenido de este volumen, que también puede leerse como una antología de relatos.
Además de los santos oficiales que figuran en el Martirologio de la Iglesia, el autor ha querido ocuparse también de «las personas santas que he tratado y trato… A los santos oficiales (a algunos) los venero. A los santos de carne y hueso (a todos) les quiero; y al llegar su día les felicito, con lo que al contestarme –sin darse cuenta, claro– me mandan reliquias… Con tantos santos en mi vida, ¿cómo va a ser posible sentirme solo?».
El novedoso comentario al evangelio según Marcos que nos ofrece Joel Marcus consta de dos volúmenes (Mc 1-8 y 9-16). Este primero incluye la introducción general (autor, contexto, composición, teología…), y la traducción y comentario de los ocho primeros capítulos.
La traducción ha buscado respetar la literalidad del texto, para que los lectores que no conocen el griego puedan percibir la fuerza de la tosquedad gramatical y sintáctica de Marcos, así como las conexiones terminológicas dentro del texto. Las notas que explican las opciones de la traducción destacan los problemas exegéticos que plantean algunas palabras y frases, además de transmitir informaciones técnicas.
El comentario constituye el corazón de la obra. Se trata de hacer accesible este evangelio tanto al lector que intenta entender un determinado pasaje como al investigador que pretende situar cada pasaje dentro del desarrollo de la vida y el pensamiento de la Iglesia antigua. Finalmente, Joel Marcus se esfuerza por descubrir el tema central de cada perícopa y recuperar la experiencia de los primeros oyentes, a fin de hallar su sentido genuino.