Dentro del proyecto de edición de las Obras Completas de Filón de Alejandría, este volumen II comprende la parte media de una de las series literarias de Filón denominada generalmente Comentario alegórico. Esta serie se inicia con los tres tratados de Alegorías de las leyes, publicados en el volumen I, y concluye con otros siete tratados, editados en el volumen III. Los diez tratados que componen el presente volumen se encadenan según el principio de la lectio continua y van del capítulo 3 al capítulo 9 del Génesis del Pentateuco según la versión de la Biblia de los Setenta.
Los contenidos de cada tratado responden al juego entre la secuencia del texto bíblico comentado y los temas que se organizan en torno al texto. Estos temas pertenecen a un razonamiento general, conforme a una lectura en profundidad, es decir, alegórica. La temática alegórica aborda las figuras genesíacas desde los hermanos Caín y Abel hasta los relatos sobre el patriarca Noé. Las narraciones sobre estos personajes bíblicos son tomadas como significativas de las diversas etapas del itinerario del alma del hombre expulsado del paraíso hasta lograr la perfección del patriarca Abraham.
Estos tratados pueden haber cumplido una función social en la comunidad judía de Alejandría y de la diáspora de lengua griega. En una situación en que millares de judíos en el Mediterráneo eran educados según la paideia griega y se alejaban de sus modos tradicionales de vida, hacer una lectura de las promesas bíblicas en coincidencia con el sofisticado lenguaje de la filosofía estoico-platónica podía significar un proceso de historización del texto. En cierto modo, esta serie supone una reescritura de la Biblia, pero como alegoría, esto es, como transposición de lenguaje y descubrimiento de conexiones internas que tiende a fusionar el método de la filosofía con una escritura histórica determinada. Como escritura se ofrece cerrada y definitiva; como lectura está abierta al infinito.
El cristianismo nace en un entorno cultural que es fruto de la confluencia de mundos muy diversos, y se expresa en el lenguaje y con las categorías polivalentes del mismo. Este volumen examina, en concreto, tanto sus raíces judías como su incardinación en el Imperio romano. Y lo hace no genérica o abstractamente, sino mediante el examen de uno de sus conceptos básicos, el de «filiación».
Difícilmente se encontrará en el pensamiento del cristianismo primitivo un concepto tan transversal como el de «filiación». Los campos de reflexión trinitario, cristológico, antropológico, eclesiológico, mariológico, escatológico..., están íntimamente relacionados con este concepto de «filiación» de contenido tan rico. A Jesucristo se le conoció como Hijo de Dios e Hijo del hombre, hijo de María, hijo de David, hijo de José. Se le dio, entre otros, el título de Unigénito (sin hermanos, pues) y el de Primogénito (de muchos hermanos). Era el Verbo Dios engendrado por el Padre. ¿Con arreglo a qué tipo de filiaciones se entendían tan variadas afirmaciones? La Antigüedad clásica y cristiana encerraba dentro de nuestro concepto de «filiación» un sinfín de especies. Los cristianos no vivieron en un mundo aislado, al margen de las diversas sectas judías del momento, o de las distintas escuelas filosóficas del Imperio, así como del contexto político y social, determinado en parte por el Derecho Romano. De ahí el interés en indagar, no sólo en el ámbito estricto de la teología o de la historia de la Iglesia, sino también en el de las disciplinas concomitantes de la Antigüedad, en una aproximación al tema que ofrece varias perspectivas.
En absoluto se pretende agotar con el intento recogido en este volumen todo el horizonte que despierta el estudio de la «filiación» en los inicios de la reflexión cristiana. No se trata de una publicación puntual y repentina, sino de un proyecto de futuro que pueda dejar como herencia un «corpus» de estudios acerca de la filiación. Que pueda constituir un punto de referencia y de enriquecimiento.
Dentro del vasto campo de estudio sobre «la filiación en los inicios de la reflexión cristiana», el presente volumen se centra fundamentalmente —aunque no sólo— en la figura de Jesucristo. El análisis se afronta desde distintos puntos de vista, profundizando en la cultura pagana, la religión de Israel y una parte de las primeras líneas cristianas de pensamiento.
Los círculos paganos no reducían la experiencia de la filiación al puro hecho de la generación natural de los hijos. La política de sucesión imperial, la instrucción pagana entre griegos y romanos son valiosas muestras de ello. ¿Tuvo acaso esta amplia idea de «filiación» sus repercusiones en la reflexión de los primeros teólogos? Por otro lado, la identificación de Jesús con el Mesías, hijo de Dios, ¿se situaba en contraste con todas las corrientes judías de entonces? Los cristianos no respondieron a estas y otras preguntas de modo unánime; la ortodoxia cristiana, reflejada en los evangelios y en las epístolas paulinas, tampoco exigió una férrea uniformidad en todos los casos. Además, han de contarse otras líneas de reflexión cristiana que, a la postre, fueron consideradas como heréticas y marginales.
A pesar de la relevancia cristológica de estas cuestiones, en un mundo como el de los primeros cristianos, la reflexión acerca de Cristo tuvo implicaciones inmediatas en el pensamiento antropológico, cosmológico, etcétera. Además, lo doctrinal, entre cristianos que viven lo que creen, se abre espontáneamente a lo sociológico, atañendo al campo de las ciencias humanas. En fin, los cristianos, inmersos en el mismo mundo que sus contemporáneos paganos, y en estrecha relación con las distintas sectas judías, reciben, rectifican o rechazan, según el caso, los distintos módulos corrientes de filiación, cuando no generan los propios.
Después de la publicación, en esta misma Editorial, del primer volumen de Filiación (2005), ve la luz este segundo, dando así continuidad al proyecto llevado a cabo por el Instituto San Justino que pretende ir configurando un corpus de estudios que sirva como punto de referencia para todos los que se interesan en el mundo de los primeros siglos cristianos.
Después de haber presentado una lectura histórico-teológica de la vida de Jesús de Nazaret en la obra Jesucristo liberador, Jon Sobrino explora en este libro la realidad última de Jesús, proclamado como el Cristo a partir de su resurrección y confesado como verdadero Dios y verdadero hombre en el dogma. Desde la misma perspectiva liberacionista de aquel volumen, desde el lugar teológico de los pobres y oprimidos de la tierra, se leen ahora la realidad y el significado de la resurrección, de los títulos cristológicos neotestamentarios y de los dogmas cristológicos conciliares.
Esta «Introducción al Nuevo Testamento» es la decantación de toda una vida de trabajo sobre los primeros escritos cristianos, expuesta con notables orden, nitidez y precisión.
Como «Introducción» es original, pues presenta no sólo las cuestiones ordinarias en este tipo de libros (autoría, fecha, destinatarios, estilo y género literario...), sino también una breve, pero completa, guía al contenido de cada escrito neotestamentario en la forma definitiva en que nos ha llegado. Se trata de una ayuda a la lectura que sirve de comentario condensado a cada texto, iluminándolo con sorprendente sencillez y eficacia. Aunque concebida para lectores no profesionales del Nuevo Testamento, los especialistas encontrarán en ella una mina de datos, acumulados especialmente en las notas, y un ponderado y sereno criterio a la hora de juzgar las distintas corrientes que dominan hoy la investigación.
Como «Introducción», además, cumple excelentemente su cometido, pues invita a la lectura del Nuevo Testamento en su integridad y abre la vía a una comprensión agradable y bien orientada de los textos más difíciles de ese primer y fundamental conjunto de libros cristianos.
Vol.I: Cuestiones preliminares, evangelios y obras conexas
Vol.II: Cartas y otros escritos
La finalidad de esta obra es presentar la verdad de Jesucristo desde la perspectiva de la liberación. Desde su opción por los pobres, su misericordia y justicia, su confrontación con los poderosos, su persecución y muerte a causa de ello, su resurección reivindicadora.
Así, la cristología puede convertirseen mystagogía, en introducción al misterio. Esto significa, en concreto, que la cristología puede mostrar un camino -el de Jesús- dentro del cual el ser humano se puede encontrar con el misterio, puede nombrarlo "Padre" y puede nombrar a ese Jesús "el Cristo".
La cristología muestra y debe desencadenar la fuerza de la inteligencia, pero también otras fuerzas del ser humano. Su quehacer deberá ser rigurosamente intelectual, pero su esencia más honda está en ser algo "espiritual": que ayude a las personas y comunidades a encontrarse con Cristo, a seguir la causa de Jesús, a vivir como hombres y mujeres nuevos.
La gravedad y la densidad de la realidad desde la que se ha redactado este libro se convierte, así, en un poderoso horizonte hermenéutico para comprender a Cristo, el gran testigo de Dios, desde las fuentes de la teología, ciertamente, pero también desde la nube de testigos que ilumina al testigo por antonomasia. Por ello, a pesar de todo, este libro está escrito con esperanza y con gozo. El Jesucristo crucificado, tan omnipresente, es realmente una buena noticia, es, en verdad, un Jesucristo liberador.
En numerosas ocasiones, a lo largo de su prolongada vida de teólogo, a Hans Küng le han formulado la siguiente pregunta: «Con toda sinceridad, señor Küng, ¿en qué cree usted personalmente?». Ahora, en este libro construido sobre el conjunto de su obra y de su experiencia, Hans Küng elabora su respuesta.
Se trata de la confesión personal de fe de alguien que ha transformado de manera profunda el pensamiento teológico en el mundo entero. Pero, si se dejan a un lado la erudición científica, el lenguaje cargado de fórmulas teológicas y el ingenioso edificio de la teoría, ¿qué queda entonces como núcleo de la fe? ¿Qué necesito para mi vida?, se pregunta a su vez Küng. ¿Qué considero irrenunciable?
Hans Küng escribe sobre la «confianza en la vida», la «alegría de vivir», el «sentido de la vida» y el «sufrimiento vital», ofreciendo con ello una summa de su propia existencia y de su más íntima esperanza. De este modo, la completa visión religiosa del mundo de este pensador y teólogo universal queda concentrada en las preguntas esenciales que toda persona se hace: ¿qué puedo creer?, ¿en qué puedo confiar?, ¿qué puedo esperar?, ¿cómo puedo configurar mi vida?
Del libro de Job dijo J. W. Goethe que «funde poesía, religión y filosofía». Para Lord Byron es «el primer drama del mundo». G. K. Chesterton, a propósito del carácter alegórico de toda gran literatura, escribió: «La Ilíada es grande sólo porque toda vida es una batalla, la Odisea porque toda vida es un viaje, el libro de Job porque toda vida es un enigma». Y, más contemporáneamente, también se han referido al libro de Job estudiosos de la literatura como G. Steiner: «Job el edomita grita pidiendo sentido... Pide a Dios que se dé sentido a Sí mismo», y N. Frye: «Quien se interese por la Biblia y la literatura acabará dando vueltas en torno al libro de Job como un satélite».
Job ofrece una nueva versión en castellano del libro bíblico más moderno y provocador. Esta nueva traducción transmite su lirismo y fuerza espiritual recuperando su carga simbólica y literaria a partir del contexto religioso del Antiguo Oriente. En ella vibran las diversas voces que resuenan en el texto —las de Job, su mujer, amigos y enemigos, Yahvé y Satán— en un castellano actualizado, que sigue las normas de la restauración: limpiar sin ocultar. En la segunda parte se hace un extenso recorrido por las numerosas y encontradas interpretaciones que la obra ha suscitado en el judaísmo, cristianismo e islam, así como su reflejo en la literatura, iconografía y pensamiento de cada época.
Aunque la preocupación por el problema de la religión, y más concretamente por el problema de los orígenes psicológicos de Dios, haya estado presente en los inicios del psicoanálisis, con posterioridad se ha tendido a olvidar la importancia clínica que reviste la experiencia de Dios por parte del paciente. Sin embargo, Freud llegó a escribir: «La idea de un gran Dios único, idea ésta que debe aceptarse como un recuerdo plenamente justificado… tiene un carácter compulsivo, 'debe' ser creída».
Para hacerse cargo de esta conclusión, Ana-Maria Rizzuto indaga a través de la investigación clínica y de la reflexión teórica ―a partir de las obras de Freud, Erikson o Winnicott― la génesis de la representación personal de Dios y las ulteriores elaboraciones que de ella hace el individuo a lo largo de las vicisitudes de su ciclo vital. Desde el campo psicoanalítico, el presente libro constituye así también una contribución a la necesidad planteada actualmente a la reflexión teológica de integrar las perspectivas teológicas con la experiencia humana concreta.